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– Yo me ocupo del papeleo. Me gustaría que usted continuara sus investigaciones en el caso Ehlers y que actuara como enlace entre nosotros y la policía de Norderstedt. Pero también quiero que participe directamente en este caso. Es posible que surja algo relacionado con la chica de la playa que a nosotros se nos escape pero que a usted le llame la atención por sus detallados conocimientos del caso Ehlers. Eso significa que preferiría que usted se trasladara a la Mordkommission de Hamburgo por ahora. Haré que le asignen un escritorio. Pero he de enfatizar que se trata de una situación temporal, exclusivamente por lo que dure la investigación.

– Por supuesto, Herr Kriminalhauptkommissar. Tendré que hablar con mi jefe, el Hauptkommissar Pohlmann, para reasignar un par de casos pendientes…

– Yo hablaré con su jefe para facilitarle las cosas y filtrar cualquier objeción.

– No habrá objeciones -dijo Klatt-. Herr Pohlmann estará encantado de que se me brinde la oportunidad de seguir con esto hasta el final.

Se estrecharon las manos. Klatt señaló con un gesto a la pareja sentada en silencio en su Audi.

– ¿Podría informarles a Herr y Frau Ehlers de que vamos a trabajar juntos? Creo que les resultará… -buscó la palabra adecuada- tranquilizador.

Fabel y Anna no hablaron hasta que el Audi de Klatt giró por la salida hacia Butenfeld.

– De modo que hay un nuevo miembro en el equipo… -dijo Anna en un tono inexpresivo, que podía ser tanto una pregunta como una afirmación.

– Sólo durante el transcurso de la investigación, Anna. No es un reemplazo de Paul. -Paul Lindemman, el miembro del equipo de Fabel asesinado a tiros el año anterior, había sido el compañero de Anna. La herida, que seguía siendo profunda y dolorosa para todo el equipo, la afectaba a ella más que a cualquier otro.

– Ya lo sé. -Anna se erizó ligeramente. -¿Lo consideras apropiado?

– Sí -dijo Fabel-. Creo que tiene intuiciones correctas sobre este caso y por otra parte nos lleva ventaja. Me parece que nos será útil. Pero, por el momento, eso es todo. -Le entregó a Anna las llaves de su BMW-. ¿Te molestaría esperarme en el coche? Necesito volver al Institut un momento.

Anna le dedicó una sonrisa cómplice.

– De acuerdo, chef.

Fabel encontró a Susanne en su despacho, sentada a su escritorio y contemplando con expresión adusta un informe que aparecía en la pantalla del ordenador. Su pelo, negro como un cuervo, estaba atado hacia atrás y llevaba gafas, detrás de las cuales sus ojos estaban ensombrecidos por la fatiga. Al ver a Fabel le dedicó una sonrisa cansada pero cálida. Se puso de pie, atravesó el despacho y lo besó en los labios.

– Pareces tan cansado como yo me siento -dijo ella con su acento de Munich-. Estoy a punto de terminar. ¿Y tú? ¿Vendrás a casa luego?

Fabel la miró con una expresión de disculpa.

– Lo intentaré. Tal vez se me haga tarde. No me esperes levantada. -Se acercó a la silla delante de la de Susanne y se desplomó en ella. Susanne entendió la indirecta y volvió a sentarse en su lugar delante del escritorio.

– Vale… Te escucho.

Fabel le resumió los acontecimientos del día. Le habló de una chica que llevaba mucho tiempo perdida, de una chica encontrada, de una familia reunida en la muerte sólo para ser desgarrada nuevamente. Cuando terminó, Susanne se quedó en silencio durante un momento.

– ¿De modo que quieres saber si yo creo que la persona que mató a la chica que encontrasteis esta mañana también mató a la otra chica que desapareció hace tres años?

– Sólo una opinión. No voy a comprometerte.

Susanne soltó un largo suspiro.

– Sin duda, es posible. Si el período entre ambos sucesos no fuera tan largo, diría que es probable. Pero tres años nos deja una brecha demasiado grande. Como sabes, el primer incremento de la conducta delictiva es el paso más grande… El paso de la fantasía a la acción.

– Cometer el primer homicidio.

– Exacto. A partir de entonces, se vuelve más fácil. Y los crímenes aumentan rápidamente. Pero, por supuesto, no siempre es de ese modo. A veces el primer homicidio se comete en la niñez, o al principio de la vida adulta, y pueden pasar décadas hasta que se lleve a cabo el segundo. Tres años es una brecha peculiar. -Susanne frunció el ceño-. Eso me llevaría a pensar que nos enfrentamos a dos asesinos distintos, pero la gran semejanza entre las dos chicas y el hecho de que el asesino atribuyera la identidad de la primera a la segunda me preocupan bastante.

– Vale -dijo Fabel-. Supongamos, por el momento, que se trata del mismo asesino. ¿Qué nos indica ese intervalo de i res años?

– Si el autor es el mismo, entonces, considerando la premeditada crueldad de mezclar las identidades de las dos chicas, me parece que es muy improbable que la demora fuera voluntaria. No creo que este intervalo sea resultado de un sentimiento de culpa o de alguna confusión o repulsión interior por lo que él o ella han hecho. Me parece más probable que se trate de alguna presión exterior… Algún impedimento u obstáculo que haya frenado la intensificación de su psicosis.

– ¿Por ejemplo?

– Bueno… podría ser un impedimento físico, geográfico o personal. Con físico me refiero a que puede haber estado encerrado, en una prisión, o ingresado en algún hospital por causa de alguna enfermedad. El obstáculo geográfico puede ser que haya estado trabajando y viviendo en otra región durante los últimos tres años y que haya regresado hace muy poco. Si ése fuera el caso, y si se hubiera vuelto a presentar la oportunidad, yo creería que el sujeto ha cometido crímenes similares en algún otro lugar. Y lo que quiero decir con impedimento personal es que podría haber una personalidad en el contexto del sujeto que era capaz de evitar que se reanudara la conducta homicida. Alguna persona dominante que haya podido contener la psicosis homicida del sujeto… tal vez sin siquiera tener conciencia del primer asesinato.

– ¿Y ahora esa persona ha salido del cuadro?

– Tal vez. Podría tratarse de algún padre o cónyuge dominante que ha muerto… o quizá un matrimonio que ha fracasado. O también podría ser simplemente que la psicosis del asesino se ha desarrollado hasta un punto tal que está más allá de cualquier control externo. Si ése es el caso, entonces Dios ayude a la persona que estaba conteniéndolo. -Susanne se quitó las gafas. Los párpados caían pesados sobre sus ojos oscuros y su voz sonaba arrastrada por efecto de la fatiga, haciendo más pronunciado su acento sureño y tragándose los finales de las palabras-. Hay otra explicación, por supuesto…

Fabel continuó la idea antes que ella.

– Y esa explicación es que el asesino no ha estado inactivo durante los últimos tres años… Si no que nosotros no hemos encontrado a sus víctimas o no las hemos relacionado entre sí.

6

Jueves, 18 de marzo. 8:30 h

POLIZEIPRÄSIDIUM, HAMBURGO

Fabel se despertó temprano pero se quedó acostado, contemplando el techo atravesado por la lenta y vacilante luz de la mañana. Susanne estaba dormida cuando él regresó del Präsidium. La relación entre ambos había llegado a esa etapa incómoda en la que cada uno tenía las llaves del apartamento del otro, de modo que Fabel había podido entrar al piso que Susanne tenía en Övelgönne y meterse en silencio en la cama mientras ella dormía. El intercambio de llaves era un símbolo de la exclusividad de la relación y la autorización mutua a acceder al más personal de los territorios, pero todavía no habían tomado la decisión de vivir juntos. De hecho, ni siquiera habían hablado del tema. Ambos tenían sentimientos muy intensos sobre la privacidad y, por diferentes razones, habían cavado fosas invisibles alrededor de sus vidas. Ninguno de los dos estaba plenamente dispuesto a bajar el puente levadizo.