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– ¡Bastardo! -Simone corrió hacia él.

Xypher la atrajo a su lado y la mantuvo ahí.

– No lo hagas, Simone.

– ¡Él dejó morir a mi padre!

Xypher podía sentir la angustia de su llanto, pero no cambiaba nada.

– No puedes atacarle, Simone. Te matará.

Una esquina de la boca de Jaden se arqueó hacia arriba.

– Y disfrutaré cada minuto de su muerte.

Ella arremetió de nuevo.

– Eres un monstruo.

– Puedo serlo. Pero prefiero el término… “intermediario”.

Gruñendo, luchó contra la sujeción de Xypher.

– ¡Fuera de aquí!

Jaden la reprendió:

– Y pensar que siempre había oído hablar de cuán maravillosa era la hospitalidad del Sur. Adivino que sólo es para los humanos. -Sus ojos desvaídos volvieron a su color normal-. Nuestro trato está satisfecho, Xypher.

Jaden golpeó ligeramente su hombro dos veces con el puño, hizo una breve, burlona reverencia y desapareció.

Simone se encaró con él.

– ¿Por qué no me dejaste arañarle los ojos?

– Porque te habría arrancado la cabeza antes de que consiguieras acercarte.

Ella sacudió la cabeza con incredulidad.

– Eres un dios. ¿Cómo de poderoso puede ser en comparación?

– Lo suficientemente poderoso como para matarnos a ti y a mí con nada más que un pensamiento.

Simone se detuvo cuando se dio cuenta de que no estaba bromeando.

– No lo entiendo.

– El universo tiene un orden, Simone. Al final del día, todos nosotros respondemos ante alguien. A pesar de que somos dioses todopoderosos, tenemos limitaciones. Una criatura como Jaden puede matarnos y absorber nuestros poderes.

– ¿Entonces por qué no lo hace?

– Mi suposición es que también tiene limitaciones respecto a lo que puede o no hacer.

– ¿Puestas por quién?

– Esa es la cuestión, ¿verdad? No sé la respuesta, y no conozco a nadie que la sepa.

Ella se enjuagó la esquina del ojo mientras le dejaba para mirar las fotografías de su familia que estaban sobre la repisa de la chimenea.

– ¿Crees que mi padre sabía y comprendía lo que hacía cuando convocó a Jaden?

– Probablemente. La mayor parte de los demonios lo hacen. Aún cuando nos educan conscientes del hecho de que es nuestro hombre del saco, Jaden, por lo general, explica los inconvenientes de un trato a aquellos que lo hacen. Puede no gustarme, pero por regla general, es justo e imparcial… aún cuando sea intolerante.

Simone giró el rostro hacia él.

– No te habló sobre el amuleto y lo que hacía.

Tenía razón. Jaden le había ocultado aquel conocimiento.

– No, no lo hizo, lo cual me dice que debe ser importante para él a nivel personal.

Simone apenas oyó aquellas palabras. Honestamente, a ella no le importaban Jaden ni sus deseos o penurias. Lo que le importaba era el hecho de que su familia había muerto.

Y él había tomado parte en ello.

Soy un demonio…

Aquellas palabras siguieron rondándole en la cabeza. ¿Cómo podía haber pasado esto? ¿Cómo podía no haberlo sabido? Sospechado algo…

– Hay un fuego especial dentro de ti, ángel -había dicho una vez su padre-. Un día lo entenderás.

¿Era esto lo que había querido decir?

Miró a Xypher, necesitando respuestas que dudaba que tuviera alguna vez.

– ¿Por qué se habría suicidado mi padre? ¿No habría sido una protección mejor para mí mientras estaba vivo?

– Estoy seguro de que pensó en el hecho de que no había sido capaz de proteger a tu madre o hermano.

– ¡Necesité a mi padre!

Xypher se estremeció. El dolor de su voz lo atravesó. Antes nunca había querido consolar a alguien, pero ahora mismo, hubiera dado cualquier cosa por aliviar la angustia que vio en sus ojos color avellana.

La envolvió con sus brazos y la abrazó estrechamente.

– Lo sé.

Ella meneó la cabeza contra su pecho.

– ¿Sabes lo herida que estoy de que Jesse viniera a mí y no mi familia? A lo largo de los años he visto a cientos de fantasmas. Pero nunca a mi madre o a mi padre. Nunca a mi hermano. ¿Es que no me amaron lo suficiente como para al menos decirme adiós?

Sus entrañas se estremecieron compadeciéndose por su dolor.

– Por supuesto que lo hicieron, Simone. ¿Cómo podrían no hacerlo? Tu padre murió para protegerte. Eso es auténtico amor verdadero.

– ¿Entonces por qué no han venido hasta mí jamás?

– No lo sé. No. Tal vez no han podido.

– Porque no se preocuparon.

– Estoy seguro de que no es así.

Simone quería creerlo, pero era difícil. Y en todos estos años, nunca había compartido sus sentimientos con nadie. Siempre los mantenía reprimidos donde quemaban su alma. Cerrando los ojos con fuerza, se obligó a parar estos pensamientos. Eran contraproducentes.

Lo hecho, hecho estaba

Seguramente Xypher tenía razón y habrían vuelto con ella si hubieran sido capaces. Pero todavía estaba esa parte en su interior que lo dudaba. Aquella parte de ella que sentía como si nadie la hubiera amado jamás.

Al menos Xypher estaba aquí.

Sus brazaletes ya no estaban. Podría marcharse en cualquier momento si quisiera, pero hasta ahora no lo había hecho.

Su estómago se removió por los nervios y la aflicción. Se retiró, asustada por la sensación.

– Todavía me siento enferma. ¿Cuánto va a durar?

– Hasta que te acostumbres a tus poderes. Imagino.

No le gustó como sonó eso. Quería algo concreto a lo que poder echar mano. Algo tangible.

– Puedo oír el latido de tu corazón. Jesse está en su cuarto con Gloria, enseñándole cómo jugar a Atari. Mi vecino de la derecha está peleándose por teléfono con su esposa, y mi vecina más reciente, la mujer de la izquierda, tiene hambre. ¿Cómo sé todo esto?

– Son tus poderes. Serás capaz de sentir a otra gente de una forma que nunca imaginaste.

– ¿Oiré sus pensamientos?

La sonrió afectuosamente.

– Sólo si piensan en voz alta. Pero serás capaz de sentir las emociones que la gente lucha por esconder. Esto te dirá más sobre la gente que cualquier otra cosa.

– ¿Se mitigará alguna vez el enorme dolor de cabeza?

– Con el tiempo.

Asintiendo con la cabeza, bajó la mirada y le tocó la muñeca donde solía estar el brazalete.

– Ahora estás libre de mí.

– Lo sé.

– ¿Entonces por qué estás aquí todavía?

Xypher vaciló. Era algo que se preguntaba. Pero no podía abandonarla. Era vulnerable y estaba sola, y habiendo estado él mismo así, no se sentía con el valor suficiente como para abandonarla.

– Necesitas ayuda.

– Puedo arreglármelas sola. Siempre lo hago.

– No tengo ninguna duda de que puedes. Pero me ayudaste cuando lo necesité. Te devuelvo el favor.

Simone apoyó la cabeza contra su hombro, realmente agradecida por el apoyo.

– Gracias, Xypher.

– No hay problema.

Ella le frotó el brazo mientras el total de los acontecimientos del día se desarrollaban en su mente.

– Puesto que ahora soy un demonio, ¿está Jaden por encima de mí?

– No. Siempre que poseas tu alma y no hagas un trueque con ella, nadie tiene poder sobre ti.

Se apartó para mirarlo.

– ¿Y si alguien toma mi alma?

– Nadie puede tomar tu alma sin tu consentimiento. Las almas no funcionan de ese modo.

Se alegró de saberlo. Si ser un demonio era lo bastante espeluznante, la idea de perder el alma era aún más aterradora. Dios, tenía tanto que aprender. Era como si naciera de nuevo. Había tanto sobre sí misma que no entendía.