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Los dos se inclinaron.

– Estoy aquí, Sim -dijo Jesse, con los ojos llorosos -, estarás bien. ¿Me oyes?

Ella lo miró fijamente con incredulidad

– Puedo ver las auras acerca de las que hablas, Jesse. La tuya es blanca. Es hermosa… como tú.

Jesse sorbió.

– Recuerda, mantente apartada de la luz. Aléjate, Sim. Aléjate de la luz. Estaré esperándote aquí mismo para escaparnos.

– No se está muriendo, Jesse. -Xypher tragó cuando el dolor lo golpeó duramente. Morir sería más fácil. Más agradable-. Se está convirtiendo en un demonio.

– ¡¿Que?!

– Me has oído.

Jesse gruñó en una voz que fue casi demoníaca.

– ¡Haz algo!

– ¿No piensas que haría algo si pudiera? No le desearía esto ni a mi peor… Oh, el infierno, sí lo haría, pero nunca se lo desearía a Simone.

Simone tiritó en el suelo.

– ¿Por qué tengo tanto frío?

La sangre del demonio infectándola, bajando el latido del corazón… Xypher le aferró el brazo con la mano y frotó la piel, tratando de calentarla.

– Sólo respira lentamente. No tomes ningún aliento profundo.

Por lo menos esperaba que fuera verdad. De repente, sintió una presencia detrás de él. Era de un poder absoluto.

Acheron.

Xypher miro sobre el hombro para verle parado ahí, observándolos.

– Espero que tengas algo que decir y que quiera oír.

Acheron bufó.

– Irónicamente nadie jamás quiere oír lo que tengo que decir sobre algo. Generalmente, discuten conmigo hasta tal punto de querer atravesarlos contra una pared… Optimistamente, tú no serás tan denso.

– No estoy de humor, Acheron. Dime que hacer para salvarla.

Acheron se adelantó para arrodillarse junto a Jesse. Sus ojos de remolinos de plata resplandecían en la débil luz.

– ¿Cómo te sientes? -le preguntó.

Los dientes de Simone castañeaban sin cesar.

– Enferma.

Él levantó la vista hacia Liza que se paraba lejos a un lado.

– Tal vez quieras conseguir un cubo o algo en caso de que necesite devolver.

Ella fue a buscar uno.

– ¿Es todo lo que harás? -gruñó Xypher.

Acheron se encogió de hombros.

– ¿Quieres las buenas noticias o las malas?

La ira lo atravesó tan ferozmente que quiso cortar la garganta del Atlante.

– No juegues ese juego conmigo, Acheron. Dime lo que necesito saber.

No pareció incomodarse por la amenaza de Xypher.

– Agradable tono. Deberíamos sacarle provecho y ponerte a grabar álbumes para Hallowen.

Xypher tuvo que contenerse para no atacar.

– Relájate -dijo Acheron calmadamente-, no está convirtiéndose.

¿Estaba loco? Por supuesto que se convertía. Estaba pálida y temblorosa. La frente estaba húmeda por el sudor…

– ¡Mírala! No está, exactamente, horneando galletas.

– Sí, pero tampoco es un humano que muta.

Un terror frío atravesó a Xypher. ¿Si ella no mutaba, entonces qué le sucedía?

– ¿Qué significa eso?

Acheron echó un vistazo a Jesse.

– ¿Nunca advertiste que ella no es como otras mujeres? ¿Esas cosas extrañas siendo atraídas hacia ella?

Simone gimió ligeramente.

– Yo no soy extraño -Jesse dijo defensivamente-. Pero, sí. Ella siempre ha sabido las cosas. Ha visto cosas que no debería. Acabamos pensando que era psíquica.

Acheron sacudió la cabeza.

– No. Siempre era mucho más que eso.

– Acheron -Xypher interrumpió-. Dime lo que pasa.

Acheron respiró profundo antes de contestar.

– Es mitad demonio, Xypher. Como tú.

Xypher dejó caer la mandíbula ante sus palabras. No era posible…

– Y un infierno, lo es. -Jesse dijo, con su voz rota-. No hay nada demoníaco en ella…

Acheron sujetó la muñeca y la levantó alto para que Xypher pudiera ver la mordedura de demonio.

– Huele su sangre, y sabrás la verdad. No hay error en esa esencia.

No obstante, Xypher se negó a creerlo.

– ¿Cómo podría ser un demonio y no saberlo?

– Sus padres la protegían de la verdad. -Acheron le quitó el brazalete que le había dado-. Esto no es más que cuero sencillo. La razón por la que se lo di fue para hacerle creer que sus poderes provenían de otra cosa y no de sí misma. La verdad es que es tan poderosa como cualquier demonio que hayas conocido.

– ¿Por qué no nos dijiste eso ayer?

– Porque su padre renunció a su vida para mantener sus raíces al resguardo de todos, incluso de ella. Para cerciorarse de que fuera escondida de todas las personas y criaturas que la pudieran utilizar o amenazar. ¿Quién soy yo para deshacer tal sacrificio?

– ¿Xypher? -Simone respiró-. Estoy asustada.

Acheron le tomó la otra mano.

– No lo estés. Tus poderes están siendo liberados. Eso es todo lo que pasa. Sé que duele, asusta y sacude. Pero no luches. Sólo respira profundamente, y deja que el poder fluya a través de ti.

Eso sólo hizo que Xypher se enojara más.

– Es fácil para ti decirlo. No tienes ni la menor idea de lo que está atravesando.

Acheron rió amargamente.

– Sí, a diferencia de ti, sé exactamente cómo se siente. Era humano cuando mis poderes divinos fueron liberados. Créeme, no fue agradable y tampoco lo será esto.

Eso le hizo olvidar su ira.

– ¿Qué puedo hacer?

– No la dejes sola. Necesitará a alguien que le enseñe cómo utilizar sus sentidos de demonio. Tú creciste con tus poderes, pero sabes cuan diferentes son de la funcionalidad humana normal. Eres el mejor maestro que ella podría tener.

Xypher maldijo al pensar en tener a alguien dependiendo de él. Él no era confiable. No sabía cómo funcionar así. Le espantó que quizás la corrompiera o la dañara a causa de su propia ignorancia. Necesitaba a un maestro mejor que él. Todo lo que conocía era el dolor y la traición. Cómo utilizar sus poderes para dañar a otros. Simone no era así. Ella era la bondad.

¿Cómo podría un animal como él enseñarle lo que necesitaba saber? Pero nunca lo admitiría ante nadie.

– Tengo mi propio orden del día aquí, Acheron. No puedo estar atado a ella.

– Tienes tres semanas para lograrlo. Por una vez, Xypher, piensa en alguien además de en ti mismo.

Curvó el labio ante las palabras de Acheron. Pensaba en otra persona, pero otra vez, nunca admitiría eso en voz alta.

– Preocuparme por alguien más es lo que consiguió maldecirme. Es un error que no quiero repetir.

Esos ojos de plata quemaron con una sabiduría antigua.

– Sabes que a veces repitiendo nuestros errores es como nos damos cuenta de qué falló la primera vez. Sabiendo eso, podemos arreglar el error y seguir adelante.

Xypher se burló de eso.

– Correcto, y la definición de la estupidez básica es seguir haciendo la misma cosa una y otra vez esperando un resultado diferente. No soy estúpido.

– No dije seguir haciéndolo -Acheron echó un vistazo al brazo del Xypher donde su voto fue marcado-. Sigue adelante con un propósito. Examina lo que falló y corrige ese error.

¿Por qué seguía volviendo a una sola frase?

Sigue con un propósito…

– Ayúdala, Xypher. En este momento ella te necesita más de lo que tú necesitas matar a Satara -Y con eso, desapareció.

Xypher se sentó en el suelo con las palabras de Ash sonando en su cabeza. Había verdad allí, pero la necesidad de venganza era tan fuerte…

Entonces recordó la manera en que Simone lo había tocado más temprano esa mañana cuando se había apiadado de su dolor. No le había pedido nada cambio.

Nada.

Xypher la recogió en sus brazos y la sujetó cerca.

– Estoy aquí para ti, Simone.

Simone apenas podía entender esas palabras mientras su cuerpo continuaba quemándola. Todo alrededor se sentía amplificado. Los colores, los olores, los sonidos… experimentó el mundo de una forma completamente nueva.

– ¿Cómo está? -La voz de Liza pareció venir de muy lejos.