Tenía a veces la sensación en sus sueños de que cierta fuerza suprapersonal interfería activamente en forma creativa y llevaba la dirección de un designio secreto, y por eso había logrado en los últimos meses construir los objetos de su pensamiento como realidades y no sólo como conceptos. Producir directamente lo que pensaba y no pensar simples ideas sino objetos reales.
Por ejemplo, algunos objetos que había diseñado y construido en los últimos meses. No existía antes nada igual, no había un modelo previo, nada que copiar: era la producción precisa de objetos pensados que no existían previamente. Diferencia absoluta con el campo, donde todo existe naturalmente, donde los productos no son productos sino una réplica natural de objetos anteriores que se reproducen igual una y otra vez. [30] Un campo de trigo es un campo de trigo. No hay nada que hacer, salvo arar un poco, rezar para que no llueva o para que llueva, porque la tierra se ocupa de hacer lo que hace falta. Lo mismo, con las vacas: andan por ahí, pastan, a veces hay que desbicharlas, hacerles un tajo si están empastadas, arriarlas hasta los corrales. Y eso es todo. Las máquinas, en cambio, eran instrumentos muy delicados; sirven para realizar nuevos objetos inesperados, más y más complejos. Pensaba que en sus sueños podía encontrar las indicaciones necesarias para continuar con la empresa. Avanzaba a ciegas, buscaba la configuración de un plan preciso en la serie continua de sus materiales oníricos, como llamaba a los sueños el Maestro Suizo. Le gustaba la idea de que eran materiales, es decir que se pudiera trabajar en ellos, como quien trabaja la piedra o el cromo.
– Anotamos en las paredes lo que queda en el recuerdo, nunca es el sueño tal cual lo hemos soñado, son restos, como los hierros y los engranajes que sobreviven a una demolición. Estamos usando metáforas -dijo.
Muchas veces se trataba sólo de una imagen. Una mujer en el agua con un gorro de baño de goma. A veces era sólo una frase: Fue bastante natural que Reyes se uniera a nuestro equipo en Oxford. Anotaba esos restos y luego los relacionaba con los sueños anteriores, como si fueran un solo relato que se iba armando en fragmentos discontinuos. Soñaba siempre con su madre, la veía con el pelo rojo, riendo, en el patio de tierra que daba a la calle. No se quedaba tranquilo hasta lograr que las imágenes se integraran naturalmente. Era un trabajo intenso, que le llevaba parte de la mañana.
Las anotaciones en las paredes eran un tejido de frases unidas entre sí con flechas y diagramas; había palabras subrayadas o envueltas en círculos, conexiones rápidas, líneas y dibujos, fragmentos de diálogo, como si en la pared trabajara un pintor que intentara componer un mural -o una serie de murales- copiando un jeroglífico en la oscuridad. Parecía una historieta, en realidad, un cómic en blanco y negro, con el globito de los diálogos y las figuras que iban armando una trama. Las aventuras de Vito Nervio, dijo Luca, y nos miró con una sonrisa cálida; alto y pesado, la cara enrojecida y los ojos celestes, apoyado de espalda en las paredes escritas de la fábrica, sonreía.
Su ilusión entonces era registrar todos sus sueños durante un año para poder por fin intuir la dirección de su vida y actuar en consecuencia. Un plan, la anticipación inesperada de lo que vendrá. Había por fin entendido que la expresión estaba escrito se refería al resultado de esas operaciones de registro y de interpretación de los materiales suministrados por el inconsciente colectivo y los arquetipos personales. Sus sueños -iba a confesar más tarde- eran anticipaciones herméticas del porvenir, las partes discontinuas de un oráculo.
– Como si el mundo fuera una nave espacial y sólo nosotros pudiéramos escuchar el sonido del puente de mando y ver las luces intermitentes y escuchar las conversaciones y el intercambio de órdenes entre los pilotos. Como si sólo con nuestros sueños pudiéramos conocer el plan de viaje y desviar la nave cuando había perdido el rumbo y estuviera a punto de estrellarse. Se trata -dijo-, claro, de una metáfora, de un símil, pero también de una verdad literal. Porque nosotros trabajamos con metáforas y con analogías, con el concepto de igual a, con los mundos posibles, buscamos la igualdad en la diferencia absoluta de lo real. Un orden discontinuo, una forma perfecta. El conocimiento no es el develamiento de una esencia oculta sino un enlace, una relación, un parecido entre objetos visibles. Por eso -y usó nuevamente la primera persona del singular- sólo puedo expresarme con metáforas.
Por ejemplo, el mirador, que era el hueco desde el que se podían ver las luces del puente de mando y oír las voces lejanas de los tripulantes. Quería transcribirlas. Por eso necesitaba un secretario que lo ayudara a copiar. Y por eso su tabla de interpretar había sido construida para poder leer todos los sueños al mismo tiempo.
– Vengan a verla- ordenó.
– Por eso me separé -dijo Renzi.
– Qué raro…
– Cualquier explicación sirve…
– ¿Y qué andabas haciendo?
– Nada.
– Cómo nada…
– Escribiendo una novela.
– No me digas…
– Un tipo conoce a una mujer que se cree una máquina…
– ¿Y?
– Eso…
– El problema siempre es lo que una cree experimentar o cree pensar -dijo Sofía al rato-. Por eso, para poder soportarlo, hace falta una ayuda, una poción, un preparado milagroso.
– La potencia de la vida, no todo el mundo la puede soportar…
– Claro, es una cresta, un desfiladero… te caés, plaff.
– Completamente de acuerdo…
Renzi se había adormecido; el velador cubierto por un pañuelo de gasa tiraba una luz rojiza.
– Dentro de dos, no, dentro de tres años -dijo Sofía, mirándose los dedos de la mano- voy a quedar embarazada… gruesa… en estado interesante… -Se reía-. Quiero tener un hijo que cumpla veinticinco años en el año 2000.
Luca los llevó a un pequeño cuarto al costado de su escritorio -la sala de trabajo, [31] como la llamaba- que tenía el aspecto de un laboratorio con lupas y reglas y compases y tableros de arquitecto y fotos de los distintos momentos de construcción de mútiples aparatos. En un costado sobre una mesa, se veía un cilindro con tablitas de madera marrón, parecido a una persiana con visillos, o al montaje mecánico de una serie de tablitas egipcias escritas con letra minúscula como patas de mosca que cubrían toda la superficie. Las usaba como diminutos pizarrones donde con lápiz de distinto color escribía palabras y dibujaba las imágenes que se relacionaban con sus sueños. «Son los sueños ya contados los que entran en las tablas», dijo. Una serie de engranajes niquelados hacía mover las láminas, como si aleteara un pájaro, y las palabras cambiaban de lugar permitiendo distintas lecturas de las frases, a la vez simultáneas y sucesivas. Mi madre en el río, con el pelo rojo cubierto por una gorra de goma. «Fue bastante natural, había dicho, que los Reyes se unieran a nuestro equipo en Oxford.» Ése era un ejemplo sencillo de una interpretación preliminar. Su madre, en Irlanda, ¿había viajado a Oxford? ¿Esos Reyes cómo debían ser comprendidos? ¿Los Reyes o la familia Reyes? La pregunta, desde luego, era qué es -y cómo se debía- poner en relación, articular y construir un sentido posible.
[30] «Ya Demócrito había señalado en la Antigüedad:
[31] «Trabajaba de forma regular, muchas horas, durante la noche y la tarde, sin permitirse ninguna irregularidad, con gran esfuerzo y gran fatiga. Manifestaba una confianza inquebrantable en el “inconmensurable valor” de su obra. Nunca se ha dejado abatir por las dificultades, y jamás admite que el fracaso de su empresa sea posible, no acepta la menor crítica, tiene una confianza absoluta en el destino que le está reservado. Por eso no le importa que lo reconozcan o no. “Nos preocupamos del elogio y de los honores en la