Выбрать главу

Ella arrugó la nariz ante la idea.

– Eso es asqueroso.

– Vale, entonces usa gafas oscuras y di que tienes una infección ocular.

Ella le mordisqueó la incipiente barba.

– Sabes, esa idea no está tan mal.

– Por supuesto que las gafas no serán de mucha utilidad cuando te broten cuernos en la cabeza y alas en la espalda, pero…

Ella emitió un chillido.

– ¡Eso no me pasará!

Él sonrió malignamente.

– No. Pero la cara que pusiste valió la pena.

Riendo, ella lo empujó de vuelta a la cama.

– Está decidido, voy a apalearte hasta que lo lamentes.

Xypher se congeló al tiempo que se preparaba para la agresión.

Pero en vez de causarle dolor, ella le hizo cosquillas. A él le llevó varios segundos darse cuenta de sus intenciones. Para cuando lo comprendió, ella hacía un puchero.

– No tienes cosquillas. Vale, eso apesta. -Ella se apartó y cruzó los brazos sobre el pecho, ocultando los senos que el adoraba atormentar.

– Lo siento, -le dijo, intentando animarla. -Si te hace feliz, pretenderé que las tengo.

– No, está bien. Supongo que no se puede tener todo. -Ella se detuvo en el borde de la cama. -Pero tú te acercas bastante.

– ¿Me acerco a qué?

– A ser perfecto. Sólo que tú eres mejor que eso, Xypher. Tú, eres extraordinario.

Xypher se quedó inmóvil mientras ella lo abandonaba para ir a ducharse. No podía respirar, mientras esas palabras se hundían en su conciencia. Ella cree que soy extraordinario…

Nadie jamás, había pensado tal cosa sobre él. Dolor en el culo. Grosero. Violento.

Pero extraordinario…

Esa revelación le sacudió como un golpe en las entrañas.

Al tiempo que se levantaba, Jesse apareció en la puerta con una mirada de consternación en el rostro.

– ¿Cuáles son tus intenciones?

– Levantarme de la cama para ducharme y vestirme.

Los ojos de Jesse se estrecharon.

– Eso no. Me refiero a mi chica. Ambos habéis estado encerrados aquí dentro como dos conejos cachondos durante toda la noche, y antes de que le rompas el corazón, quiero saber si tienes intenciones de hacer las cosas bien con ella. ¿O acaso necesito reclutar algunos demonios para patearte el trasero?

Le gustaría ver a Jesse intentarlo, de hecho pagaría para verlo. Pero a pesar de que le ofendía que el fantasma pensara así, no esperaba menos de Jesse, ya que sólo pretendía proteger a Simone.

– Yo nunca la lastimaría, Jesse. Ni a ti. Pero no puedo quedarme aquí y tú lo sabes, así que no me hagas sentir peor de lo que ya me siento, acerca de abandonarla.

Jesse frunció el ceño.

– Eres un tío bastante decente bajo toda esa fanfarronería, ¿no es así?

– No. Aún soy el mismo bastardo enojado que vendería el corazón de su propia madre para hacerle pagar a Satara. Nada ha cambiado.

– Excepto que tú la amas.

Él tuvo que contener la sorpresa dentro de él antes de traicionarse a sí mismo. No le interesaba facilitarle ese conocimiento ni a Jesse ni a nadie más.

– No sé de qué estás hablando.

Jesse resopló.

– Sí que lo sabes. Puedo sentirlo y tú sabes que puedo.

Y él odiaba eso. Pero no había nada que hacer al respecto. Por lo tanto estrechó su mirada hacia Jesse.

– No te atrevas a decírselo a Simone.

– No te preocupes. No me corresponde. Pero si fuera tú, se lo diría antes de que sea demasiado tarde.

Eso era mucho más fácil de decir que de hacer.

– ¿Qué sabrás tú al respecto?

– Soy un fantasma, Xypher. Pensé que tenía todo el tiempo del mundo, para decirles a las personas lo que sentía por ellas, y para construirme un futuro. Pero en un segundo, el conductor de un camión de cemento bajó la vista para cambiar su estación de radio, zigzagueó hacia mi coche, y en un abrir y cerrar de ojos, lo perdí todo.

Él apartó la mirada, pero aún así Xypher vio el dolor reflejado en sus ojos.

– El último recuerdo que tengo es de mi novia abrazándome mientras la lluvia caía sobre nosotros, mezclándose con mi sangre que se derramaba sobre ella. Me decía que me amaba y me suplicaba que no muriera. Yo no me quería ir.

Su voz se quebró a causa de las emociones que intentaba esconder, pero Xypher las sintió y las vio de cualquier modo.

– Hay tantas cosas que quería decirle, pero los escombros me habían aplastado la tráquea y yo no podía emitir una sola palabra. Intenté con todas mis fuerzas quedarme con ella, pero no estaba destinado a suceder… ni siquiera pude levantar mi brazo para tocarla una última vez.

Su mirada se encontró con la de Xypher.

– Por eso, sí, tengo un mejor entendimiento de tu situación del que tienes tú. He estado ahí, lo he vivido, y aún me carcome por dentro el hecho de que nunca le dije a Julie cuanto la amaba. Me hubiera llevado tan sólo tres segundos. Tres segundos, que ruego a dios, poder recuperar. Piénsalo. -Jesse se desvaneció de la habitación.

Xypher se sentó en silencio al darse cuenta de que para ser un chico, Jesse era mucho más sensato de lo que él hubiera creído. El problema era, que las cosas no son tan simples. ¿De que serviría decirle a Simone que la amaba sino podía quedarse? Tan sólo la lastimaría más y eso era lo último que él quería.

No. Lo mejor era guardarse ese amor para si mismo. Encerrarlo dentro suyo, donde sólo lastimaría a una persona, a él. Lo prefería de ese modo.

Obligándose a salir de la cama, fue a la ducha a unirse con ella.

– No volviste a soñar anoche, ¿verdad?

Xypher pausó su afeitada para mirar a Simone en el espejo.

– ¿Cómo te diste cuenta?

– Lo estuve pensando mientras me duchaba, no estoy segura porqué, pero se me cruzó ese pensamiento. ¿Soñabas cuando estabas en el Tártaro?

– No. Hades me quitó esa habilidad para que no pudiera usarla como una vía de escape a mi tortura.

– ¿Crees que sea la razón por la que no has soñado aquí?

Él enjuagó la navaja en el lavabo.

– Jaden restituyó todos mis poderes. Debería ser capaz de soñar sin inconvenientes.

Ella se paró a su lado.

– ¿Has intentado soñar?

¿Cómo podría explicarle, que él estaba viviendo el mejor sueño posible, estando ahí con ella?

– En realidad no.

– Tal vez sea eso. Quizá tan sólo necesitas intentarlo.

Cómo deseaba que fuera tan fácil. Habían más razones para que él no estuviera soñando, pero no quería pensar en eso ahora.

En lo único que quería enfocarse era en ella. Él le besó la mano y retomó la tarea de afeitarse.

A pesar de que ya no estaban unidos por las esposas, Xypher pasó el resto del día con Simone. Se dijo a sí mismo que iría tras Satara al día siguiente. Tan sólo quería un día más junto a la mujer que lo hacía reír.

Una mujer que pensaba que él era extraordinario…

Jesse y Gloria se unieron a ellos después de clase, mientras recorrían a pie el Distrito Francés y cenaban en el Restaurante Alpine.

– ¿Has vivido siempre aquí?- le preguntó, mientras caminaban entre las tiendas de Royal Street, de regreso a su apartamento.

Ella sonrió.

– Así es. Excepto por el tiempo que pasé en el hogar para huérfanos luego de que mis padres murieran.

– No mencionas mucho a tus padres adoptivos.

Ella enlazó su brazo con el de él mientras caminaban.

– Carole y Dave. Eran personas maravillosas. Querían hijos propios, pero Carole no había sido capaz de concebir. En un principio, querían adoptar un bebé, pero finalmente se rindieron y decidieron acoger niños mayores. Yo era la menor de los cuatro que adoptaron.

– ¿Entonces tienes hermanos?

– En realidad no. Mis hermanos adoptivos ya se habían marchado de la casa cuando yo llegué. Intercambiamos tarjetas navideñas, pero para ser honestos, somos prácticamente desconocidos. Lo único que teníamos en común eran los O’Learys. Y a ellos sí los extraño un montón. Cada vez que me ponía triste, Carole me llevaba a Fifi Mahoney’s donde me probaba pelucas y jugaba a maquillarme. Ella podía iluminar una habitación entera con su sonrisa.