Tipo O positivo. Ese era el tipo de sangre de Liza. Ella también tenía un leve murmullo en el corazón.
Y Jesse…
Supo sus debilidades, también. Los podía oler y probar, y una diminuta parte de ella quiso explotar esas debilidades. Eso la espantó por encima de todo.
– ¿Qué significa ser un demonio, Xypher?
– Tú no eres un demonio.
Levantó el brazo y miró fijamente su mano. Se parecía a su mano, mas sentía como si pudiera aplastar acero con ella. ¿Podía?
– Me siento tan poderosa.
– Es una ilusión.
¿Lo era? Pareció suficientemente verdadero. El pensamiento apenas se había completado antes de que sintiera un tirón en su estómago. Asió el cubo de Liza y vació el contenido de su estómago en el.
Cuándo terminó, ya no se sentía fuerte. Se sentía débil y sin valor.
– Quiero ir a casa.
Xypher cabeceó. Se detuvo para mirar a Liza.
– ¿Puedo quedarme otra vez con el amuleto? Aún tengo que entregarlo a Jaden o él tendrá mi trasero.
La renuencia se mostró en sus ojos cuando se lo quitó una vez más.
– Espero que esto no sea un error.
– Yo también -él estuvo de acuerdo.
Después de ponerlo en su bolsillo, Xypher tiró de Simone contra su pecho, y lo próximo que ella supo fue que estaba en su casa, en su cama. Él estaba todavía a su lado.
– Debes descansar.
– ¿Me sostendrás? -Xypher quiso maldecir por la ternura que esas palabras despertaban dentro de él. Debía ignorarla y a su conciencia.
Si solamente pudiera.
En vez de eso, se acostó al lado de ella en la cama y la atrajo hacia si.
– Descansa.
Ella se acurrucó contra él antes de cerrar los ojos y hacer lo que le sugería. No le tomó mucho tiempo caer en un sueño profundo y tranquilo.
Yaciendo así con ella, casi se sentía humano. ¿Cuán ridículo era eso? Ellos eran dos demonios ahora yaciendo juntos. Miró la foto de sus padres y se preguntó por lo que los habría unido para que intentaran vivir una vida humana normal.
En el retrato, se parecían a cualquier otra familia. Nadie habría adivinado jamás el secreto que escondieron.
Era un secreto que aún le podía costar la vida a su hija.
CAPÍTULO 11
Al anochecer, Xypher se paseaba por el pequeño apartamento, preguntándose si estaba cometiendo un error al quedarse con Simone. Por lo que sabía, su presencia aquí era una amenaza aún mayor para ella de lo que sería un baño de plomo.
Sintió el aire calmarse un instante antes de que Jaden apareciera. Sus ojos impíos eran una sombra peculiarmente vibrante de verde y marrón.
– Lo tienes. -Era una constatación del hecho, como si pudiera sentir el amuleto.
Xypher lo sacó del bolsillo y lo sostuvo en la mano. Su tamaño no era más grande que el de un cuarto de dólar, parecía una pieza de turquesa verde con una delicada filigrana en plata a su alrededor. Parecía tan inofensivo. Era difícil imaginar este objeto derribando a un dios, pero por otro lado, la sal era una sustancia completamente inocua que tenía el suficiente poder como para rechazar a un ejército de demonios.
– Lo tengo.
Jaden extendió la mano y esperó.
Xypher dejó caer el amuleto en la palma.
Inspirando profundamente, Jaden cerró la mano y lo sostuvo con reverencia. Cuando abrió los ojos, eran rojo sangre.
– Gracias.
El brazalete de oro cayó abierto y golpeó el suelo a los pies de Xypher.
– ¿Cómo lo hiciste?
Él se mofó:
– Como si fuera a explicarte la fuente de mis poderes a ti, demonio. Simplemente estate agradecido de haber realizado tu parte del trato.
Xypher podía sentir sus poderes creciendo con cada palabra que Jaden decía. Esto era lo que necesitaba. Lo que debía tener.
Echando la cabeza hacia atrás, Xypher se rió. Por primera vez en siglos, se sentía como el dios que era. Y con aquellos poderes llegó la lucidez repentina.
– Conocías la ascendencia de Simone…
Jaden se encogió de hombros.
– Por supuesto que la conocía. ¿Con quién piensas que negoció su padre para protegerla? Tomé su alma a cambio de ocultar sus poderes del resto del mundo.
Un temblor le bajó por la columna vertebral.
– Lo traicionaste al darle la ocasión de ser convertida.
Una pincelada de rojo veló los ojos de Jaden cuando lo fulminó con la mirada.
– No traicioné nada. Se expuso ella misma. Al ser mordida, deshizo el trato de su padre. En su momento, lo informé sobre los inconvenientes de mi protección. Él nunca pensó que entraría en contacto con otros demonios.
Pobre bastardo. Debería haber sabido que su hija encontraría el camino.
Sin embargo, no había sido a causa de Xypher, su secreto habría estado seguro para siempre. No tenía a nadie a quien culpar por la situación actual de ella, excepto a sí mismo, y se odiaba por su papel en la conversión.
– ¿Qué hay de la madre? -le preguntó a Jaden-. ¿También era un demonio?
– Era humana.
Esto lo desconcertó. Los humanos y los demonios rara vez se relacionaban, excepto en situaciones de combate, que casi siempre causaban la muerte del humano.
– ¿Cómo es que terminaron juntos?
Jaden puso el amuleto en su bolsillo.
– La madre de Simone fue un desafortunado error. Palackas, el padre de Simone, era un demonio atado que tropezó con ella una noche mientras llevaba a cabo un mandato para su amo. Una cosa condujo a la otra… Insertó la parte A en la ranura B, y se enamoró de ella, pero tal como era de esperar, su amo se negó a liberarlo. En lugar de acudir a mí, corrió tras la libertad para estar con ella. Su amo llamó a los sabuesos para perseguirlo y traerlo de vuelta, o matarlo. Lo buscaron durante años hasta que encontraron su olor aquí, en Nueva Orleans, porque la madre y el hermano de Simone retuvieron el olor del padre, los encontraron y los mataron en su lugar por accidente.
– ¿Por qué vivió Simone?
– A diferencia de su hermano, que heredó toda la humanidad de la madre, tenía los genes de demonio del padre. Lo suficiente para que su sangre poseyera una propia y única esencia, aparte de la del padre. Los Skili no estaban autorizados para matar a nadie excepto al padre, y por ello fue perdonada.
– Pero mataron a la madre y al hermano.
Jaden resopló.
– ¿Has conocido alguna vez a un Skili? Sólo porque parezcan humanos no significa que tengan un cerebro. Son perros. Todo lo que huelen es la sangre y la genética. Se creyeron que los dos eran el padre. El amo de Palackas quedó satisfecho puesto que pensó que sus muertes traerían a Palackas otra vez a casa.
Pero no lo hizo. El pobre hombre debió haber estado desorientado después de sus muertes y afligido no sólo por la pena, sino también por la culpa. Y el miedo de que su hija pronto se uniera a su esposa e hijo.
Los Skili eran una fuerza de rastreo de élite que era enviada para destruir a cualquier demonio que violara las leyes. Parte humano, parte sabueso, no tenían voluntad propia. Todo lo que hicieron fue rastrear y matar. Si Palackas no había sabido por qué Simone se había escapado, habría estado aterrorizado de que los Skili la encontraran a continuación.
– ¿Sabía su padre por qué no la mataron?
– No preguntó.
– Querrás decir que no se lo dijiste.
Jaden se encogió de hombros despreocupadamente.
– Me convocó para un trato. ¿Quién soy yo para disuadir a un demonio cuando éste me ofrece su alma? -Le lanzó una mirada penetrante a Xypher.
Xypher maldijo al recordar el trato que él mismo había hecho con el señor de los demonios.
– Mi padre se suicidó.
Xypher se giró ante el sonido de la voz calmada de Simone. Estaba de pie detrás de él, aferrada a la puerta, agarrándola tan fuertemente que podía ver como sus nudillos se volvían blancos. Su cara pálida lo preocupó.
Jaden no tuvo ninguna piedad con ella.
– Se mató para protegerte, niña, y apaciguar a su amo. Incluso si hubiera vuelto con él en aquel momento, habría ordenado que lo ejecutaran. Había estado demasiado tiempo alejado de sus obligaciones. Y además, todavía estaba el asunto de su preocupación por ti. La última cosa que tu padre quería era que también fueras capturada y convertida en esclava. Así que tomó su destino en sus propias manos y usó su fuerza vital para sellar nuestro trato.