Выбрать главу

En Partholon, aquella habilidad se volvió magia. Epona se comunicaba a menudo con su Elegida a través de los sueños. En realidad, es más preciso decir que la Elegida tiene la capacidad de proyectarse astralmente; las Sacerdotisas de Partholon lo llaman el Sueño Mágico. En otras palabras, la Elegida, o sea, yo, proyecta su alma durmiente a cualquier sitio que Epona desee. Lo cual es tan fascinante y desconcertante como puede parecer. Epona me ha llevado a muchos sitios, desde una batalla sanguinaria contra los Fomorians, en la cual mi espíritu le salvó la vida a mi marido, hasta a un nacimiento en Partholon, en el que la parturienta era atendida por mujeres que reían y cantaban mientras yo era testigo del milagro de la renovación de la vida.

Sin embargo, durante la mayor parte de mi embarazo, Epona había mantenido al mínimo los viajes del Sueño Mágico. Es decir, después de que Nuada fuera derrotado y Rhiannon sepultada en un árbol, y después de que yo estuviera de vuelta en Partholon. Así que me quedé sorprendida cuando mi sueño, en el que Hugh Jackman me estaba dando un masaje en los pies, fue interrumpido, y mi espíritu saliera despedido de repente hacia el techo del Templo de Epona y lo atravesara, como el corcho de una botella de vino tinto.

– Aaay, vaya -dije, mientras tomaba una gran bocanada de aire nocturno-. Ay, estoy mareada… siento vértigo… me siento… -de repente, me di cuenta de por qué me sentía tan extraña, y sonreí-: ¡Ya no estoy embarazada!

Oí la risa musical de Epona, que flotaba por el aire, a mi alrededor.

«¿Acaso esperabas sentir que seguías embarazada después de dar a luz, Amada?».

– En realidad, no. Sin embargo, va a pasar una temporada antes de que pueda meterme otra vez en esos pantalones de montar tan ajustados y tan monos. Así que supongo que pensaba que todavía iba a sentirme gorda e hinchada la noche siguiente al parto.

«El espíritu se recupera de un parto mucho antes que el cuerpo».

Yo me sentía relajada y estaba disfrutando del sonido familiar de la voz de la diosa en mi mente, pero me detuve en seco cuando oí las siguientes palabras de Epona.

«Y es bueno que el espíritu se recupere tan rápidamente. Esta noche tienes que hacer un viaje difícil, un viaje que no podías hacer durante las últimas semanas de tu embarazo».

– ¿De qué se trata? No son los Fomorians otra vez, ¿verdad?

«No, no son los Fomorians. Se trata de Rhiannon».

– ¿Rhiannon? ¡Pero si ha muerto!

«Sí, Amada. Rhiannon ha muerto».

– Yo… yo no sabía que había estado viva en el interior del roble durante todo este tiempo.

Aquello me puso muy triste. Clint y yo éramos quienes la habíamos confinado allí. Y a Clint, su participación le había costado la vida.

«Fueron los actos de Rhiannon los que la sepultaron. No tú, ni tampoco Clint».

Como de costumbre, parecía que Epona me había leído el pensamiento.

«Tienes que saber que, antes de que Rhiannon muriera, su alma se curó».

– Me alegro mucho -susurré con sinceridad.

«Se curó, y su espíritu fue rescatado de las manos de Pryderi. Sin embargo, la Triple Cara de la Oscuridad todavía quiere controlar a la que lleva la sangre de mi Elegida».

– ¡Myrna! ¿Va a venir por mi bebé?

«Es posible, Amada, igual que intentó apartarte de mí».

– No tiene ni la más mínima posibilidad de conseguirlo.

«Contigo y con ClanFintan a su lado, habrá muy pocas posibilidades de que Myrna escuche los oscuros susurros de Pryderi. Así pues, no es ella quien me preocupa».

– ¿Entonces?

«Prepárate, Amada. Y recuerda que estaré contigo».

Entonces, el cielo claro comenzó a girar por encima del templo como si fuera un extraño tornado invertido. Aquel infierno giratorio succionó mi espíritu. No podía respirar. Presa del pánico, abrí la boca para gritar y justo en aquel momento, mi espíritu salió disparado del túnel. Yo me quedé completamente desorientada. Tenía náuseas. Respiré profundamente para calmarme, y al mirar hacia abajo, me di cuenta de dónde estaba. Sentí una gran felicidad, porque había vuelto a Oklahoma y estaba flotando sobre mi hogar de infancia. Mi espíritu comenzó a bajar lentamente hacia aquel techo tan familiar, y pronto estaba levitando en mitad del salón de la casa de mis padres.

Me quedé muy quieta, intentando empaparme de aquella habitación. No había cambiado nada. Estaba muy limpia, pero desordenada. Mis padres tienen una casa real, donde la gente vive de verdad, ama y ríe, y no una casa de diseño fría y sin corazón. Había varios libros por las mesas auxiliares, puesto que mis padres leen constantemente. Sólo había una lamparilla encendida y estaba a una intensidad tan baja que me costó darme cuenta de que mi padre estaba sentado en una de las butacas. Se había quedado dormido.

Yo sonreí y me dije que no iba a llorar. Tan sólo con ver a mi padre me sentí segura y adorada. Cómo lo había echado de menos. Noté el pequeño estremecimiento que me daba a entender que Epona había hecho mi espíritu visible, y me miré el cuerpo rápidamente. Por fortuna, en aquella ocasión no estaba desnuda. Entonces me volví hacia mi padre y, con otra sonrisa, abrí la boca para gritar «sorpresa, papá, soy yo», cuando el libro que tenía en el regazo se movió. Y dio una patada. E hizo un ruidito de bebé.

– ¡Demonios, eso no es un libro!

Al oír mi voz, mi padre dio un respingo. Extrañado, miró a su alrededor por la habitación, pensando que había estado soñando. Entonces se colocó al bebé sobre el hombro y le dio unas palmaditas muy suaves en el pañal.

– Papá, ¿de dónde ha salido ese bebé?

– ¿Shannon? ¿Eres tú, pequeña?

– Sí, soy yo, papá -respondí, pero antes de poder decir otra cosa, él comenzó a hacer preguntas.

– ¿Estás bien? ¿Ha ocurrido algo malo hoy?

– Estoy muy bien papá. Estupendamente, en realidad. Hoy he tenido una hija. Se llama Myrna y es preciosa. ¡Eres abuelo!

– ¡Bichito! Eso es maravilloso -dijo, y colocó al bebé en el otro brazo para poder secarse las lágrimas de los ojos. Yo miré a la criatura, y sentí una impresión muy fuerte al reconocerlo.

– ¿De quién es ese bebé?

Sabía cuál era la respuesta antes de que él me lo dijera.

– De Rhiannon.

– ¿Cómo es posible, papá? Ella murió.

Mi padre asintió lentamente.

– Sí, sí. Ha muerto hoy, después del parto. La niña se llama Morrigan.

– ¿Es una niña? -pregunté yo. Me sentí muy mal, aunque sabía que la recién nacida tenía que ser una niña. Epona siempre premiaba a sus Elegidas con una primogénita.

– Sí -dijo mi padre.

– Entonces, ¿Rhiannon murió aquí? No lo entiendo. Estaba atrapada en el interior de un árbol…

Mi padre suspiró.

– A mí me han contado lo que sucedió. Rhiannon ya estaba muerta cuando llegó aquí. La encontró un chamán anciano que la ayudó a dar a luz. Él fue quien me dijo que Rhiannon había hecho un trato con un dios oscuro para que la liberara del árbol. Iba a convertirse en su Suma Sacerdotisa, lo que suponía que tanto ella como la niña iban a dedicarse a su servicio, pero el nacimiento de Morrigan la cambió. Rhiannon negó al dios oscuro, pero estaba tan cerca de la muerte que él no la liberó. Así pues, Rhiannon invocó a Epona, y la diosa respondió.

– ¿Y Epona la perdonó?

– Sí -respondió mi padre.

Sabía que estaba mal, que yo era egoísta y odiosa, pero el hecho de saber que Rhiannon se había reconciliado con Epona me provocaba unos celos ridículos.