— Muy bien, no deseo enfadaros. La explicación será, según creo, más fácil si me dices algunas palabras de tu idioma. Tengo entendido que los individuos de tu raza están directamente implicados en la producción de otros individuos. ¿Cómo se llama al ser que se produce?
— Un niño, hijo o hija, de acuerdo con tres puntos.
— El término genérico será suficiente. ¿Hay alguna palabra que describa la relación entre dos niños producidos por el mismo individuo?
— Hermano o hermana; de acuerdo…
— Muy bien, veo que cada palabra es utilizable. No tengo ningún niño, dado que estoy aún vivo, pero Dar Lang Ahn es un niño de mi hermano.
El silencio fue mucho más largo esta vez, a la par que Nils Kruger ensamblaba las piezas de este rompecabezas, y su actitud se convirtió de un ligero descreimiento, mediante el reconocimiento gradual de las posibilidades, a una de aceptación.
— Usted gana, ¡tío! — dijo por fin débilmente —. Pero aún sigo sin ver tres puntos.
La frase de Kruger fue interrumpida, y no por el Profesor.
— Creo que yo también diré «tío» — la voz, que hablaba lentamente, no había sido nunca oída, que él supiera, por el chico, pero estaba hablando inglés —. Reconozco — siguió — una palabra ocasional que suene como viejo inglés en cualquier colección de ruidos casuales, y lo achaco a la coincidencia. Sin embargo, cuando «niño», «hijo», «hija», «hermano», «hermana» y «tío» se oyen todas dentro del mismo período de treinta segundos la coincidencia queda ya fuera de lugar. Señor Nils Kruger, si ha estado usted contribuyendo en gran medida a las conversaciones que hemos grabado, durante las últimas dos semanas, espero que tenga un buen acento, ¡si no una pareja de filólogos que conozco van a estar muy enfadados!
XI. ASTRONOMÍA; DIPLOMACIA
La mayoría de los seres humanos no pierde la esperanza, aun después de que cualquier razón lógica para tenerla haya desaparecido. El hombre que va a una batalla con desventaja frente a sus enemigos, el piloto que se queda en un aeroplano en llamas para salir de una ciudad, el condenado a muerte en su celda: pocos de ellos la pierden mientras respiran. Nils Kruger no había abandonado del todo su esperanza de volver a ver de nuevo la Tierra. No esperaba, sin embargo, ser rescatado. Había tenido vagas ideas, que él mismo admitiría como ilógicas, de que quizá combinando la tecnología abyormenita con la suya se podría construir algún tipo de nave capaz de cruzar los quinientos años luz hasta el sistema solar. Incluso después de obtener una idea bastante aproximada de las limitaciones técnicas de la raza de Dar Lang Ahn tal pensamiento no había desaparecido por completo, y no supuso que otra nave espacial terrestre se aproximaría a las Pléyades. Como consecuencia de esto, el sonido de una inconfundible voz humana cortando su conversación con una criatura que difícilmente pudiera ser menos humana, produjo en Kruger el mayor impacto de su vida. Durante varios momentos no pudo ni hablar. Varias cuestiones vinieron de la radio, y cuando fueron respondidas sólo por el mediocre inglés de Dar Lang Ahn, la sorpresa en la distante nave espacial fue casi tan grande como la de la cabaña.
— No puede ser Kruger; no hablaría así, ¡y de cualquier forma está muerto!
— Pero ¿dónde pueden haber aprendido inglés?
— ¡Mi niño de un año habla mejor inglés!
— Kruger, ¿eres tú o es que el departamento de filología se ha vuelto loco?
— Estoy… aquí, muy bien, pero no debéis hacer cosas como ésta. ¿Qué nave es ésa?
¿Cómo podéis haber estado escuchando? Y de cualquier forma, ¿qué estáis haciendo en las Pléyades?
— Es tu propia nave, el Alphard; yo soy Donabed. La radio que tienes es bastante triste; no estoy seguro tampoco de tu voz. Llevamos aquí un par de semanas y hemos estado recogiendo y grabando todo el ruido de radio que pudimos encontrar, con la esperanza de saber algo del idioma para cuando aterrizáramos. Me alegro de que fueras lo suficientemente sensato para esperar nuestro regreso, parece ser que hay algo con este sistema que ha hecho sacar conclusiones a los astrónomos y tuvieron que volver para verlo por ellos mismos. ¿Es esa radio un producto nativo o la hiciste tú?
— Estrictamente hecha en casa — Kruger había recuperado el control de sí mismo, aunque sus rodillas aún estaban débiles —. Un minuto, tenemos una audiencia que no habla inglés — Kruger volvió al idioma abyormenita y explicó a Dar y al Profesor lo sucedido —. Ahora, mientras bajáis, ¿me explicaríais, por favor, qué tiene este lugar de peculiar desde el punto de vista de los astrónomos?
— No soy astrofísico, pero aquí está lo que entiendo de la situación — respondió Donabed —. Conoces las cuestiones elementales acerca de las fuentes de la energía estelar y que las estrellas principales como el sol y este punto rojo deben poder mantenerse emitiendo a su presente índice durante miles de millones de años. Sin embargo, hay muchas estrellas en el espacio mucho más luminosas que el Sol, a veces decenas de millares más. Soles como éste ganan su hidrógeno con tanta rapidez que no deben poder durar más que un millón, o unas pocas decenas de millones de años a lo sumo. Alcyone, como varias otras estrellas en las Pléyades, es uno de dichos soles.
— Hasta ahí, de acuerdo. El sistema de las Pléyades se encuentra lleno de material nebuloso que presumiblemente se está aún mezclando para formar otras estrellas que sumar a los cientos que ya hay en el grupo; pero aquí aparece el problema. Han descubierto, con cierto grado de precisión, el tipo de fenómenos que debe ocurrirles a las nubes condensadas. En algunas circunstancias, con cierta cantidad de moméntum angular, puedes esperar que se formen varias estrellas, viajando en órbitas alrededor de las otras; un sistema estelar binario o múltiple. En otros casos, con un moméntum angular menor, la mayor parte de la masa se concentra formando una estrella y los fragmentos restantes constituyen un sistema planetario. Es algo sorprendente, aunque no imposible, que se produzca una estrella doble o múltiple también con planetas; ¡pero lo que es extraño es que nazca una estrella como Alcyone con planetas en algún lugar cerca de ella! Un sol como éste está emitiendo una radiación decenas de millares de veces más intensas que las de nuestro Sol; dicha radiación ejerce una presión, y esta presión debe ser fácilmente capaz de reunir todas las partículas sólidas de la zona para formar planetas. Esa es una de las cosas que pueden ser computadas, y es difícil de eludirlo. Por ello los observadores de estrellas no se preocuparon mucho cuando dedujeron por nuestros datos que Alcyone tenía como compañero a una enana roja, pero cuando se enteraron de que dicho compañero tenía un planeta casi se vuelven locos. Tardamos algún tiempo en persuadir a algunos de ellos que no habíamos cometido ningún error; tuvimos que señalarles que habíamos aterrizado de hecho en aquel lugar.
— ¡Ya lo creo que sí! — murmuró Kruger.
— Debes saberlo. A propósito, su nombre oficial es Kruger, si es que te interesa.
— Me temo que su nombre es Abyormen, si seguimos la costumbre en boga — replicó el chico —. Pero sigue.
— No hay mucho más que contar. Odiaban como el veneno abandonar sus teorías favoritas, y les he venido oyendo durante todo el camino especular con la posibilidad de que el sol rojo hubiera sido capturado por Alcyone después de que su o sus planetas se formaran, y así. Hay mucho trabajo que hacer y tú nos puedes ayudar mucho. Pienso que has aprendido bastante del idioma local, y nos ahorrarás tiempo haciendo de intérprete.
— Sí, hasta cierto punto; de alguna forma, cada vez que hablo con uno de estos seres empezamos pronto o tarde a malinterpretarnos. Puede que esté sucediendo esto ahora sin que siquiera lo sepa, ya que no he visto nunca a ese tipo con el que estoy hablando por radio.