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«El amor de una madre es la magia más sagrada de todas», me dijo Epona. «Recuerda eso en el futuro, Amada. El amor maternal tiene el poder de sanar y redimir».

De repente, me quedé completamente helada. ¿Qué quería decir Epona? ¿Acaso Myrna iba a sufrir algún daño?

«Descansa tranquila, Amada. Tu hija está a salvo».

Sentí un alivio tan intenso que me puse a temblar. Entonces sentí algo más, y el temblor se convirtió en un estremecimiento.

– ¿Rhea? ¿Te encuentras bien? -me preguntó ClanFintan, que sintió el cambio.

– Estoy cansada -mentí. Mi voz sonó tan débil que me sorprendió.

– Deberías descansar -dijo él. Entonces, miró a Alanna, que dejó de bailar con los colibríes y las ninfas y vino corriendo hacia nosotros-. Rhea tiene que descansar -le dijo.

– Por supuesto -respondió Alanna con la voz entrecortada, mientras se frotaba con suavidad el vientre hinchado. Después dio unas palmadas, y cuando las ninfas la miraron, les indicó que se retiraran-: La diosa sabe que su Amada debe descansar -dijo.

Yo les di las gracias a todas ellas por los cánticos y la alegría con la que habían recibido a mi hija. Las ninfas se marcharon entre risas y bendiciones para nosotros, y a los pocos instantes, quedamos a solas, ClanFintan, Carolan, Alanna y yo.

– Rhiannon ha muerto -dije.

Alanna se sobresaltó, y ClanFintan se quedó inmóvil.

– ¿Cómo lo sabes, Rhea?

– He sentido su muerte.

– Pero… yo pensaba que había muerto hace meses, cuando el Chamán de tu antiguo mundo la sepultó en el roble sagrado -dijo Carolan.

Yo tragué saliva. Los labios se me habían quedado entumecidos, fríos.

– Yo también. Debería haber muerto entonces, pero durante todo este tiempo ha estado… viva, atrapada dentro del árbol.

Me estremecí. Rhiannon era una bruja odiosa. Me había causado muchos problemas; incluso había intentado asesinarme. Sin embargo, yo había llegado a entender que ella era sólo una versión rota de mí misma, y no podía evitar sentir lástima por ella. Pensar en que había estado sepultada viva me ponía muy triste.

Alguien llamó a la puerta.

– ¡Adelante! -dijo ClanFintan.

Uno de los guardias del templo entró en mi habitación y me saludó con energía.

– ¿Qué ocurre…? -hice una pausa para intentar recordar qué guardia era. Todos ellos se parecían mucho. Eran musculosos. Altos. Iban escasamente vestidos. Musculosos. Sin embargo, sus ojos, tan azules, estimularon mi memoria-. ¿Gillean?

Yo esperaba que hubiera acudido a darle la bienvenida a Myrna, pero tenía una expresión grave en el rostro.

– Es el árbol del Bosque Sagrado, mi señora. El roble alrededor del cual se realizan libaciones cada luna llena. Se ha destruido.

– ¿Qué significa eso?

– Parece que lo ha destruido un rayo, pero el cielo está despejado. No hay ni rastro de tormenta en el cielo.

– ¿Y ha salido algo del árbol?

– No, mi señora.

– ¿No había ningún cuerpo? -pregunté, con la voz ronca de miedo, mientras intentaba apartarme de la mente la visión del cadáver de Clint, en descomposición.

– No, mi señora. No había cuerpos.

– ¿Estás seguro? ¿Fuiste a verlo tú mismo? -preguntó ClanFintan.

– Sí, mi señor. Y, sí, yo mismo examiné el árbol. Acababa de terminar mi guardia en la parte norte del territorio del templo, y volvía a casa cuando oí un tremendo crujido que provenía del bosquecillo. No estaba lejos, y sé que el Bosque Sagrado es muy importante para lady Rhea, así que fui hacia allí inmediatamente. El árbol todavía echaba humo cuando llegué.

– Tienes que ir a verlo -le dije a ClanFintan.

Él asintió.

– Ve a buscar a Dougal -le ordenó al guardia-. Dile que se reúna conmigo en la puerta norte.

– Sí, mi señor. Mi señora -dijo Gillean, y después de hacerme una reverencia, se marchó apresuradamente.

– Iré contigo -dijo Carolan. Después, Alanna y él se alejaron hacia el otro extremo de la habitación, obviamente para darnos privacidad a ClanFintan y a mí.

– Si está aquí, está muerta -le dije a mi marido, con más calma de la que sentía.

– Sí, pero quiero asegurarme de que no ha traído nada a Partholon con su regreso.

Yo asentí y miré a Myrna, que estaba durmiendo. Era muy vulnerable. Yo también me sentí extrañamente vulnerable al saber que no podría soportar que le ocurriera nada a mi hija…

– Yo nunca permitiré que sufráis -dijo ClanFintan.

Lo miré a los ojos.

– Lo sé -respondí.

Sin embargo, en su mirada estaba bien claro que recordaba lo que había ocurrido unos meses antes. A través de aquel mismo roble yo había pasado a Oklahoma de nuevo, junto a un demonio resucitado a quien creíamos derrotado para siempre. Y todo eso había sucedido ante la mirada de ClanFintan, sin que él pudiera hacer nada para salvarme. Y después, yo había podido regresar a Partholon sólo a través del sacrificio de Clint Freeman, el reflejo humano de ClanFintan, y del poder de los árboles.

– Ten cuidado -dije.

– Siempre -respondió él. Después, nos besó a Myrna y a mí-. Descansa. No tardaré mucho.

Carolan y él salieron de la habitación. Yo oí que ClanFintan les daba órdenes a los guardias para que doblaran los turnos de vigilancia en el templo, lo cual debería haber hecho que me sintiera segura, pero sólo consiguió que tuviera más miedo. Myrna comenzó a hacer ruiditos de inquietud, y yo le susurré para reconfortarla.

– Seguramente tiene hambre, Rhea -me dijo Alanna.

Mi amiga me ayudó a colocarme el camisón para que Myrna pudiera encontrar mi pecho. Cuando terminé de amantar a la niña, Alanna la tomó en brazos y la colocó en una pequeña cuna que había junto a mi cama.

– Estoy asustada, Alanna.

– Epona no permitirá que os ocurra nada ni a Myrna ni a ti. Tú eres su Elegida, su Amada. La diosa protege a los suyos. Ahora descansa. Estás a salvo, en el corazón de Partholon, con todos los que te quieren. No tienes nada que temer, amiga, nada que temer…

Alanna siguió con aquel murmullo y, poco a poco, el sonido dulce de su voz, unido al agotamiento de aquel parto de veinticuatro horas, fue como un somnífero para mí. Sin embargo, justo antes de dormirme, mi último pensamiento fue que, si no había ningún cuerpo en el Bosque Sagrado de Partholon, entonces debían de estar en el reflejo de aquel bosque en Oklahoma. ¿Qué demonios estaba ocurriendo allí?

Capítulo 4

Oklahoma

Richard Parker sabía que algo iba mal antes de que John Águila de la Paz llegara conduciendo lentamente por el camino de su casa. Había estado inquieto durante toda la noche. Y peor todavía, sus seis perros, cruce de sabueso y perro lobo, habían empezado a aullar justo antes del atardecer. Pese a sus reprimendas, los perros habían seguido aullando durante más de cinco minutos.

No tenía que mirar el calendario para saber qué día era: treinta de abril. El cumpleaños de Shannon. En otro mundo, en un mundo en el que ella era la encarnación de una diosa, y por ello, recibía adoración y reverencia. Aquel día iba a cumplir treinta y seis años. Sin embargo, recordar la fecha del cumpleaños de su hija no era lo que le causaba aquella sensación extraña, siniestra.

¿Habría dado a luz Shannon aquel mismo día? Por imposible que pareciera, a él no le sorprendería que ella intentara hacérselo saber de algún modo. Después de todo, toda aquella situación era imposible.

Shannon había aparecido de nuevo en la puerta de casa una noche, en mitad de una espantosa tormenta de nieve, asustada y desaliñada. Richard había reconocido al hombre que la acompañaba; era Clint Freeman, un ex piloto del ejército y un héroe nacional. Después de las explicaciones de Shannon, él no podía creer aquella historia inverosímil de que su vida había sido intercambiada por la de Rhiannon, la encarnación de una diosa de otro mundo, y que después, Clint la había llevado de vuelta a Oklahoma. Sin embargo, su hija no era ninguna mentirosa. Y la mujer que había estado allí durante los meses anteriores se había comportado como una bruja fría y calculadora y había alejado a sus amigos y a su familia con su forma de actuar. Aunque físicamente fuera igual que su hija, no se comportaba como ella.