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—¡Un demógrafo!

—Sí, señor. Usted.

—¡Pero el mundo está lleno de demógrafos!

—No tantos, señor Chaney. Y usted fue el seleccionado.

—¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Qué otros prerrequisitos?

—Posee usted unos antecedentes de estabilidad, de constancia y de resolución; ha demostrado su habilidad en resistir las tensiones. Está bien equilibrado mentalmente, y su resistencia física está fuera de toda duda. Además de sus investigaciones bíblicas, se ha especializado usted en estudios sociopolíticos y ha conseguido una reputación como estadístico extrapolativo. Usted es la definición del término, un futurólogo. Recuerde que fue usted quien firmó aquel largo estudio para la Oficina. Posee usted un certificado de seguridad. Por lo tanto, fue elegido.

Chaney se volvió con sorpresa y se la quedó mirando.

—¿Sabe la Oficina que también persigo a las mujeres? ¿De todos los colores?

—Sí, señor. Ese hecho está anotado en su expediente, pero no fue considerado como una nota desfavorable.

—Por favor, dele a nuestra bienamada Oficina mis más expresivas gracias. Aprecio sinceramente su paternal indulgencia.

—No es necesario que sea sarcástico, señor Chaney. Según las computadoras posee usted un perfil bien equilibrado. El señor Seabrooke lo ha descrito como un futurólogo ideal.

—Sigo sintiéndome tan agradecido… ¿Quién es Seabrooke?

—Gilbert Seabrooke es nuestro Director de Operaciones. Él personalmente lo seleccionó a usted de entre un reducido número de candidatos.

—No soy ningún candidato; no me he presentado voluntario a nada.

—Se trata de un proyecto ultrasecreto de cierta importancia, señor. Los candidatos no fueron consultados por anticipado.

—De lo cual todos debemos alegrarnos. —Chaney señaló al libro que ella llevaba en la mano—. ¿No estará usted interesada en mi hobby? ¿En ése? ¿No esperará la Oficina que yo reniegue de mi traducción del papiro del Apocalipsis?

La tenue expresión de desaprobación cruzó de nuevo por el rostro de la mujer, pero fue echada a un lado.

—No, señor. La Oficina se siente disgustada por su trabajo, por la notoriedad resultante de él, y el señor Seabrooke desearía que usted no lo hubiera publicado…, pero cree que el público lo habrá olvidado cuando usted aparezca de nuevo a la luz pública.

Enfáticamente:

—No pienso meterme bajo tierra bajo ningún concepto.

—¿Señor?

—Dígale al señor Seabrooke que no estoy interesado. Me las arreglo muy bien sin él y su Oficina. Tengo un trabajo.

—Sí, señor. Con el nuevo proyecto.

—No, señor, con la Corporación Indiana. La llaman la Indic para abreviar, y es un depósito de cerebros. Yo soy un genio… ¿Sabe eso su computadora, señorita Van Hise? La Indic tiene alrededor de un centenar de genios cautivos como yo sentados por ahí resolviendo problemas para los ignorantes. Es una forma de vivir.

—Estoy familiarizada con la Corporación Indiana.

—Tiene que estarlo. Nosotros fuimos quienes hicimos ese trabajo para ustedes hace tres años y los asustamos mortalmente con él… y luego les presentamos una factura que desniveló su presupuesto. Hemos hecho trabajos para el estado, para Agricultura, para el Pentágono. Odio trabajar para el Pentágono. Esa gente son unos rutinarios del infierno. Deseo que salten de una vez de lomos del dragón chino y encuentren algún otro enemigo al que estudiar y engañar. —Se echó hacia atrás en su hamaca y volvió a fijar su atención en las olas—. Tengo un trabajo que me está esperando; y me gusta. Voy a volver a él cuando empiece a sentirme cansado de estar aquí sentado sin hacer nada…, cansado de holgazanear. Busque a otro demógrafo.

—No, señor. La Indic lo ha asignado a usted a la Oficina.

Chaney saltó de su hamaca como un cohete. Dominó con su estatura a la mujer.

—¡No pueden haber hecho eso!

—Lo han hecho, señor Chaney.

— No pueden hacerlo sin mi consentimiento.

— Lo siento, pero lo han hecho. Insistentemente:

— No pueden. Tengo un contrato.

— La Oficina ha comprado su contrato, señor.

Chaney se sintió abrumado. Se quedó mirando a la mujer con la boca abierta.

Ella sacó de entre las páginas del libro una carta doblada y se la tendió para que la leyera. La carta estaba redactada en el envarado lenguaje administrativo, estaba firmada, y llevaba el gran sello de la Corporación Indiana. Transfería hasta su vencimiento el contrato de trabajo de Brian Chaney de la corporación privada a la agencia pública, y luego disponía generosamente el reparto a partes iguales entre ella y Chaney de la cantidad pagada por la transferencia. Le deseaba buena suerte. Mencionaba educadamente su libro. Era muy definitiva.

La mujer no comprendió el significado de la palabra aramea, una sola, que resonó en un grito por toda aquella gran playa de Florida.

Las olas se estrellaban contra sus rodillas, salpicando su pecho y su rostro. Brian Chaney se volvió y miró hacia atrás a la mujer que aguardaba en la playa.

—Sólo hay dos autobuses al día — dijo — . Va a perder el último si no se apresura.

— Aún no he terminado con mis instrucciones, señor Chaney.

— Me gustaría darle yo a usted algunas instrucciones.

Kathryn van Hise se mantuvo en su sitio, sin responder. Las gaviotas llegaron planeando, sólo para alzar de nuevo el vuelo. Chaney gritó su frustración:

— ¿Por qué?

— El proyecto especial necesita sus talentos especiales. —¿Por qué?

— Para topografiar y cartografiar el futuro; usted es un futurólogo.

— No soy un topógrafo…, no soy un cartógrafo.

— Es una forma de hablar, señor.

— No tengo que respetar ese contrato. Puedo romperlo, puedo cambiarme de chaqueta e ir a trabajar para los chinos. ¿Qué haría entonces el Pentágono, señorita Van Hise?

— Su perfil en la computadora indicó que usted lo respetaría, señor. Indicó también su actual irritación. El Pentágono no sabe nada de este proyecto.

— ¡Irritación! Yo también puedo darle a esa computadora instrucciones explícitas, pero serían tan difíciles de obedecer como las de usted.

¿Por qué no vuelve a casa? Dígales que me he negado. Que me he rebelado.

—Cuando haya terminado, señor.

—¡Entonces termine de una vez, maldita sea, y largúese!

—Sí, señor. —Se acercó a él para evitar alzar la voz y permitir que las gaviotas sobrevolaran información de alto secreto—. La primera fase de la operación empezó poco después de que la Indic nos sometiera su informe hace tres años, y prosiguió durante todo el tiempo que usted estuvo estudiando en Israel. Como autor de ese informe, usted fue considerado como una de las personas más adecuadas para participar en la siguiente fase, la ejecución práctica. Experiencia. La Oficina está preparada en la actualidad para pasar a la práctica, y ha reclutado a un selecto equipo para llevar a cabo las operaciones sobre el terreno. Usted será un miembro de ese equipo, y luego participará en el informe final. El señor Seabrooke espera someterlo a la Casa Blanca; cuenta con el apoyo entusiasta de usted.

—Estupendo ese Seabrooke; me recluta a la fuerza, y luego espera mi apoyo entusiasta. ¿Qué ejecución práctica?

—Un perfil del futuro.

—Ya hemos hecho eso. Lea el informe de la Indic.

—Un perfil real del futuro.

Brian Chaney se la quedó mirando durante un largo momento, sin disimular su regocijo, y luego se volvió de nuevo hacia el mar. Una vela roja y blanca estaba atravesando el golfo a media distancia, y sintió que sus maniobras lo fascinaban.