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Quería aprender la profundidad de sus poderes y qué papel jugaba Jaden en el universo.

– Tengo una pregunta… Si Jaden es tan poderoso, ¿no podrías hacer un trato con él para matar a Satara?

Xypher le apartó el pelo de la cara.

– Jaden no funciona de esa manera. No tomará parte activa en nada. Más bien, proporciona los medios para que cada uno de nosotros realicemos nuestros deseos. Si necesitas más poder, lo encuentra. Si buscas un amuleto o un artefacto, entonces lo llamas. Como él mismo diría, es un medio para un fin, no un perro faldero.

– Entonces, ¿por qué no le has hecho abrir uno de los portales para ella?

– Se negó cuando se lo pedí.

– ¿Se negó? ¿Por qué?

– Puesto que Kalosis está controlado por la diosa Apollymi, supongo que sus poderes no funcionarían allí. Pero no lo sé. Podría ser algo tan simple como que no le gustó lo que yo iba a canjear. Jaden puede ser muy caprichoso a veces.

– No me parece justo.

– Dímelo a mí. -Miró alrededor-. Ahora, no sé tú, pero yo estoy hambriento.

Ella sonrió.

– Famélica. -De repente esa sonrisa se desvaneció-. No voy a beber sangre ahora, ¿verdad?

– Espero que no. Si es así, vamos a tener que aprender a sangrar a Jesse.

Jaden destelló detrás del árbol donde había sido convocado inicialmente. Como pensaba, Kaiaphas lo esperaba.

– Saludos, mi señor -dijo el demonio, inclinándose de modo respetuoso.

Jaden le elogiaría por saber cuándo arrastrarse. Pero el elogio no salvaría su culo.

– Hoy atacaste a tu hermano en campo abierto.

– Mi ama lo exigió.

Jaden lanzó su mano e inmovilizó al bastardo despreciable contra el árbol.

– Y por hacerlo así, deshiciste un trato que había hecho. ¿Sabes en lo que me convierte?

– No, mi señor.

– En un mentiroso. Y esa es una cosa que nunca he sido. -Jaden quería sangre por lo que había pasado hoy. Palackas había dado su vida en vano y esto había llevado a Jaden a un nivel de cabreo con el que no le gustaba actuar.

Pero aquel no era el lugar para exigir satisfacción sobre la muerte del demonio. Frustrado, liberó a Kaiaphas y le dejó que se retorciera en el suelo.

– No quiero a tus vírgenes. Puedes guardártelas.

– ¿Qué entonces, mi señor? Nómbrame tu precio y te lo entregaré.

– Hay un Dimme en esta ciudad. Tráeme su corazón.

– ¿Eso es todo?

– Confía en mí, es bastante.

Kaiaphas parpadeó cuando Jaden desapareció de su vista…

Un Dimme. Era más fácil decirlo que hacerlo. Primero, eran brutales y se rumoreaba que eran invencibles. No estaba seguro de si tenía incluso los poderes para mirar a uno.

Lamiéndose los labios, recordó su lucha del día anterior. La mujer…

Su sangre había mantenido al Dimme en su interior. Estaba seguro.

Quizás si entregaba su corazón a Jaden, sería suficiente. Después de todo, ¿no era un Dimme tan bueno como otro?

Chasqueando los dedos, volvió a Kalosis para preparar una incursión en su próximo ataque. Simone era médico forense…

Sonriendo, pensó en la manera de sacarla definitivamente de su casa.

CAPÍTULO 12

Simone estaba todavía tratando de orientarse mientras volvía a su dormitorio, pero era difícil. Todo parecía tan amplificado ahora. Cada ruido perforaba su oído. Las luces eran increíblemente brillantes, y podía oír el latido del corazón de Xypher compitiendo con el suyo. Era todo muy desconcertante.

Xypher estaba a su lado, y la estaba sujetando. Necesitaba su fuerte brazo para sostenerse. Pero el olor de su piel era obsesivo. También la hacía sentir hambrienta de su sabor, de una manera en la que nunca había querido a un hombre antes. Era casi como si fuera otra parte de ella. Una que era más valiente, más seductora…

Más hambrienta.

– ¡Simone!

Alzó la mirada mientras Jessi venía corriendo a la habitación a través de la pared.

– ¡Estás levantada! ¡Estás levantada! -Corrió hacia ella como un exuberante perrito.

En el pasado cuando solía hacer eso, corría a través de ella. Hoy, golpeó contra ella tan fuerte que Simone tropezó.

– ¿Qué…?

Xypher le echó una mirada entre mitad divertida, mitad diabólica.

– Puntos extra para tus nuevos poderes. Ahora puedes darle una bofetada cuando te ponga de los nervios.

– ¿Puedo tocar a Jesse? -Respiró las palabras, tratando de entenderlas completamente.

Girándose, se encontró con la mirada sorprendida de Jesse. En todos esos días, nunca habían sido capaces de tocarse. La mano le temblaba, la levantó para colocar los dedos contra su frío cuello.

Era sólido.

Jesse era real para ella. Podía tocarle…

Lágrimas inundaron los ojos de Jesse mientras posaba su mano sobre la de ella. Sollozando mientras las emociones la abrumaban, Simone le empujó a sus brazos y le sostuvo cerca.

– ¡Puedo tocarte!

Xypher cruzó los brazos sobre el pecho mientras la emoción perforaba su corazón como un cuchillo. No tenía razones para estar celoso de un chico fantasma punk y del modo en que ella le tocaba…

Quería arrancarle la cabeza a Jesse.

– Desearía haber podido tocarte así cuando eras pequeña, -suspiró Jess-. Todas esas veces que llorabas, todo lo que podía hacer era mirar y tratar de animarte haciendo muecas.

– Lo sé, Jesse. Lo sé.

Xypher odiaba admitirlo, pero era la manera en que se tocaban el uno al otro, y se dio cuenta de que los celos que sentía no eran porque otro hombre estuviera sosteniendo a Simone. Era el amor entre ellos dos, del uno por el otro.

Eran una familia.

A través de las duras y las maduras. No importa el qué, esos dos habían estado juntos y lo harían durante toda la eternidad. Nunca habría traición. Ninguna traición. Sólo querían amarse y ayudarse mutuamente.

Nadie le había amado nunca así. Y ellos no lo harían.

Ni una sola vez había sido tocado por una mano amante. De repente, se sintió como un intruso. Peor, no se sentía merecedor de ser testigo de algo tan prístino.

Dolorido por dentro, se giró y se encaminó a la cocina.

Simone sintió el aire conmoviéndose. Miró más allá de Jesse para ver a Xypher saliendo de la habitación. Había un aura de tal tristeza a su alrededor que le hizo sentirse dolida por él.

Se apartó de Jesse.

– ¿Va algo mal?

– No estoy segura. -Se alejó de su mano y siguió a Xypher para ver que había pasado.

– ¿Xypher?

Él se detuvo en el mostrador para mirarla. Sus apuestos rasgos eran estoicos, pero ella podía sentir la confusión interior.

– ¿Está todo bien?

Asintió.

– Estupendo. No quería miraros baboseándoos el uno al otro. Arruinaba mi apetito.

Si sólo ella creyera eso. Ahora entendía lo que él había querido decir más temprano sobre sus poderes. Tal incongruencia entre lo que sentía y veía era extremadamente desconcertante.

Se acercó a él.

– ¿Por qué estás herido por dentro?

– No estoy herido, sino hambriento. Deberías aprender a notar la diferencia. -Señaló el frigorífico sobre su hombro con el pulgar-. ¿No es la hora de comer?

Sacudió la cabeza mientras se daba cuenta de que estaba cambiando de tema. Algo le había hecho sentirse incómodo, y en vez de tratar con ello, quería comida.

Bien, podía arreglárselas con eso. Pero no era tonta.

– He dejado algo de ensalada de atún. Podemos hacer sándwiches.

– Me vale.

Simone sacó el pan.

– ¿Por qué no coges el recipiente del frigorífico por mi? Es el contenedor claro con la tapa blanca.

Jesse se les unió mientras ella cortaba las rebanadas de pan.

– ¿Sabías que Gloria estaba estudiando psicología?

Simone sonrió.

– No, ¿Cómo podría saberlo?

– Cierto, has estado fuera haciendo cosas con Xyper… volviéndote una demonio y todo. Actualmente Gloria, es una persona realmente estupenda, una vez que deja de burlarse de mi música.