Выбрать главу

El águila arpía se dejó caer a través de ramas cubiertas de flores, lianas y todo tipo de insectos escondidos en la maraña de la vegetación. Lejos, debajo de él escucho el suave llamado de una rana de árbol llamando a un compañero y luego una más gruesa, muchos más sonidos chirriantes se sumaron al coro. Un trino casi electrónico se unió a la sinfonía cuando miles de voces diferentes se elevaron en un crescendo yendo abruptamente a un silencio poco natural, escalofriante cuando el depredador se acercó, y luego de pasar por encima.

El cielo oscuro de la noche giro a un suave color gris paloma cuando el alba entró sin ser sentido, escabulléndose el reinado poderoso de la noche. El águila arpía se dejó caer en el pabellón bajando en espiral en el claro donde la casa de rancho estaba situada. Con su visión aguda él podría ver al río correr como una cinta gruesa que dividía la tierra. Cuestas apacibles cedieron el paso crestas empinadas, barrancos profundos que cortan por el bosque. Árboles y vegetación serpenteaban a través del rocoso suelo, un enredo oscuro crecía determinado a reclamar lo que había sido tomado.

Limpias vallas dividían las cuestas y mientras el pájaro volaba sobre los barrancos y los valles, cientos de ganado se veían como puntos en las praderas. A medida que la sombra del ave pasaba sobre ellos, levantaban la cabeza con agitación, temblando, golpeándose entre sí mientras se movían hacia atrás y hacia delante tratando de encontrar el peligro que olían.

El águila voló sobre varios campos, y al menos un acre de jardines, todo bien atendido como Zacarías había llegado a esperar de la extensa familia que le servía. Todo estaba limpio y su conservación era meticulosa, todas las tareas hechas con su mejor habilidad. Pastos y campos dieron paso a los grandes corrales donde los caballos se volteaban y levantaban la cabeza con inquietud mientras volaba sobre ellos. Debajo de él, el rancho se presentaba ante él como una imagen perfecta que no podía apreciar.

Cuando se acercaba a la cuadra, una oleada de calor se deslizó a través de sus venas. En el interior del cuerpo del ave, en la que no debería haber sentido nada en absoluto, su corazón dio un tartamudeo desconocido. El extraño aleteo casi lo noquea en el cielo. Naturalmente cauteloso, Zacarías no se fiaba de lo que no entendía. ¿Qué podría enviar el calor que se precipitaba por sus venas? Estaba cansado de la larga batalla, el largo vuelo, y la pérdida de sangre. El hambre palpitaba con cada latido de su corazón, agarrando y rastrillando por la supremacía. El dolor de las heridas que no se había molestado en sanar, rasgaba en él como un martillo neumático siempre presente, perforando a través de sus huesos.

Semanas antes había estado tan cerca de convertirse en vampiro, el deseo de aliviar el vacío era tan fuerte en él, la negrura de su alma sin el menor alivio, que su reacción ahora no tenía ningún sentido. Él estaba en peores condiciones. Hambriento de sangre. Más muertes manchaban su alma. Sin embargo, aún había una reacción extraña alrededor de su corazón, el calor pulsando a través de sus venas de anticipación. ¿Un truco entonces? ¿Un atractivo señuelo de un vampiro? ¿Que estaba faltando?

El águila arpía poco a poco dobló sus dos metros de envergadura, sus garras tan grandes como las garras de un oso pardo se clavaron profundamente en el techo del establo, mientras que las plumas en la parte superior de su cabeza, formaron una gran cresta. El gran depredador estaba completamente inmóvil, los ojos afilados se movían sobre el terreno a continuación. Tenía una asombrosa visión dentro del cuerpo de la arpía y su audición se enfocaba aún más por la concentración de las ondas de sonido hecho por las plumas más pequeñas que conforman su disco facial.

Los caballos en el corral a poca distancia reaccionaron a su presencia, sacudiendo las cabezas, moviéndose sin cesar y agrupándose juntos con fuerza. Varios relincharon en señal de peligro. Una mujer salió del establo debajo de él, un gran caballo tras ella. Inmediatamente su mirada se fijó en ella. Tenía el cabello largo hasta la cintura, recogido en una trenza que era tan gruesa como su muñeca. La cuerda larga de pelo atrajo su mirada. Cuando ella se movía, los hilos tejidos brillaban como seda hilada.

Zacarías veía en colores vagos de gris y embotado blanco durante siglos. Su trenza era fascinante porque era un verdadero negro. Él estaba casi hipnotizado por el largo, pelo negro, los hilos que brillaban incluso sin el sol. En algún sitio, alrededor de lo que sería su vientre, su estómago dio una lenta voltereta. En un mundo donde todo era lo mismo y nada lo movía, la pequeña sensación ascendió como una bomba. Por un momento él perdió su respiración, sacudido por el fenómeno extraño.

El caballo que seguía a la mujer no usaba ninguna silla de montar o freno y una vez que emergió del edificio, comenzó a bailar con inquietud agitado, sacudía la cabeza, rodaba sus ojos mientras que circundó a la mujer. Los caballos eran de Paso peruanos criados en línea pura, una casta reconocida no sólo por sus pasos naturales, sino por el temperamento también. La mujer echó un vistazo hacia los caballos que corrían en círculos en corral-era inusual que estuvieran nerviosos-y después levantó una mano para calmar a la mitad de los caballos que se alzaban cerca de ella. Ella puso su mano en su cuello y miraba al águila arpía sentada todavía tan tranquila en la azotea.

Esos ojos color chocolate oscuro penetraron derecho a través de las plumas y los huesos del águila, directamente a Zacarías. Sintió el impacto como una flecha en su corazón. Margarita. Incluso desde la distancia pudo ver las cicatrices en el cuello, donde el vampiro le había arrancado sus cuerdas vocales, porque ella se negó a delatar el lugar de descanso de Zacarías a los no-muertos. Ella una vez había sido una joven despreocupada, o él la había imaginado así, pero ahora, alguien la estaba utilizando para atraparlo.

Todo tenía sentido ahora. La obligación de venir a este lugar, a pensar en él como en casa. ¿Estaba poseída por un vampiro? Sólo un maestro puede tejer y mantener un hechizo juntos, sólo un maestro como sus viejos enemigos, los hermanos Malinov. Los cinco hermanos se habían criado con él. Habían luchado juntos lado a lado durante casi 500 años. Sus amigos habían elegido ser vampiros, renunciaron a sus almas en su sed de poder. Ellos habían elegido reunir a los no-muertos en una conspiración contra el príncipe y el pueblo de los Cárpatos.

Dominic había descubierto el último complot y se quedó para ayudar a defender las propiedades de los De La Cruz en Brasil. Sabiendo que los vampiros probaban su plan de ataque en el rancho antes de golpear al príncipe, Zacarías había estado esperando por ellos. Ningún vampiro se había escapado con vida. No había ninguno que volviera para contar a los Malinov que su plan había fracasado.

Zacarías sabía de la ira de los Malinov y su odio amargo e implacable contra él y sus hermanos. Sí, muy bien podría ser el rembolso por la derrota del ejército Malinov, pero ¿cómo han llegado hasta aquí, antes que él? No tenía sentido, tampoco.

El águila arpía sacudió su cabeza como si se librara de pensamientos perturbadores. No, era imposible para ellos que consiguieran reunir otro ataque tan pronto. En cualquier caso, los caballos apenas toleraban su presencia, ellos nunca permitirían al mal tocarlos y Margarita acariciaba el poderoso cuello.

No había ninguna posesión.

Zacarías se preguntó por la extraña sensación en su pecho. Casi alivio. Él no quería tener que matarla, no cuando ella casi había sacrificado su vida por él una vez. Aún era incapaz de sentir, cualquier emoción en absoluto. ¿Por qué tenía esta agitación extraordinaria en su cuerpo y mente por volver a este lugar? Nada de esto tenía sentido. Dobló su vigilancia, no confiaba en lo desconocido.