– Lo sé. Yo no estaba en el caso, pero leo el Post y veo las noticias de la Fox.
Dick sonrió forzadamente antes de continuar.
– Aparte de eso, estaban los arrogantes agentes del FBI, presionando a la gente de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte e incluso a la Marina y la Guardia Costera, y a la policía local, y eso provocó un montón de malas sensaciones y egos heridos, y eso llevó a un montón de rumores que hablaban de encubrimiento, desaparición de pruebas, técnicas de investigación deficientes y todo lo que se te ocurra. Luego apareció la CIA y no tengo necesidad de decirte cuántas banderas rojas levantó eso. Básicamente, ese caso fue una jodida competición entre todas las partes y a todo nivel. Añade a eso las familias de las víctimas y los medios de comunicación y tienes una situación que hace que la gente salga lastimada y furiosa. Al final, sin embargo, todos consiguieron poner su mierda en orden y la investigación llegó a la conclusión correcta. Fue un accidente.
– ¿Eso crees?
– Eso creo.
– Entonces, ¿por qué el caso sigue estando tan caliente que ni siquiera se puede hablar de él cinco años más tarde?
– Te lo acabo de explicar, todo el mundo está cabreado con todo el mundo. Todos se muestran a la defensiva acerca de los métodos que se emplearon para llegar a esa conclusión. El único encubrimiento está relacionado con la gente que protege sus propios culos y cubriendo una pila de errores.
– De modo que, en otras palabras, nadie tiene nada que ocultar, sólo necesitaban un poco de tiempo para poner las cosas en orden.
Dick sonrió y contestó:
– Sí, algo por el estilo.
– ¿Por qué había lanía gente de la CIA en el caso? -pregunté.
Se encogió de hombros.
– Supongo que fue porque, al principio, parecía que había sido un ataque de un enemigo extranjero. Ése es el trabajo de la CIA. ¿Correcto?
– Correcto. ¿Por qué hicieron esa estúpida película?
– No lo sé. Nunca lo entendí. Tampoco me interesé demasiado en el asunto.
– Bien. El problema, tal como yo lo veo, aparte de todas las batallas territoriales y errores del gobierno, son los testigos. Quiero decir, sin los testigos, todo lo que fue reconstruido en el hangar de Calverton y probado en los laboratorios sería la última palabra en cuanto a cómo explotó y cayó el avión. ¿Verdad?
Dick jugó un momento con la cuchara antes de contestar.
– Verdad.
– Tú entrevistaste a los testigos. ¿Verdad?
– Sí.
– ¿A cuántos?
– Diez.
– ¿Cuántos vieron la estela de luz?
– Seis.
– ¿Y tu conclusión… fue?
Me miró y dijo:
– Mi conclusión fue que los seis creían haber visto algo que se elevaba en el cielo, una estela de luz, y que esa estela de luz se dirigía hacia las proximidades del avión, que luego explotó.
– ¿Cómo encaja esa versión con la explosión accidental del depósito de combustible central?
– Mira, John -dijo Dick-, he pasado por esto una docena de veces con los tíos de la CIA y el FBI, y un centenar de veces en mi cabeza, y… -sonrió- unas diez veces con mi esposa. ¿Qué quieres que te diga? ¿Que lo de la explosión accidental es mentira? No pienso decir eso. Creo realmente que hay pruebas de que un cortocircuito encendió los gases del combustible.
– De acuerdo. Pero ¿qué causó ese cortocircuito?
– Un cable en mal estado.
– O quizá un misil cinético que atravesó las unidades de aire acondicionado.
– Yo no iría tan lejos.
– Muy bien, entonces vuelve a tus testigos. ¿Qué fue lo que vieron?
– No lo sé, y ellos tampoco. Pero creo, basándome en cien años de investigación criminal, que ellos vieron algo. Alguna clase de fenómeno luminoso en el cielo. ¿Qué era? Que me cuelguen si lo sé. Podría haber sido una estrella fugaz, o alguna clase de cohete de fuegos artificiales que algún idiota disparó desde una embarcación. Y lo que ocurrió después no es más que una coincidencia. Esos testigos podrían haber visto, como dijo la animación realizada por la CIA, un chorro de combustible ardiendo o el propio avión en llamas.
– La mayoría, si no todos, de los testigos concuerdan en algo: la animación de la CIA no se parece en nada a lo que ellos vieron.
– Veo que has estado trabajando desde ayer.- Se inclinó hacia mí y dijo-: Mira, creo que mis técnicas de interrogación son muy buenas… aunque la jodida CIA y el jodido FBI comenzaron a hablar de técnicas de interrogación deficientes como la razón de que esos testigos describiesen esa estela de luz. Y no hablaban de ellos mismos. De modo que parecía que la culpa de que doscientas personas vieran lo mismo la tenía el Departamento de Policía de Nueva York. ¿Puedes creértelo?
– Sí.
Dick sonrió.
– En cualquier caso, conseguí todo lo que pude de esos testigos la primera vez que hablé con ellos. Cuando les interrogué la segunda vez, todos ellos habían leído los periódicos y visto las noticias en la tele, de modo que sus historias iban desde: «Eh, todo sucedió tan de prisa, que yo no podía estar seguro de lo que veía», hasta: «Eh, le dije que era un misil guiado», seguido de detalladas descripciones de una estela de fuego color rojo anaranjado y un rastro de humo blanco, y una trayectoria en zigzag, y todo menos el color del jodido misil antes de que chocara contra el avión. -Me miró-. Nosotros hemos estado allí, John. Nosotros hemos hecho eso. ¿Cuántos testigos hemos tenido en el estrado que se habían olvidado de todo o, mejor aún, que recordaban un montón de mierda que nunca había ocurrido?
– Entendido.
Pero eso me hizo pensar en otra cosa. Con demasiada frecuencia miramos lo que está delante de nosotros y lo examinamos a fondo. Pero, en ocasiones, es lo que falta lo que puede llamarte la atención, como aquel perro que no ladró por la noche.
– Siempre me pregunté -le dije a Dick- por qué nunca se llevó a cabo ninguna investigación judicial. Ya sabes, un tribunal de investigación del Departamento de Justicia con poderes para citar a cualquier persona y donde todos los testigos, investigadores del gobierno y expertos forenses prestaran declaración bajo juramento, y donde un grupo de jueces imparciales pudieran hacer preguntas a puertas abiertas. ¿Por qué no se hizo eso?
Dick se encogió de hombros.
– ¿Cómo diablos voy a saberlo? Pregúntale a Janet Reno.
No contesté.
– Hubo unas pocas audiencias públicas -dijo-. Y un montón de conferencias de prensa.
– Pero nada judicial ni dependiente del Congreso.
Dick sonrió.
– ¿Quieres decir como la Comisión Warren? Mierda, aún no sé quién mató a JFK.
– Mi ex esposa. Habla en sueños.
– Sí. Lo sé.
Ambos compartimos una leve sonrisa.
Dick encendió un nuevo cigarrillo y puntualizó:
– Tuve que viajar a Los Ángeles por cuestiones de negocios. Allí no puedes fumar en los restaurantes y los bares. ¿Puedes creerlo? Quiero decir, ¿en qué se está convirtiendo este jodido país? Un puñado de mamones hacen las leyes y la gente las obedece. Nos estamos convirtiendo en corderos. Lo siguiente será una ley que prohíba tirarse pedos. Ya sabes, algo así como: «Éste es un establecimiento libre de pedos. Tirarse pedos provoca graves afecciones de nariz y garganta.» Ya puedo ver el signo de advertencia con un tío en un círculo e inclinado bajo un látigo. ¿Y después qué?
Dejé que se desahogara un poco más y luego le pregunté:
– ¿Te llamaron alguna vez para que testificaras en una audiencia pública?
– No, pero…
– ¿Llamaron alguna vez a otro entrevistador o a algunos de los testigos para que testificaran en una audiencia pública?