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"Parece que debo recordarte tu ruego de que no corriera riesgos innecesarios. Permíteme la misma cortesía. Vete a casa, Belle. Ya tengo bastante de lo que preocuparme sin necesidad de vigilarte."

"John, por última vez, escucha lo que te digo. ¿Me amas? "

"Cristo, Belle," dijo, entrecortado. "Sabes que sí."

"Bien, la mujer de quien te enamoraste no es la clase de mujer que puede permanecer pacientemente sentada en casa cuando el hombre al que ama está en peligro. Opino que podemos atrapar a Spencer si contamos con suficientes aliados. Obviamente no es muy brillante. Ni siquiera ha sido capaz de averiar correctamente un carruaje. Con nosotros cinco trabajando juntos, podemos aniquilarlo. Y esta noche nos brinda la oportunidad perfecta."

"Belle, si algo te sucede… "

"Lo sé, querido. Siento lo mismo respecto a ti. Pero no va a pasar nada. Te amo demasiado para permitirlo."

John se perdió en sus inteligentes ojos azules, que brillaban con amor, esperanza y fe. "Oh cariño," dijo roncamente. "Tu me has curado. Me haces creer que realmente merezco toda esta felicidad."

“La mereces."

John colocó suavemente las manos sobre sus hombros. "Aguarda un momento," le dijo, con ternura. "Solo quiero mirarte. Quiero llevar esta imagen tuya conmigo el resto de mi vida. No creo que hayas estado nunca tan hermosa como en este preciso instante."

Belle enrojeció de placer. "No seas tonto. Tengo el vestido arrugado, y estoy segura de que mi pelo esta hecho un desastre, y…"

"Shhh. No digas nada. Solo mírame. Con esta luz tus ojos parecen casi purpúreos. Como negras frambuesas."

Belle se rió suavemente. "Debes estar en un estado de hambre perpetua. Sigues comparándome con frutas."

"¿Yo?" John no podía apartar sus ojos de sus labios, los cuales, no dejaba de pensar, semejaban a las cerezas maduras.

"Sí, una vez dijiste que mis orejas parecían albaricoques."

"Lo hice. Supongo que tienes razón. He estado hambriento desde que te conocí."

Ella se sonrojó.

"¡Yuuhuu! ¡Tortolitos! "

John y Belle arrancaron sus ojos el uno del otro y, parpadeando, se volvieron hacia Dunford, que venía en su dirección.

"Si pudierais dejar un momento de arrullaros el uno al otro, podríamos ponernos en marcha. Por si no lo habéis notado, el carruaje de repuesto ya está aquí."

John inspiró profunda y entrecortadamente antes de girarse hacia Dunford y decirle, "El tacto, presumo, no fue uno de los puntos fuertes de tu educación."

Dunford sonrió alegremente. "Exacto. ¿Nos vamos? "

John se giró hacia Belle y le ofreció su brazo. "¿Querida? "

Belle aceptó su gesto con una sonrisa, pero cuando pasaron junto a Dunford, se volvió y le siseó, "Voy a matarte por esto."

"Estoy seguro de que lo intentarás."

"Este carruaje no es tan abrigado como el otro," dijo Alex con una sonrisa de disculpa. "Por lo general no lo uso en invierno."

En breve todo el grupo estaba instalado en el carruaje, y de nuevo en camino al baile de invierno de los Tumbley. Belle y John se acomodaron en una esquina, vueltos el uno contra el otro para protegerse del frío. John puso su mano sobre las de ella, dándole suaves palmaditas sobre los nudillos. Ella se sintió reconfortada por su toque y lo miró. Él la estaba mirando, sus ojos castaños repletos de calidez y aterciopelada ternura.

Belle no pudo evitarlo. Se le escapó un pequeño gemido de felicidad.

"¡Por el amor de Dios! " exclamó Dunford, girándose hacia Alex y Emma. "¿Los estáis viendo? Ni siquiera vosotros érais tan nauseabundos."

"Algún día," lo interrumpió Belle en voz baja y apuntándole con un dedo, "encontrarás a la mujer de tus sueños, y entonces convertiré tu vida en un infierno. "

"Me temo que no, mi querida Arabella. La mujer de mis sueños es un parangón tal que es imposible que exista. "

"Oh, por favor," resopló Belle. "Apuesto a que dentro de un año te habrán echado el lazo, amarrado, y estarás encantado con ello." Se recostó con una sonrisa satisfecha. A su lado John se estremecía de risa contenida.

Dunford se inclinó hacia delante, apoyando los codos sobre sus rodillas. "Acepto la apuesta. ¿Cuánto quieres perder? "

"¿Cuánto quieres perder ? "

Emma se volvió a John. "Parece que te has casado con una jugadora."

"De haberlo sabido, puedes estar segura de que habría sopesado mis acciones con más cuidado."

Belle le dio juguetón pinchazo en las costillas mientras dirigía una retadora mirada a Dunford y le preguntaba, "¿Y bien?”

"Mil libras."

"Hecho."

"¿Estás loca?” La mano de John se contrajo con fuerza alrededor de sus dedos.

"¿Es que sólo los hombres pueden apostar? "

"Nadie hace una jugada tan tonta, Belle," dijo John. "Acabas de hacer una apuesta con el hombre que controla el resultado del juego. Sólo puedes perder."

"No subestimes el poder del amor, querido. Aunque en el caso de Dunford, quizás sólo sea necesario el de la lujuria. "

"Me hieres," contestó Dunford, llevándose dramáticamente una mano al corazón para enfatizarlo. "Asumes que soy incapaz los más elevados sentimientos. "

"¿Lo eres? "

John, Alex, y Emma contemplaban el intercambio con considerable interés y diversión. "No tenía ni idea de que fueras un adversario tan formidable, querida," dijo John.

"Hay muchas cosas que no sabes sobre mi," se burló Belle. Se recostó con una sonrisa ufana. "Solo espera hasta que empiece la velada."

Una extraña sensación se instaló el estómago de John. "Me estremezco ante la perspectiva."

Capítulo Veintitrés

"¡Cielo misericordioso!" exclamó una voz horrorizada. "¿Qué les ha pasado? "

Belle se encogió. Había olvidado lo peculiar que era la voz de lady Tumbley, con un arraigado tono de soprano.

"Un accidente con el carruaje," dijo Alex, sin inmutarse. "Pero estábamos tan ansiosos por asistir esta noche, que no quisimos retrasarnos volviendo para cambiarnos. Tan solo estamos un poco desaliñados. Espero que nos disculpe."

En el carruaje se decidió que Alex, como el miembro de más alto rango de su grupo, debería actuar como portavoz. Su discurso, acompañado de su sonrisa más encantadora, dio en el quid, y lady Tumbley se apresuraba a atusarse discretamente.

"Bien, por supuesto que no tiene importancia, su Excelencia," balbució la anfitriona. "Me siento tan honrada de que aceptara mi invitación. Hacía ya muchos años que no lo veíamos por aquí."

Belle notó que la sonrisa de Alex se tensaba. "Un error que debo rectificar," dijo él.

Lady Tumbley comenzó a agitar las pestañas, gesto que no favorecía en absoluto a una dama de su edad y contorno. Cuando finalmente detuvo el revoloteo de sus parpados, miró a John y dijo, "¿Y a quién tenemos aquí?”

Belle se adelantó. "A mi marido, milady."

"¿Su qué? "

Belle retrocedió. El chirrido regresaba.

John tomó la mano de lady Tumbley y besó el dorso. "John Blackwood a su servicio, milady. "

"Pero Lady Arabella, querida, quiero decir, Lady Blackwood, yo, pues… yo no había oído que se hubiera casado. ¿Cuándo ocurrió? ¿Y, er, esto… fue una gran boda? "

En otras palabras – ¿por qué no había sido invitada?

"Fue bastante intima, Lady Tumbley," dijo Belle. "Hace dos semanas."

"¿Hace dos semanas? ¿Una quincena entera? ¿Y no me he enterado? "

"Apareció en el Times," apuntó John.

"Quizás, pero yo… "

"Quizás debería leer el periódico más a menudo," dijo Belle dulcemente.

"Quizás. Si me disculpan." Lady Tumbley sonrió torpemente, ejecutó una reverencia, y se precipitó entre la muchedumbres.

"Nuestro primer objetivo ha sido alcanzado," anunció Belle. "Dentro de cinco minutos todo el mundo sabrá que, uno, nuestro desaliñado aspecto es debido a un percance con el carruaje, y dos, que me he casado con un hombre misterioso sobre quien nadie sabe nada."