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– Eso no era un manoseo, créeme. De haber sabido que estaba allí, habría marcado la diferencia.

Ella se giró entonces con furia en sus ojos.

– Tú… tú… ¡ugh!

– Yo no lo hice… -No podía usar eso porque lo había hecho-. Yo no sabía… -No, estúpido, tú sabes de qué está hablando. Diciéndole que no lo has hecho sólo la enfurecerás más.

– ¿Oops?

– ¿Oops? ¿Esa es tu respuesta?

– ¿Nena, no hay nadie más importante para mí en el mundo que tú?

– Sí, claro. No lo creo ni por un minuto. ¿Qué te crees? ¿Qué me caí de un camión de nabos?

– ¿Honestamente? Todo en lo que pensaba es en lo hermosa que eres. En cuánto deseo sentir tu piel contra la mía y en cómo jamás me he sentido antes atraído así por una mujer.

Ella se detuvo mientras se peinaba el pelo.

– ¿De veras?

– Sí. La noche pasada, hice un pacto con un demonio para hacerte feliz. ¿Crees que hago eso tan a la ligera?

Simone tragó cuando observó la copa. Y él lo había hecho para evitar preocuparla… La había ayudado a ella y a Gloria, y no había esperado pago o retribución por nada de eso.

– Sangraste por mí. -¿Cuántas mujeres podían decir eso acerca de los hombres en sus vidas?- Supongo que eso merece una pequeña reconsideración sobre mis últimas palabras. Lo siento si exageré.

Sonriendo, ahuecó su cara en las manos antes de besarla. Él se echó hacia atrás y le sonrió con malicia.

– ¿Eso se merece un poco más?

Ella inclinó la cabeza.

– Sigue jugando las cartas correctas y quizás. Pero no te hagas ilusiones y vengas a retozar en mis sueños. Si lo haces, quizás te castre allí.

Rechinando los dientes con una frustración no saciada, Xypher se frotó contra ella e inspiró su pelo lenta y profundamente.

– Sólo recuerda que me estás matando lentamente.

– Hay curas para eso.

– Sí, tú desnuda sobre la cama.

Ella le dedicó una amplia sonrisa.

– O podrías tomar el asunto en tus propias manos.

Él ahuecó la mano de ella en la suya y la apretó contra su hinchada ingle.

– Yo prefiero que tú me tomes en las tuyas.

Simone tragó ante la enorme sensación de él contra su palma. Él había dejado el botón superior de sus jeans abierto y su pulgar rozó el oscuro vello que corría bajando desde su ombligo hasta desaparecer bajo su cintura. Su aliento descendió hasta la cara de ella mientras sus ojos rogaban misericordia. Él se frotó muy ligeramente contra su mano y se estremeció.

– ¿Cuándo fue la última vez que estuviste con alguien? -preguntó ella.

– Hace siglos.

Su corazón palpitó ante el pensamiento…

La soledad de esa simple declaración la atravesó. Siglos sin ser tocado. Siglos de abuso.

Bajó la mirada al suelo donde él había pasado la última noche. Él no había preguntado nada y había esperado ser rechazado a cada oportunidad. Ser maltratado y herido.

Éste era un hombre que sabía tan poco de bondad que incluso el simple hecho de su existencia lo desconcertaba. Recordó la tortura que él le había mostrado, y se le rompió el corazón al pensar en él sin obtener jamás consuelo.

No quería ser otra persona que tomara algo de él sin dar. Ya era hora de que viera que había personas que no lo lastimarían.

Y antes de que pudiese detenerse, abrió la cremallera de sus pantalones.

Xypher maldijo de placer cuando ella lo tomó en su mano. Sus fríos dedos se deslizaron desde la punta de su pene, descendiendo todo el camino hasta la base antes de cubrirlo. Con la cabeza dándole vueltas, le inclinó la cabeza para probar su boca.

Eso era lo que él necesitaba más que nada. Ninguna mujer lo había tocado tan tiernamente. Sus amantes en el pasado siempre habían exigido. Sus necesidades y placer eran secundarios para ellas.

Pero Simone no pedía. Ella daba. Siempre.

Simone se quemó cuando la atravesó el deseo, pero esto no era por ella. Xypher la había protegido y quería agradecérselo.

Le bajó los jeans por las caderas antes de apartarse de sus labios y arrodillarse frente a él.

Xypher esperó a que ella se moviera, así que cuando lo tomó en su boca, aquello fue todo lo que pudo hacer para no gritar. Los escalofríos estallaron por todo su cuerpo cuando ella lo lamió poco a poco. Apretó los dientes ante la exquisita tortura mientras permanecía perfectamente quieto para ella.

La lengua lo lamía y se movía mientras su mano acariciaba su saco. Nada se había sentido mejor, jamás. Se inclinó hacia delante para apuntalar un brazo contra la cómoda de detrás de Simone y bajó la mirada hasta ella mientras le daba placer. Sus rizos marrón oscuro saltaban con cada movimiento de su cabeza

Pero lo que más le impactó fue el gozo en su cara…

Simone gimió ante lo bien que sabía. Ella podía sentir sus músculos tensándose y apretándose cuando él luchaba consigo mismo. Su respiración salía en entrecortados jadeos mientras le acariciaba suavemente el pelo con una mano.

Ella podía sentir literalmente cuanto significaba esto para él.

Cuanta felicidad le estaba dando por hacer ese acto tan sencillo.

Entonces con un fiero gruñido se corrió en su boca.

Xypher estuvo temporalmente ciego cuando un inimaginable placer lo inundó. Tuvo que inclinarse con ambas manos contra la cómoda para evitar caerse.

Mirando hacia abajo, vio a Simone mirarle con un atisbo de sonrisa en sus labios

– ¿Estás bien?

– No -farfulló él-. Estoy en éxtasis. Pasé volando el “bien” en el momento en que me tocaste.

Riendo, se levantó frente a él, forzándolo a apartarse de la cómoda.

Él la cogió en sus brazos y apoyó la cabeza contra la curva de su cuello de modo que pudiera inhalar la dulzura de su piel. Simone cerró los ojos cuando le pasó los brazos alrededor de sus anchos hombros y lo sostuvo cerca. Estaba tan calmado y apacible de esa manera… una completa contradicción con la bestia que la había empujado en el coche y después amenazado su vida.

Ella sintió sus manos en los muslos, levantando su falda hasta la cintura. Su lengua jugueteó con su piel mientras zambullía una mano bajo el elástico de sus bragas para separar suavemente los pliegues de su cuerpo. En el momento en que sus dedos la rozaron, gimió y tembló.

Pegándose a él, echó la cabeza hacia atrás cuando sus dedos la acariciaron y tomaron. Cuando deslizó uno dentro de ella, todo lo que pudo hacer fue quedarse en esa posición

Era extremadamente hábil con sus manos. Honestamente, había pasado al menos un año desde que había estado con un hombre. Había olvidado lo buena que era esa sensación.

– Córrete para mí, Simone -le susurró Xypher al oído-. Quiero ver tu placer.

Esas palabras la enviaron al límite. Incapaz de contenerse, se mordió el labio y gritó. Aún así, él continuó acariciándola y jugando con ella hasta que hubo exprimido la última pizca de su gozo. Con respiración entrecortada, no estaba segura de cómo sus temblorosas piernas podían sostenerla.

– Gracias -le susurró él al oído.

– No tienes que agradecérmelo, Xypher.

– Créeme, por esto, sí. -Le acarició la mejilla con los dedos-. Nadie ha tenido jamás piedad de mí, ¿por qué tú sí?

– Sé que vas a encontrar esto difícil de creer, pero por alguna razón que no entiendo, realmente me gustas… la mayor parte del tiempo.

Él sacudió la cabeza como si el mero pensamiento fuese incomprensible.

– Bueno, tú también quieres a Jesse. Obviamente tu gusto por los hombres deja mucho que desear.

– Obviamente -le sonrió ella, hasta que el reloj de pared dio la hora. Esto la hizo volver a la realidad-. Ahora, si no te importa, tengo una clase para enseñar en menos de una hora y necesito que te arregles para venir conmigo.

Él se rió con fuerza.

– Señora, ahora mismo podrías pedirme que me lanzara bajo un autobús para hacerte feliz y yo te obligaría.

Ella se unió a su risa.