– Dime sus nombres.
– ¿Para qué?
– Me voy a hacer cargo de esto -dijo Matt con gran seguridad.
– ¿Que te vas a hacer cargo de esto? -repitió Quinn incrédulo.
– Sí. Es lo menos que puedo hacer por el hermano de Penny -dijo mientras indicaba a Rafe que lo soltara-. Pero tú tienes que hacer algo a cambio.
– ¿El qué? -preguntó Quinn frotándose el brazo que Rafe le había estado agarrando.
– Tienes que salir de este sitio -comenzó Matt mirando a su alrededor-: Y alejarte de la gente que te mantiene atado a este tipo de vida. Si vienes a Chivaree te conseguiré un trabajo allí. Puede que incluso en Industrias Allman.
– ¿Chivaree? -exclamó horrorizado-. Ese sitio es un asco. Está en medio de la nada.
– Así es. Pero eso es lo que necesitas tú, una ciudad pequeña y tranquila. El tipo de sitio donde todos los vecinos te conozcan y te cuiden. Y se aseguren de que no te estás yendo por el mal camino. Es un sitio que curará tus heridas para que vuelvas a ser persona de nuevo. ¿Lo vas a hacer o no?
– ¿Y vas a pagar mis deudas a los prestamistas? -preguntó Quinn mientras se frotaba inquieto la nuca.
– Así es.
Matt hablaba con tal seguridad que no había lugar a dudas. Era un hombre de palabra. Quinn seguía nervioso e indeciso. Mirando a unos y a otros sin parar.
– De acuerdo. Voy a intentarlo -dijo a regañadientes.
Shelley observó toda la escena con el corazón en un puño. Por extraño que pudiera parecer, el ver a Matt siendo tan valiente, compasivo y magnánimo hizo que se sintiera aún más atraída por Rafe. Ella ya sabía que Matt era buena persona, pero ahora estaba convencida de que Rafe también lo era. Se sentía orgullosa de toda la familia Allman. De todos menos del padre, de quien podía prescindir fácilmente.
– Acabamos de enterarnos hoy de lo que le pasó a Penny -explicó Matt-. Lo siento muchísimo. No es justo.
Quinn asintió y bajó la cabeza, incapaz de hablar.
– Pero lo que quiero es que me digas qué ha pasado con el bebé -agregó Matt.
– ¿Bebé? -dijo Quinn levantando la cabeza-. ¿Qué bebé?
– Penny tuvo un bebé, ¿no es cierto?
Quinn se relajó. Era demasiado tarde para intentar mentirles sobre ello.
– Sí, es verdad. Tuvo un bebé.
– ¿Cuándo?
Al decirle la fecha, Matt hizo cálculos durante unos segundos.
– Eso fue unos seis meses después de que rompiéramos -dijo con solemnidad.
– Sí -le dijo Quinn mirándolo con media sonrisa-. Penny me dijo que tú eras el padre.
La cara de Matt reflejó un montón de emociones, ensombrecidas todas por el dolor.
– ¿Dónde está ahora? -dijo con voz áspera.
– No lo sé -se disculpó Quinn-. Se lo dio a alguien.
– ¿Lo dio en adopción? -preguntó Matt estupefacto.
– Eso creo.
– ¿Cómo se llamaba la agencia?
– No sé si lo hizo de manera oficial -explicó Quinn tras pensar un rato-. Estaba pasando un mal momento.
– ¿Qué demonios hizo con el bebé? -preguntó Matt de nuevo, intentando mantener la calma sin lograrlo.
– No lo sé, de verdad. Tuvo el bebé y luego desapareció. Ni siquiera llegué a verlo.
– ¿No encontraste nada entre sus papeles cuando Penny murió?
– Nada. Tiré la mayor parte de sus cosas, que no eran muchas. Si quieres puedes buscar entre lo que aún conservo. ¡Pobre Penny!
Se quedaron todos en silencio unos segundos, recordando a una mujer que murió demasiado pronto.
– ¿Fue niño o niña?
– No lo sé, Matt. Lo siento -confesó Quinn.
Shelley tosió. Odiaba tener que hacerlo, pero se estaba haciendo tarde y tenían que volver al hotel.
– Lo siento mucho, pero tenemos que volver para el ensayo general.
Matt se volvió hacia ella. Ni siquiera recordaba que estuviera allí.
– Muy bien -dijo dándole las llaves de su coche a Rafe-. Id vosotros dos. Yo aún tengo que conseguir algo más de información. Seguro que a Quinn no le importa llevarme luego al hotel, ¿verdad?
– Claro que no -contestó Quinn.
Rafe frunció el ceño. No le hacía gracia dejar a su hermano allí, pero no tenían otra opción. Habló con Matt en privado un minuto y luego se dirigió con Shelley hacia el coche. Lo miró a la cara y Rafe tenía una enorme sonrisa.
– ¿Qué es lo que-te hace tanta gracia?
– La vida misma -explicó él-. Aparece Matt y las cosas empiezan a encajar. Siempre ha sido así. ¡Es un tipo increíble!
Shelley lo miró asombrada. No parecía haber nada de envidia en sus palabras y no conseguía entenderlo. Era verdad que Matt siempre destacaba por ser un ganador, un gran líder y una buena persona. Pero ella se estaba dando cuenta de que Rafe era casi igual.
Lo cierto era que Rafe nunca había sido reconocido por esas cosas y, aún así, parecía no sentir resentimiento.
– Siempre ha sido tu héroe, ¿verdad?
– Sí.
Shelley suponía que era normal. Casi todos los chavales sentían admiración por sus hermanos mayores, pero Rafe ya no era un niño y la vida le había dado suficientes razones como para que ya no fuera así.
– Seguro que David te ve a ti de la misma manera.
– Lo dudo mucho.
– ¿Por qué?
Rafe hizo una mueca de disgusto. No estaba disfrutando con la conversación.
– Te mereces que te vea también como un héroe -continuó ella con firmeza.
– Para ti todo es color de rosa, ¿verdad? ¿Aún no te has dado cuenta de que normalmente no conseguimos lo que nos merecemos? ¿Que la mayoría de tus sueños se acabarán desplomando? -prosiguió él mientras observaba el tráfico-. Sólo te tienes a ti mismo. Es mejor no contar con los demás porque no tienes ninguna garantía de que no te vayan a fallar.
Se quedo quieta y callada. Por fin la verdad había salido a la luz y le daba la razón. Había un poso de rencor en el corazón de Rafe. Y, aunque intentara ocultarlo a toda costa, era un persona normal con sentimientos normales.
El ensayo general fue un auténtico desastre. Nadie recordaba bien sus textos. Algunas piezas del decorado se cayeron y el reproductor de vídeo no funcionó y, cuando lo hizo, todas las imágenes estaban fuera de lugar. Candy se acercó al micrófono para comenzar su intervención, pero tropezó y cayó al suelo tirando varias sillas. Al caer se agarró del mantel y tiró todo lo que tenían expuesto sobre la mesa. Dorie, tratando de salvar esas cosas, cayó también.
– ¿Por qué se caen todos? -dijo Rafe sacudiendo la cabeza-. A lo mejor deberíamos tener una ambulancia aquí durante la representación de mañana.
– Cuando el ensayo general va mal es porque el estreno va a ser un éxito, ¿no es eso lo que dicen? -dijo Shelley desesperada.
– ¡Claros Y Ratoncito Pérez te trae dinero cuando se te cae un diente -contestó él con escepticismo-. Ya veremos lo que pasa.
Todo el mundo estuvo muy apagado durante la cena. Matt no se unió a ellos, no tenía apetito, y Shelley lo entendía perfectamente. Ella, de haber podido, se habría escaqueado también. Pero era la jefa y tenía que estar allí.
Tras la cena, volvieron a la sala de conferencias para hablar de todos los problemas que habían surgido durante el ensayo. Eran casi las diez cuando dieron por concluida la reunión y se dirigieron finalmente a sus habitaciones. Shelley y Rafe subieron juntos en el ascensor.
– ¿Qué crees? -le preguntó ella-. ¿Aún hay esperanza?
La miró fijamente, pero no dijo nada.
– Estoy tan cansada… -dijo ella soltando una carcajada y cerrando los ojos-. Me siento como si los últimos días hubieran durado unos siete años.
– Lo entiendo.
– Eso de ser el jefe no es tan bueno como parece, ¿verdad?
– Tiene sus más y sus menos. Pero en general, prefiero estar al cargo de todo que tener que hacer lo que me digan otros.
Shelley abrió los ojos y lo miró. No estaba segura de si a ella le pasaba lo mismo. Llegaron a su planta y salieron del ascensor. Rafe la acompañó a su habitación.