Él se rió con sorna.
– Nunca dije que fuera estúpido. Obviamente. Si tuviera cerebro, no hubiera caído en las mentiras que me condenaron -él se volvió y empezó a alejarse.
Él maldijo cuando alcanzó el umbral.
– Ni siquiera puedo alejarme de ti -Echando la cabeza hacia atrás, fulminó el techo con la mirada- Te odio. Hades, bastardo -un músculo palpitó de furia en su mandíbula cuando se volvió hacia ella-Preferiría que me golpearan antes que estar retenido aquí de esta manera.
Bueno si eso no la pinchaba directamente en el centro. ¡Cómo se atrevía!
– No me daba cuenta que era tal fastidio para ti.
– Estás en mi camino, ¿no es así?
Ella cerró las manos en puños levantándolas a continuación y extendiendo sus dedos ante él como si le echara mal de ojo.
– Desearía que tú hubieses sido el único que estuviera mudo. No, devuélvelo. Me alegro de que no lo estés. Por que cada vez que empiezo a pensar en que eres un buen tipo o te gusto, tú abres esa boca tuya y me recuerdas que no lo eres así que gracias. Ahora, ¡Lárgate! -Lo empujó a través de la puerta.
Xypher abrió la boca para hablar, pero antes de que pudiera, le cerró la puerta en las narices y le pasó el pestillo. Entonces trasladó su cómoda al umbral, sólo para asegurarse que no pudiera abrir la puerta. Satisfecha, se inclinó contra la cómoda y se cruzó de brazos. Una ligera llamada sonó en la puerta.
– ¿Simone?
– Vete. Lejos -ella añadió un silencioso “idiota” al final de esa frase.
– No puedo. Moriremos si lo hago.
– Entonces puedes quedarte ahí en el pasillo hasta que me calme- eso era inmaduro, pero incluso así esto hacía que se sintiera mejor. Se lo merecía.
Eres tan infantil.
Quizás, pero algunas veces la inmadurez estaba llamada a serlo. Esta era una de esas veces.
Xypher se pasó una mano a través del pelo mientras luchaba por la urgencia de usar sus poderes para desintegrar la puerta. Podía sentir su sensación de satisfacción y esto lo molestó incluso más.
Incapaz de dejarla tener la última palabra, se manifestó justo en frente de ella.
Ella lo fulminó furiosa.
– ¡No, no lo harás!
– No puedes mantenerme fuera.
– Eres tan estúpido -Ella levantó las manos para forzarlo a retroceder, pero en el instante en que lo tocó, algo dentro de él se destrozó.
La atrajo contra sí y la besó con cada confusa emoción que sentía disminuir dentro de él. Mareado por ello, la sujetó contra la cómoda que había usado para mantenerle fuera. Cerrando los ojos, sintió cada pulgada de su cuerpo presionado contra el de él. Sus pechos eran suaves contra su pecho. Su respiración dulce y dando la bienvenida cuando el hueso de su cadera se rozó con la parte de él que estaba hinchada y dura y rogando por la suave parte de su cuerpo.
Simone no podía pensar correctamente con él besándola de esa manera. Sus manos se sentían tan bien vagando por su cuerpo mientras sus lenguas danzaban. Ella no había sido protegida en tanto tiempo… casi había olvidado la sensación de unos brazos fuertes a su alrededor. La esencia de un hombre mientras su barba le arañaba la piel.
Esto era el paraíso.
Y todo lo que ella quería hacer era tumbarse sobre él y cabalgarlo hasta que ambos estuvieran rogando piedad.
– Apártame, Simone -le dijo al oído, su voz rasgada
– ¿Es eso lo que quieres?
– No -gruñó él-, quiero desesperadamente estar dentro de ti. Quiero tu esencia sobre mi piel cuando pruebe cada parte de tu cuerpo hasta emborracharme de él.
Ella se estremeció. Ahora mismo, eso era también todo lo que ella quería. Pero ellos eran extraños y él era un demonio condenado.
Demonio, Simone… demonio.
Poniendo sus manos sobre sus hombros, ella lo apartó.
– No te entiendo.
Xypher se mordió una ácida réplica. En verdad, él no se entendía ni a sí mismo. No más de lo que entendía por que quería estar con ella con tantas ganas como tenía.
¿Morirías por mí? La voz de Satara lo asedió desde el pasado.
Y así lo hizo. Había dado su vida por ella y ella se había reído mientras él moría.
No se había sentido atraído por una mujer desde aquel día. Hasta ahora.
Acunó la cara de Simone en sus manos e inclinó su barbilla hasta que se encontraron sus ojos.
– Si tu amaras a alguien, ¿Harías que muriera por ti?
La confusión oscureció su mirada.
– ¿Qué?
– Responde la pregunta. Sí o no. ¿Harías que alguien a quien amaras muriera por ti?
– Toda mi familia se ha ido… ambas, en la que nací y la que me adoptó. Vivo con el temor de perder a cualquiera que tengo cerca. Diablos no, Xypher. Nunca le pediría a nadie que muriera por mí.
La alegría que esas palabras le trajeron a él era increíble.
– ¿Morirías por alguien a quien amaras?
– Por supuesto, ¿Tú no lo harías?
Xypher retrocedió cuando recordó el día en que lo habían arrastrado y matado. ¿Lo haría otra vez?
Él bufó ante la idea.
– Las personas no valen tu vida. Ese es un precioso regalo, y en vez de apreciarlo, se burlan de ti por sacrificarla. Deja de ser ingenua.
Simone se sobresaltó cuando se dio cuenta de lo que estaba diciendo. Alguien que había amado lo había traicionado. No le extrañaba que quisiera venganza.
– No todo el mundo despilfarra el amor, Xypher. Mi padre no se burló de mi madre cuando ella murió. Él se apenó más que nadie que jamás haya visto. Tanto que se suicidó cinco meses después.
Ella dirigió la mirada a la foto sobre el escritorio de ella con su madre, padre y hermano. Había sido tomada un mes antes de sus muertes. La felicidad en sus caras la perseguía a veces, y la confortaba en otras.
Esta noche la confortaba.
– Mi padre solía decir que la vida es lo que tú haces de ella. Hoy es el primer día del resto de nuestra vida. No puedes cambiar el pasado, pero el futuro no está escrito en piedra. Puedes efectuar un cambio allí. Sigue hacia delante sin odio o amor. Sigue adelante con propósito.
Él se volvió a ella tan rápido que ella jadeó.
– ¿Qué has dicho?
Ella intento recordar.
– Que hoy es…
– Eso no. La última parte.
Le llevó un Segundo recordar.
– ¿Sigue hacia delante?
– Sí. ¿Dónde lo has oído?
– Era algo que siempre decía mi padre. ¿Significa algo para ti?
Él bajó la mirada al escrito sobre su brazo.
– Es sólo un viejo dicho de los demonios Sumerios. Es casi como un grito de batalla que usaban. Nunca antes había conocido a un humano que lo usara.
Ella tocó el intrincado grabado que no podía leer.
– ¿Eso es lo que está escrito aquí?
– En parte.
– ¿Y el resto?
Él apartó el brazo lejos de ella.
– Esto es un recordatorio de lo que he tenido que pasar. Un recordatorio para no fracasar hasta que haya probado sangre.
– Xypher…
– ¡Simone! -la voz de Jess llenó la habitación antes de que entrara corriendo a través de la pared -¡Tienes que ver esto! -él cogió el cordón de las persianas y las abrió.
Simone trastabilló contra Xypher ante los helados ojos rojos fijos en ella.
CAPÍTULO 7
Xypher caminó instantáneamente entre Simone y la ventana donde Kaiaphas flotaba, mirándolos con odio. Su largo pelo negro se rizaba alrededor de una repulsiva cara cubierta de piel hervida.
Gritando, Kaiaphas intentó lanzar una ráfaga a través de la ventana, pero la sal desvió el golpe de viento de vuelta hacia él. La esquivó, después maldijo.
Él frunció los labios ante Xypher.
– No pensarás realmente que algo tan simple os salvará de mí, ¿verdad?
Xypher se rió lenta y maliciosamente.
– ¿Estoy ciego o esto acaba de patearte justamente el culo? Debe joder que algo como la sal te ataque. Supongo que eso sucede cuando eres en parte babosa.