Simone frunció el ceño al tratar de comprenderlo.
– ¿Para que querías comer semillas?
– Me habrían aniquilado por completo. Cada faceta de mi ser habría sido despojada de su existencia.
Simone emitió un jadeo ante el horror de lo que describía.
– ¿Por qué querrías algo así?
Él le tomó la mano y la frotó sobre las cicatrices que estropeaban su torso.
– No quería sangrar eternamente por algo que no había hecho. Estaba dispuesto a morir por ella y quería asegurarme de no sufrir eternamente.
Simone hizo una mueca por el dolor que sintió por él.
– No cumplió con su parte del trato.
– No. En vez de hacerlo, vino y se rió de mí por mi estupidez. -Sus ojos se volvieron rojos-. Incluso por un tiempo, les ayudó a torturarme. La miraba fijamente, deseando una parte de su carne con tantas ganas, que casi podía saborearla.
Simone se cubrió la boca con la mano al sentir bilis en la garganta.
– ¿Cómo pudo hacer algo así?
– Es una perra desalmada y ahora entiendes por qué no puedo volver al infierno y no llevarla conmigo. No soy el único hombre al que ha jodido, pero, por los dioses del Olimpo, quiero ser el último.
Sí, ahora lo entendía, pero el entendimiento no cambiaba el hecho de que no quería que resultara herido. O peor aún, muerto.
– Yo jamás te traicionaría así.
La mirada de él se suavizó, pero en lo profundo de sus ojos vio un atisbo de duda que la hirió.
¿Cómo podría ganarse la confianza de un hombre que había sido tan profundamente traicionado?
Simone recostó la cabeza contra la peor de las cicatrices de su torso y le puso una mano entre las suyas. De alguna manera se ganaría su confianza. Ya no estaba solo en esta lucha.
– Satara merece pagar por lo que hizo.
¿Cómo podía alguien, después de haber recibido tanto, volverse contra la persona que le había dado todo? Era cruel y aún más que cruel.
– Créeme, lo hará. Aunque tenga que descender al infierno y arrastrarla del pescuezo.
Simone sacudió la cabeza.
– Ahí está el pequeño rayito de sol que conozco tan bien. Siempre listo para animar a las personas.
– Vale, podría ser peor.
– ¿Peor, cómo?
– Honestamente, no lo sé. Pero es lo que dicen los humanos, por lo tanto, pensé que sería apropiado.
Simone se rió hasta que vio la escritura sobre el brazo.
– ¿Qué es esto?
Él le cubrió la mano con la suya.
– Es un recordatorio que escribí sobre el motivo por el que debo tener la sangre de Satara. Por el que no puedo abandonar mi búsqueda. Sin importar las tentaciones.
Simone aferró con su mano las palabras. Qué triste que las hubiera marcado ahí. Se preguntaba si habría alguna manera de borrarlas y reemplazarlas por algo más agradable.
Stryker se detuvo al avistar a su hermana escribiendo en el escritorio.
– ¿Qué estás haciendo?
Ella dio un salto, luego cubrió la hoja con un libro.
– Escribo una carta.
– ¿Para quién?
– Es personal. -Se puso de pie y se le acercó tranquilamente-. Tengo buenas noticias para ti. Los gallu han encontrado a la Dimme.
Stryker enarcó una de sus cejas con interés.
– ¿En serio?
Ella asintió.
– Una Dimme podría acabar con la Destructora, ¿no es así?
Esa era la teoría.
– La necesitamos.
– No… -dijo Satara con una sonrisa maligna-, tú la necesitas. Pero hay un pequeño inconveniente.
– ¿Y cuál es?
– ¿Recuerdas cuando Dionisio casi abre el portal hacia Kalosis y Apollymi envió su Caronte para detenerlo?
Por supuesto que lo recordaba. Apollymi había estado lívida ese día.
– Fueron enviados para evitar que Acheron muriera, pero sí, lo recuerdo. ¿Qué pasa con eso?
– No todos los Carontes sucumbieron. Parece que un gran número sobrevivió y ahora protegen a nuestra Dimme.
Stryker se atragantó.
– ¿Los Caronte están custodiando a una Dimme? ¿Es que se acerca el fin del mundo y se me pasó leer el memorandum? ¿Cómo demonios ha ocurrido?
– No estoy segura. Pero si alguien… -lo miró inquisitivamente- me prestara algunos de sus Daimons Spathi, yo podría ser capaz de coger a la Dimme. Después podemos usarla para acabar con mi asunto sobre Xypher y tu problema con la Destructora. ¿Qué opinas?
Sonaba como una buena idea, pero también una bastante arriesgada. A pesar de que sus Sphati estaban muy bien entrenados y eran asesinos sobresalientes, también lo eran los Caronte. Lo último que quería era mermar su ejército. Sin embargo, si pudiera asesinar a Apollymi y reclamar sus poderes como propios, valdría la pena perder algunas docenas de soldados.
– Muy bien, hermana. Tendrás los soldados que quieras. Tan solo recuerda que si fallas, toda la culpa caerá sobre tu cabeza. Yo no sé nada de este plan.
– No te preocupes, Stryker. No tengo intención de fallar. Y para mañana, nuestros problemas estarán resueltos.
CAPÍTULO 15
Xypher se despertó con la sensación más extraña de su existencia. Una mujer acurrucada contra él. Se quedó en silencio, tendido de costado, tan solo sintiéndola contra su columna. El brazo izquierdo de ella estaba acomodado sobre su cintura, y el muslo acomodado entre los de él. La mejilla reposaba sobre su hombro y su aliento le hacía cosquillas en la piel.
Cerró los ojos, saboreando cada matiz de su cuerpo contra el suyo. ¿Era así como se sentía ser humano? ¿Acaso los hombres tomaban esto a la ligera?
¿Cómo podían? Tener a alguien que confiara lo suficiente en ti como para reposar inconsciente a tu lado mientras tú hacías lo mismo, y ambos despertaban ilesos…
Esto era el paraíso.
No, Simone lo era.
¿Por qué no había nacido humano? Hubiera nacido en esta época para poder así estar con ella. El hecho de que no fuera posible era aún más cruel que la tortura que había soportado en el Tártaro. Quería internarse en ella y quedarse allí para siempre.
Pero no estaba destinado a suceder y por mucho que soñara no cambiaría el hecho de que una vez que este aplazamiento terminara, él estaría de regreso en el infierno, donde los recuerdos de ella lo torturarían para siempre.
¿Cómo haría para soportarlo?
Con su corazón hecho trizas, se giró lentamente para no lastimarla. Ella se quejó en sueños, hasta que se movió y le pegó con el codo en la nariz.
– ¡Ouch!- Él se frotó el tabique de la nariz y pestañó para contener lágrimas involuntarias.
– Voy a hacerte pagar por eso, – le susurró contra la piel.
Retirando el cobertor miró su cuerpo desnudo. Sus curvas exuberantes y llenas, sus pezones ligeramente arrugados, sus labios encendidos e inflamados, y sus piernas ligeramente apartadas. Lo suficiente para que él pudiera ver que aún estaba húmeda. Era la perspectiva más incitante que él hubiera contemplado en su vida.
El ceño volvió al rostro de ella antes de que cogiera la sábana para cubrirse y se volviera para esconderse en ella.
Xypher se rió. Ella era realmente gruñona por la mañana. Toda esa palabrería de comenzar el día con un propósito. Más bien lo comenzaba con un puchero. Divertido, se inclinó para mordisquear la parte inferior de su pecho.
A Simone la despertaron los pequeños lametones que causaron que su estómago se contrajera y su cuerpo se derritiera. Abriendo los ojos, vio a Xypher observándola con tanta intensidad que le quitó el aliento.
– ¿Qué estás haciendo?
– Te estoy lamiendo, -le dijo, antes de introducir un pezón profundamente en su boca,-no hay manera de que este tan cerca de ti sin tocarte. Además, estás en deuda conmigo, por mi reciente contusión.
Ella se frotó los ojos.
– ¿Reciente contusión?
– Mi nariz. Me golpeaste mientras dormías.