Maldiciendo, Tate los trasladó aún más lejos del cuerpo cuando un fotógrafo acudió para tomar fotos.
– Las cosas no matan sólo por matar. Esto no tiene ningún sentido.
– Claro que lo hacen -dijo Xypher en tono seco-. Los demonios fueron creados para ser armas o instrumentos de varias entidades. Tienes al Caronte que sirvió a los atlantes… En realidad, eran una de las pocas razas de demonio que no siempre eran serviciales. Hasta que fueron derrotados y esclavizados, eran los amos de la tierra. Después están los gallu, que fueron creados para luchar contra los Caronte; y las Dimme, que fueron hechas a fin de que si el panteón sumerio era destruido y sus gallu con él, esencialmente se comieran el mundo y vengaran a sus amos muertos. Es lo que hace a la solitaria Dimme tan peligrosa. Todo lo que sabe es cómo matar. -Xypher echó una significativa mirada hacia el muerto del suelo.
Tate no pareció digerir bien las noticias.
– ¿Existen otros demonios en el mundo?
Xypher asintió con la cabeza.
– Cada cultura tiene su propio conjunto de demonios. Pero los que mencioné son con los que te enfrentarás en este asunto. -Xypher inclinó la cabeza hacia el cuerpo-. Es posible que un gallu lo atacara. Pero generalmente, los gallu son un poco más circunspectos. Saben cómo deshacerse de un cuerpo después de matar, o lo conservan para usarlo como zombi con algún propósito, tal como hacer salir a un adversario, o lo infiltran para conseguir más víctimas. Aprendieron hace tiempo que un zombi por lo general vuelve con la familia. Si lo siguen en su regreso, disponen de más alimento.
Tate gimió como si aquel conocimiento le causara dolor.
– ¿Estás seguro?
– A menos que sean renegados. O neófitos. Lo cual es lo que sería la Dimme. Estaría perdida en el mundo moderno y trataría de encontrar su propia tierra. Las Dimme y los gallu tienen una mentalidad de colmena. No les gusta funcionar independientemente. Tanto si es un gallu como una Dimme, deambula por las calles, buscando a otros de su clase y alimento… que sería de naturaleza humana.
De nuevo, Tate maldijo.
– ¿Cuánto tiempo ha estado fuera?
– Unas semanas.
– ¿Y se está alimentando ahora mismo?
Xypher se rió amargamente.
– Tuvo que llegar aquí desde Las Vegas. Imagino que hay otras víctimas a lo largo del camino.
Tate cambió una mirada asqueada con Simone.
– Y en todo caso, ¿cómo es que sabes tanto sobre demonios? -preguntó él.
Los ojos de Xypher destellaron con un brillante y llameante rojo.
– Yo soy uno.
Tate dio un paso atrás, tal como hizo Simone.
Incluso Jesse.
– Um, Sim -dijo Jesse, poniéndose detrás de ella-. Puede hacer esa cosa rara con los ojos porque es un dios, ¿verdad? Sólo se está quedando con nosotros sobre lo de ser un demonio…
Ella quería creerlo. Eso tendría sentido…
Pero cada instinto de su cuerpo le dijo que Xypher no tenía ese tipo de sentido del humor.
Los ojos de Xypher se aclararon volviendo a ese sobrecogedor azul.
– Mi madre era un demonio Sumerio a quien mi padre sedujo y fui criado con su gente, así que tengo un poco más de conocimiento sobre los gallu que la mayoría.
Simone se santiguó. ¿Iba en serio? Y con todo, sabía la verdad. Sólo quería oírselo decir claramente.
– ¿Eres es un gallu?
– Genéticamente hablando, sí. Pero no ansío o subsisto a base de sangre. Bueno, sólo la de mis enemigos.
Él es un demonio…
Simone no sabía por qué esto le era más difícil de aceptar que el que fuera un dios griego, pero lo era. Probablemente, debido a la reputación que tenían los demonios. Recordar que estaba atada a uno realmente no le sentó bien.
Echó un vistazo al cuerpo del suelo y tembló. ¿Habría hecho alguna vez Xypher eso a un inocente?
¿Era esto por lo que lo habían matado y lo habían condenado al Tártaro?
Fue entonces exactamente cuando se dio cuenta de lo poco que sabía sobre la criatura a la que ahora estaba ligada. De lo que era capaz.
¿Cómo había sido puesta su vida en sus manos tan insensiblemente?
Tate hizo un gesto hacia el cuerpo.
– ¿Puedes matar a lo que sea que hizo esto?
Xypher inclinó levemente la cabeza.
– Pero, ¿por qué debería?
Tate se quedó pasmado.
– Para poner freno a la muerte de gente inocente.
Xypher se burló.
– ¿Inocente? Aquel hombre del suelo era un violador y un asesino. Cuando te enteres de su identidad, vas a encontrarte con que se fue de rositas. Te aseguro que yo lo habría dejado muchísimo peor.
– ¿Cómo sabes eso? -susurró Simone.
Él le brindó una mirada tan fría que la heló hasta el fondo del alma.
– El mal conoce al mal, es como nos encontramos los unos a los otros, en caso de las Dimme, como evitas ser desbancado por un adversario más depravado.
Los ojos de Jesse se abrieron con respeto de par en par.
– Wow. ¿Entonces tú eres como el sabueso de Satán?
Xypher le miró divertido.
– Lucifer tiene a sus propios demonios a los que mandar. No soy uno de ellos.
– Gran lección de historia sobre demonios y sus hábitos alimenticios. -aplaudió Tate -. Así que, por curiosidad, ¿qué redacto en mi informe? ¿Ocasional matanza de demonio? Sí. Esto va a leerse realmente bien. -Se giró hacia Simone-. ¿Crees que puedo conseguir un trabajo como empleado de la limpieza con un título de médico?
Ella le acarició el brazo afectuosamente.
– Yo no mencionaría el título. Te haría demasiado cualificado para el trabajo. Pero si te hace sentir un poco mejor, no pienso que vayas a necesitar un trabajo cuando te envíen a Mandeville [5].
– Gracias, Simone. -Su tono era tan seco como el desierto-. Me acordaré de esto la próxima vez que me pidas una carta de recomendación.
– Y yo me acordaré cuando ejerzas de portero en Tulane. Veré si te ayudo a encontrar trabajo.
– ¡Uy! -Tate refunfuñó-. Eres cruel.
– ¿Oye, Doc? -Un policía entrado en años se acercó a ellos-. Los de homicidios quieren saber si estáis listos para levantar y trasladar el cadáver.
– Sí, está hecho. -Bajó la voz de modo que sólo Simone y Xypher pudieran oírlo-. Matanza hecha al azar por un demonio. Tal vez debería redactarlo sencillamente como un atraco que salió mal. -Hizo una pausa y miró Xypher-. ¿Estás seguro sobre la causa de la muerte?
– Cuando el cuerpo se levante dentro de poco y trate de matarte, tendrás tu respuesta.
Tate suspiró pesadamente.
– ¿Qué vas a hacer? -le preguntó Simone antes de que pudiera distanciarse.
Tate se encogió de hombros.
– No lo sé. No puedo destruir el cuerpo. A todo este asunto le espera pasar por un proceso judicial, seguido de un despido importante y humillación pública.
Xypher se rascó la mejilla antes de hablar:
– Por lo menos, córtale la cabeza. Me lo agradecerás más tarde.
Tate resopló.
– ¿Crees que un “oops” podría taparlo? -le preguntó a Simone.
– ¡Tate! -espetó ella, horrorizada al pensarlo-. Nuestra profesión ya tiene una reputación bastante mala. No puedes hacer algo así o nunca conseguiremos que se olvide.
– Trato de ser razonable. Sabes que el test ME no cubre exactamente esto. ¿Qué les dices a los estudiantes sobre las peculiaridades de nuestro trabajo?
– Nada. Simplemente les digo que hay algunas cosas que no pueden ser explicadas.
– Sí -dijo Tate con una risa nerviosa-, todo esto definitivamente se calificaría como de inexplicable. -Echó una mirada atrás, a Xypher-. ¿Hay algo que contenga al cuerpo, además de la decapitación o la absoluta destrucción?