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"Caray," refunfuñó. Todavía parecía medio dormido. Infiernos, ¿a quién le importaba? Bajó.

Buxton lo interceptó en el vestíbulo. "Lady Arabella le espera en el salón verde, milord. "

John inspiró profundamente, tratando de no demostrar su exasperación. "¿Y cuál es ese, Buxton?"

El mayordomo le dirigió una sonrisa divertida y extendió el brazo. "Justamente ahí, milord. "

John siguió el dedo de Buxton y entró en el cuarto, dejando la puerta respetablemente entreabierta. Belle estaba de pie cerca de una silla azul, examinando ociosamente un florero pintado a mano. Parecía sumamente encantadora y condenadamente animada con su vestido color rosa.

"Esto es una sorpresa," dijo él.

Belle levantó la mirada ante el profundo sonido de su voz. "Oh, hola, Lord Blackwood.” Echó un vistazo a su pelo ligeramente despeinado. "Espero no haberlo despertado. "

"No importa," mintió él.

"Pensé que tal vez no tuvimos un buen comienzo cuando nos conocimos. "

Él no dijo nada.

Ella tomó aire y continuó. "Bien. Bueno, pensé que debería darle la bienvenida a la vecindad. Le traje algo para desayunar. Espero que le gusten los bollos. "

John le dedicó una amplia sonrisa. "Adoro los bollos. Y llegan justo a tiempo."

Belle lo miró con el ceño fruncido ante su jocoso tono. Lo había despertado. "Traje un poco de mermelada para acompañarlos." Se sentó, preguntándose qué la había poseído para venir hasta aquí a una hora tan temprana.

John llamó para pedir un poco de té y café y luego se sentó frente a ella. Echó un ligero vistazo alrededor del cuarto. "Veo que no ha traído acompañante. "

"Oh, no, he traído conmigo a una criada, pero se ha marchado a visitar a sus criados. Le habría pedido a Emma que me acompañara, pero aún no se había levantado. Es temprano, ya sabe. "

"Lo sé. "

Belle tragó y prosiguió. "En realidad no creo que sea tan importante. Este no es Londres, después de todo, donde cada movimiento de uno es material para los chismosos. Y no es como si corriera peligro. "

Los ojos de John se deslizaron apreciativamente sobre sus formas decididamente femeninas. "¿No?”

Belle enrojeció y se enderezó en su silla. Lo miró directamente a los ojos y vio el honor acechando tras su fachada sardónica. "No, no lo creo," contestó con resolución.

"No debería haber venido aquí sola. "

"Se lo dije, no vine sola. Mi criada… "

"Su criada está en la cocina. Y usted está aquí, en esta habitación. Sola. Conmigo. "

La boca de Belle se abrió y cerró varias veces antes de que lograra balbucir. "Bien… sí, desde luego… pero… "

John la contempló, pensando que nada le gustaría más que inclinarse y besar aquellos suaves labios que se abrían y cerraban con tal consternación. Sacudió ligeramente la cabeza como para desterrar semejante pensamiento. Contrólate John, le advirtió su voz interior. "Le pido disculpas," dijo repentinamente. "Ciertamente no quise hacerla sentir incomoda. Es tan solo que es bastante poco común que una señorita visite a un soltero sin ser acompañada. "

Belle sonrió maliciosamente, su disculpa de alguna manera había aliviado su tensión. "Yo también soy bastante poco común. "

John no lo dudó ni por un instante. Echó un vistazo a su descarada expresión y se preguntó si habría venido a visitarlo para torturarlo deliberadamente.

"Además," prosiguió Belle, "no creí que usted fuera una persona tan quisquillosa con respecto al protocolo. "

"No lo soy," puntualizó él. "Sin embargo, la mayor parte de las señoritas si lo son. "

Un criado entró con el té y el café, y Belle rápidamente se ofreció a servir. Le pasó una taza de café y empezó a servirse un poco de té, charlando todo el rato.

"¿Se crió usted en esta zona?”

"No. "

"Bien, ¿entonces, dónde se crió?”

"Shropshire. "

"Qué encantador. "

John emitió un sonido peligrosamente cercano a un gruñido. Belle alzó las cejas y continuó. "Yo crecí en Londres. "

"Qué encantador. "

Belle apretó los labios ante su sarcástico comentario. "Tenemos una propiedad en Sussex, por supuesto, pero suelo pensar en Londres como en mi hogar. "

John tomó un bollo y extendió generosamente mermelada de fresas en él. "Qué desafortunado para usted. "

"¿No le gusta Londres?”

"No particularmente. "

"Oh. " Y qué se suponía que debía decir a continuación, se preguntó Belle. Pasó un minuto entero, y era dolorosamente consciente de las especulativas y divertidas miradas que John lanzaba en su dirección. "Bien", dijo ella, finalmente. "Veo que no me mintió ayer. "

Aquel comentario atrajo la atención de John y alzó la vista de forma inquisitiva.

"Es usted realmente terrible manteniendo una charla trivial. "

Él soltó una carcajada. "Nadie podría acusarla de no ser astuta, milady. "

Belle dejó pasar el comentario, al no estar completamente segura de que hubiera sido hecho como un elogio. Mientras lo recorría con la mirada recordó la conversación del día anterior. Durante un momento, al menos, habían disfrutado de la compañía del otro. Habían hablado de Shakespeare, y sí, incluso habían bromeado un poco.

Él se había comportado de forma diferente entonces, casi infantil. Es decir hasta que se había puesto en guardia. Belle tenía la sensación de que alguien había herido profundamente a este hombre en el pasado. Eso no significaba, sin embargo, que fuera a permitirle que lo pagara con ella.

Notaba algo especial en él, algo magnifico y deslumbrante y muy, muy bueno. Y quizás lo único que necesitaba era que alguien se lo recordara. No encontró razón alguna por la que no lanzar la precaución al viento y tratar de ofrecerle su amistad a pesar de todos los obstáculos que él interponía en su camino. Cruzándose de brazos, dijo, "Puede continuar hablando en ese tono arrogante si lo desea, pero no funcionará. "

John alzó una ceja.

"O simplemente podría aceptarlo." declaró Belle, sencillamente. "Le gusto. "

Para total consternación de John, su taza de café golpeó ruidosamente contra su platillo. "¿Qué ha dicho?”

"Le gusto." Belle ladeó la cabeza, asemejándose a un gato que acababa de disfrutar de un enorme tazón de nata.

"¿Y cómo ha llegado a tal conclusión, si puedo preguntar?"

"Me acabo de dar cuenta."

Tenía en la punta de la lengua preguntarle si también se había dado cuenta de que la deseaba muchísimo. ¿Lo sabría? Quizás. Él mismo estaba bastante sorprendido por la fuerza de su reacción. Ayer, había resultado una visión encantadora bajo el árbol, pero hoy, frente a sus ojos todavía ligeramente soñolientos, era una diosa.

"No tiene por que parecer tan impresionado por mi perspicacia," se burló Belle.

Una diosa con una lengua muy afilada.

"Usted," dijo John enérgicamente, "debería recibir unos azotes. "

"Espero que no tenga intención de ponerse manos a la obra ahora mismo. Estoy muy encariñada con mi trasero." ¡Dios mío!, se preguntó Belle, ¿cuándo se había vuelto tan osada? Echó un vistazo al rostro furioso de él.

La traidora mente de John decidió que a él también le gustaría mucho, muchísimo, encariñarse con el trasero de ella, y entonces su cuerpo aún más traidor reaccionó violentamente ante la idea. ¿En qué demonios estaba pensando esta chiquilla? Tan solo se podía empujar a un hombre hasta cierto punto. De todos modos, no podía negar que sus palabras tenía un fondo de verdad. Ella le gustaba. Así que, tratando de llevar la conversación lejos de aguas peligrosas, dijo deliberadamente, "Tiene razón. No se me da muy bien la charla cortés. "

Belle captó la indirecta. Sonrió encantadoramente y dijo, "Yo no me preocuparía excesivamente. Todavía tengo esperanzas con usted. "