Выбрать главу

Se quedaron en silencio un tiempo, conmovidas por las vueltas que daba la vida y la desgracia de Penny.

– Supongo que querrás hablar con Quinn -dijo Lindy.

– Pero él no quiere hablar conmigo.

– No -dijo Lindy con una sonrisa pícara-. Oye, me alegro mucho por ti. Veo que has encontrado a un hombre verdaderamente interesante esta vez. La verdad es que estaba muerta de envidia anoche. Parecéis tan enamorados…

– ¿Enamorados? -preguntó Shelley sorprendida-. ¿Rafe y yo?

– Al menos eso me pareció. Os estuve observando mientras bailabais. ¿Así que no hay idilio? ¡Qué pena! ¡Es un hombre muy atractivo!

«¿Un idilio? ¿Con Rafe?», pensó Shelley. La idea de tener algo con él la atraía más de lo que quería admitir. No era una idea tan descabellada… ¿0 sí?

CAPÍTULO 8

ES UN hombre muy atractivo».

Las palabras de Lindy no se le fueron de la cabeza de en todo el día. Cada vez que Rafe se acercaba a ella lo presentía, no tenía ni que mirar para saber que estaba allí. Sentía su presencia y las mismas palabras volvían de nuevo a su mente: «Es un hombre muy atractivo».

Hasta una hora después de que hablara con Lindy no pudo conseguir hablar con Rafe en privado y contarle lo que había pasado. Lo afectó casi tanto como a ella, y eso que nunca había llegado a conocer a Penny. Reflexionaron sobre lo ocurrido durante algún tiempo, sabiendo que debían volver al trabajo pero resistiéndose a detener su conversación. Rafe acarició su mejilla mientras la miraba con compasión.

Shelley sabía que era mucho más que un hombre muy atractivo.

– ¡Mira! -exclamó él mirando hacia la puerta-. Es Matt. Supongo que ha decidido venir hoy en vez de tener que madrugar mañana.

– ¡No! -dijo ella agarrando angustiada la chaqueta de Rafe-. ¿Cómo voy a decírselo?

– ¿Decirle el qué?

Shelley lo soltó, dándose cuenta de su metedura de pata.

– ¡Dios mío! ¿Matt es el amigo del que hablabas? ¿Matt y Penny…?

Sacudió la cabeza desesperada, con los ojos cerrados y sintiéndose fatal.

– Se supone que tú no debías saberlo…

Pero era demasiado tarde. Y Matt se acercaba hacia ellos.

– ¿Qué pasa, hermano? Me alegro de verte -lo saludó Rafe.

Matt le dio un abrazo y sonrió a Shelley.

– ¿Mi chica favorita me va a dar un abrazo también?

– ¡Matt! -exclamó ella sin poder contener las lágrimas y abrazando a su amigo.

– ¡Eh! ¿Qué pasa? ¿Es que os han descalificado o algo así?

– Es mucho peor -dijo ella tomándole las manos y mirándolo a sus oscuros ojos-. Tengo malas noticias.

Rafe les hizo una seña para que lo siguieran y fueron los tres hacia el patio del hotel. Estaba vacío y pudieron hablar con absoluta privacidad.

De la manera más breve y concisa posible, Shelley le contó lo que sabía mientras Matt palidecía por momentos. Le dijo cómo se había enterado de ello y lo complicado que estaba siendo conseguir hablar con Quinn.

– ¿Y el bebé? -preguntó Matt tras escuchar a su amiga.

Shelley le explicó que nadie sabía nada de ello. Parecía que todo eran meras especulaciones.

– Es importante que encontremos a Quinn y poder así saber qué pasó verdaderamente.

Ella miró a Rafe. Había sido un alivio comprobar que a Matt no le había importado en absoluto ver que Rafe estaba al corriente de su secreto. Los dos hermanos estaban más unidos de lo que mucha gente pudiera pensar. Había tantas razones, especialmente por parte de Rafe, para que pudieran guardarse rencor que resultó sorprendente para Shelley el comprobar que no había resentimiento entre ellos. Esperaba que lo que veía fuera cierto y no fuera fruto de las buenas dotes interpretativas de Rafe.

Matt estaba muy impresionado. Rafe lo abrazó e intentó sonreír, pero no estaba preparado.

– Llevadme al piso de Quinn -les pidió Matt tras reflexionar sobre lo que acababa de oír.

– ¿Ahora mismo? -preguntó Shelley, preocupada por la competición.

Estaban terminando de prepararse para el ensayo final y no podía dejar solos a los otros miembros del grupo.

– Sí. Si vamos los tres juntos nuestras posibilidades de cazarlo si trata de huir aumentarán -dijo con seguridad Matt.

– ¿Qué te parece, jefa? -le preguntó Rafe.

Shelley se sorprendió al oír la palabra; se le había olvidado que era la jefa y que de ella dependía tomar la decisión. Lo más increíble era que Rafe delegara voluntariamente en ella. Se dio cuenta de que a los jefes siempre les tocaba tomar las decisiones más complicadas, pero la responsabilidad era suya si las cosas iban mal. Miró el reloj y suspiró. Tenía que arriesgarse.

– Muy bien. Voy a hablar con Candy. Pero tenemos que volver a las cuatro como muy tarde -anunció.

Se subieron en el coche de Matt, que estaba aún aparcado a la entrada del hotel. Condujo con rapidez pero con destreza, siguiendo las instrucciones que ella le daba. Matt se mantuvo callado y el corazón de Shelley palpitaba a toda velocidad, preguntándose qué planearía hacer su amigo para atrapar a Quinn. Todo estaba cambiando muy deprisa para ella.

Aparcaron lejos del edificio de Quinn. Salieron y comenzaron a andar hacia el portal.

– Voy a entrar en el aparcamiento y localizar su coche -anunció Rafe-. Al menos así esta vez no huirá en él.

– ¿Tienes el móvil encendido? -le preguntó Matt-. Te llamo en cuanto sepa qué pasa.

Rafe se separó de ellos. Shelley y Matt entraron en el edificio y ella le indicó la puerta que era. Ella llamó a la puerta con Matt alejado de la mirilla para no ser visto desde dentro.

– ¿Quinn? -lo llamó al no tener respuesta-. Soy Shelley Sinclair. Por favor, abre, sólo quiero hablar contigo un minuto.

Silencio.

Matt se acercó a la puerta y pegó la oreja. Con rapidez, sacó el móvil del bolsillo.

– Está saliendo por la ventana -le dijo a Shelley mientras esperaba que Rafe descolgara el teléfono-. Rafe, ha salido por la ventana y baja hacia donde estás. Vamos para allá.

Shelley sintió la adrenalina en sus venas mientras corrían fuera al encuentro de Rafe. Al dar la vuelta a la esquina se encontraron con Rafe y Quinn luchando frente a la entrada del garaje. Matt se unió y en poco tiempo lo tenían sujeto contra la pared.

Se miraron fijamente.

– ¡Hombre, Quinn! -dijo Matt finalmente-. ¡Cuánto tiempo sin verte!

Quinn no contestó. Era alto y delgado, y probablemente tuviera veinticinco o veintiséis años. Su pelo, largo, rubio y desaliñado, le daba un aspecto andrajoso. Su ropa también era vieja y extremadamente sucia.

– ¡Qué mal educado! -agregó Matt-. Deberías contestar cuando te hablan. ¿Necesitas clases de urbanidad?

Rafe forzó el brazo que Quinn tenía en su propia espalda y éste gritó de dolor.

– ¡Eh! ¡Déjalo ya! No hay necesidad de ponerse violentos -dijo Quinn.

– ¡Claro que no! -asintió Matt-. Porque me vas a contar todo lo que quiero saber, ¿verdad?

– Sí, tío. Todo está bien, Matt. Me acuerdo de ti. Hablaré contigo.

Matt miró a Rafe y se hicieron un gesto con la cabeza casi imperceptible. Era el tipo de comunicación muda que compartían los hermanos entre sí.

– Muy bien -dijo Matt-. ¿Por qué no empiezas contándome por qué has estado huyendo de Shelley?

– Lo siento, Shelley -dijo mirándola-. Hay que tener cuidado en este barrio.

Quinn estaba más tranquilo.

– Llevo tiempo yendo de un sitio a otro. Me he cambiado de piso tres, veces durante el último mes. No tengo ni idea de cómo me has podido encontrar.

– ¿De quién huyes?

– De los prestamistas. Me metí en muchas deudas y ahora intento salir de ésta sin que me rompan las piernas.

– Ya veo. ¿Y cuánto les debes? -preguntó Matt.

Quinn dudó por un momento y luego les dijo una cantidad que dejó a Shelley temblando. Matt vaciló un segundo, pero luego tomó un bolígrafo de su chaqueta.