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1º Las tradiciones y enseñanzas de las Órdenes místicas transmitidas secularmente de maestro a discípulo.

2º Las declaraciones y anales de los antiguos astrónomos, comprobados por los cálculos modernos.

3º Los cálculos de los modernos astrónomos según indicaremos más adelante.

Estas tres fuentes de información nos dan el mismo relato. Pero antes del análisis de esta triple prueba, detengámonos un momento a considerar la relación entre los Magos y la astrología. Para comprender el relato de la visita de los Magos a Jesús, hemos de advertir que eran maestros en astrología. Persia y los aledaños países orientales fueron la prístina fuente de las enseñanzas astrológicas. Y aquellos Magos eran maestros, adeptos y hierofantes y por consiguiente sabían todo cuanto se enseñaba en las escuelas de astrología de aquel tiempo. Gran parte de sus conocimientos astrológicos se han perdido, pero tanto como la química moderna debe a los alquimistas, debe la moderna astronomía a aquellos antiguos sabios.

Durante largo tiempo habían esperado los Magos la venida y encarnación del Gran Maestro de Maestros profetizado hacía muchos siglos por algunos hierofantes de las órdenes místicas, y cada generación esperaba ser testigo presencial de la venida. Se les había dicho que los astros anunciarían la efectividad del suceso, con arreglo a la alta astrología, y así lo comprenderá quien haya estudiado nuestra fragmentaria astrología moderna. Por lo tanto, esperaban los Magos y escrutaban el cielo en busca del signo.

Las tradiciones de las órdenes ocultas nos informan de que por fin observaron los Magos una peculiar conjunción de planetas: primero la de Saturno y Júpiter en la constelación de Piscis, a los que después se añadió Marte, de modo que los tres planetas en relativa posición ofrecían un sorprendente e insólito espectáculo de profundo significado astrológico. Ahora bien, como saben todos los astrólogos antiguos y modernos, la constelación de Piscis presidía la existencia nacional de Judea. Al observar los Magos la profetizada conjunción de los planetas en la constelación relacionada con Judea, así como la situación de los demás planetas, infirieron de la observación dos sucesos:

1 Que había nacido el Mesías.

2 Que había nacido en Judea según indicaba la constelación en que ocurría la conjunción.

Y después de calcular exactamente el momento de la conjunción emprendieron su largo viaje a Judea en busca del Maestro de Maestros.

Los documentos astrológicos conservados por las ocultas fraternidades orientales en sus monasterios, etc. comprueban que pocos años antes de la era cristiana ocurrió dicha conjunción planetaria en la constelación simbólica de los destinos de Judea, que indicaba la encarnación o avatar de la Gran Alma divina, del Maestro de Maestros, del Místico de los Místicos. Conviene advertir que los individuos de dichas órdenes no profesan el cristianismo y los cristianos vulgares los llamarían «paganos», por lo que su testimonio es imparcial y sin tendencias partidistas en favor del cristianismo.

Además, los cálculos de la moderna astronomía demuestran indiscutiblemente que en el año 747 de la fundación de Roma (siete antes de la era cristiana), los planetas Saturno y Júpiter estuvieron en conjunción en la constelación de Piscis, y que a ellos se añadió el planeta Marte en la primavera del año 748.

El famoso astrónomo Kepler trazó por vez primera este cálculo el año 1604, Y lo han corroborado los cálculos modernos. A quienes objetan que todo esto ocurrió siete años antes de la fecha comúnmente aceptada para el nacimiento de Cristo, les diremos que todas las obras modernas sobre la cronología del Nuevo Testamento, Y todas las enciclopedias y tratados referentes al asunto, demuestran que de los primeros cálculos resultaron algunos años más de los del cómputo vulgar, y que otros sucesos mencionados en los evangelios, como el del empadronamiento que llevó a José y María a Belén, capacitan a los modernos exégetas para fijar la fecha del nacimiento de Cristo seis o siete anos antes de la comúnmente aceptada. Así es que las modernas investigaciones corroboraron plenamente los cómputos astrológicos y las místicas tradiciones.

De lo expuesto se infiere que la visita de los Magos estuvo en correspondencia con los signos astrológicos en cuya interpretación eran adeptos y maestros. Conocida esta verdad ¡cuán pueril y mezquino resulta el mito de la «estrella ambulante» de la comúnmente aceptada versión exotérica! Y las descripciones y pinturas de los Magos guiados por un movible cuerpo celeste que viaja a través del firmamento hasta detenerse sobre la choza de José, con que se llena la mente de los chicos de las escuelas, deben echarse en el mismo cesto de papeles rotos donde ya están las estampas bíblicas un tiempo tan populares, que representaban a Jehová en figura de un viejo calvo, con larga barba blanca y cubierto de flotante túnica. ¿Es extraño que haya aumentado el número de escépticos, de infieles y de burlones de las verdades espirituales, cuando se les puso en el dilema de creer en semejante patraña o condenarse eternamente? ¿Y no es esta conexión de la astrología con el primitivo cristianismo una repulsa a la moderna Iglesia cristiana que escarnece la ciencia astrológica en sus relaciones con los sucesos de este mundo y la tilda de «grosera superstición», propia tan sólo de mentecatos e ignorantes?

Nuestra descripción de los Magos esclarece la idea tenida primitivamente por fábula irrisoria, propia tan sólo de chiquillos que la escuchaban gozosos a causa de su intuitiva percepción de toda subyacente verdad. Y la mística versión capacita a los adultos para gozarse en el relato lo mismo que los niños.

Sobre el particular, dice la Nueva Enciclopedia Internacionaclass="underline"

«Algunos Padres de la Iglesia arguyen contra las enseñanzas de la antigua astrología, mientras que otros las aceptaban con determinadas modificaciones, pues realmente formaban parte de los fundamentos de su religión en el relato evangélico de la visita a Belén de los Magos de Oriente, quienes eran magos o astrólogos caldeos.»

Tal es el testimonio de todos los autores que han tratado de este asunto; y, sin embargo, pocos lo conocen.

Para comprender la importancia del acontecimiento que llevó a los Magos a Belén, conviene advertir que la venida del Maestro fue un tema favorito de especulación y discusión en las ocultas y místicas corporaciones de todos los países orientales. Se había profetizado en todas las lenguas que vendría al mundo un excelso Maestro, un avatar o encarnación de la Divinidad en forma humana, para salvar al mundo del materialismo que lo amenazaba. Las Escrituras Sagradas de la India, Persia, Caldea, Egipto, Media, Asiria y otros países habían vaticinado desde muchos siglos antes este acontecimiento, y todos los místicos y ocultistas anhelaban el día en que «apareciese el Maestro». También tenían los judíos muchas tradiciones referentes al advenimiento del Mesías que había de nacer de la estirpe de David en Belén, y creían que estaba destinado a ser un poderoso rey terrenal para librar a Israel del yugo romano. Así es que las místicas y ocultas fraternidades orientales consideraron las tradiciones judías de inferior importancia, pues para los místicos y ocultistas sería el avatar o encarnación de la Divinidad, un Dios en forma humana que se posesionaría de su sede como Gran Maestro de la Gran Logia Universal de los místicos. Sería el descenso del puro Espíritu a la materia. Seguramente era este concepto mucho más elevado que el de los judíos.

De lo dicho se infiere el porqué los Magos buscaban con tanto ardor y entusiasmo al recién nacido infante. Tuvieron que recorrer muchas leguas y tardaron cosa de un año en el viaje. Llegaron a Belén cuando ya hacía un año del nacimiento de Cristo y de la conjunción planetaria que les determinó a emprender el viaje.

No buscaban a un recién nacido, como generalmente se cree, sino a un niño nacido un año antes [2].

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[2] El lector puede consultar cualquier obra de exégesis moderna para comprobar la veracidad de esta afirmación. Las láminas de los textos escolares en que aparecen los Magos adorando a un niño recién nacido en un pesebre son tan apócrifas como las otras ya mencionadas. Los Magos no tuvieron nada que ver con el pesebre, porque según vetemos más adelante, José y María se alojaron en una casa de Belén.