Выбрать главу

—Katrina, por favor.

Tras un largo rato, ella dijo:

—Lo siento, Brian. Debo disculparme por mis hijos, y por esa familia. No se atrevieron a confiar en usted, ninguno de ellos, y la pobre familia tenía buenas razones para temerle. —Alzó la cabeza, y él se estremeció—. Todo el mundo le teme; nadie confiará en usted desde la rebelión. Yo soy la única aquí que no le teme a un hombre negro.

Él se sintió dolido de nuevo, no por sus palabras sino porque ella estaba llorando. Le dolía verla llorar.

Brian Chaney entró en la sala de conferencias por segunda vez. Llevaba consigo otra linterna, dos tazas de plástico y un contenedor de agua del almacén. Habría traído consigo una botella de whisky si hubiera encontrado alguna, pero probablemente el comandante había consumido todo el whisky hacía mucho tiempo, a base de celebrar sus sucesivos cumpleaños.

La vieja mujer se había secado los ojos.

Chaney llenó las dos tazas y empujó una sobre la mesa hacia ella.

—Beba… Brindaremos.

—¿En honor a qué, Brian?

—¿En honor a qué? ¿Necesitamos alguna excusa? —Agitó su brazo en un amplio gesto que abarcó toda la habitación—. En honor a ese maldito reloj de ahí arriba, sonando cada sesenta y un segundos y rompiéndome los tímpanos. En honor a ese teléfono rojo; nunca lo utilicé para llamar al Presidente y decirle que era un asno. En honor nuestro: un demógrafo de la Corporación Indiana y una supervisora de investigaciones de la Oficina de Pesas y Medidas…, los últimos dos inadaptados esperando el fin del mundo. Estamos fuera de lugar y fuera de tiempo, Katrina; no necesitan demógrafos ni investigadores aquí, no necesitan corporaciones ni oficinas. Bebamos por nosotros.

—Brian, es usted un payaso.

—Oh, sí. —Se reclinó en su asiento y la miró fijamente a la luz de la linterna—. Sí, lo soy. Y creo que usted está casi sonriendo de nuevo. Por favor, sonría para mí.

Katrina sonrió: la pálida sombra de una vieja sonrisa.

Chaney dijo:

—¡Es por eso que aún la sigo amando! —Alzó su taza—. A la salud de la más hermosa investigadora del mundo… Y usted puede brindar a la salud del más frustrado demógrafo del mundo. ¡Hasta el fondo! —Chaney vació la taza, y notó que el agua era insípida, vieja.

Ella asintió sobre el borde de su taza y dio un sorbo.

Chaney miró la enorme mesa, las inútiles luces del techo, el reloj parado, los teléfonos muertos.

—Se supone que yo debo estar trabajando, realizando una investigación.

—Ya no importa.

—Hay que mantener contento a Seabrooke. Puedo informar de la existencia de una familia fuera de aquí: al menos una familia con vida y viviendo en paz. Supongo que habrá más… Tienen que haber más. ¿No conoce usted a nadie más? ¿Nadie en absoluto?

Pacientemente:

—Hubo unas pocas al principio, hace muchos años; conseguimos mantenernos en contacto con algunos supervivientes a través de la radio antes de que se acabara la energía. Arthur localizó a un pequeño grupo en Virginia, un grupo militar que vivía bajo tierra en un puesto de mando del ejército; y luego contactó con una familia en Maine. A veces establecíamos breves contactos con uno o dos individuos en el oeste, en los estados montañosos, pero las noticias eran siempre deprimentes. Todos ellos sobrevivían por las mismas razones: por una serie de circunstancias afortunadas, o por su valor y habilidad, o porque estaban mejor protegidos de lo normal, como nosotros aquí. Su número era siempre pequeño, y las noticias eran siempre decepcionantes.

—Pero algunos sobrevivieron. Eso es importante, Katrina. ¿Cuánto tiempo hace que están solos en la estación?

—Desde la rebelión, desde el año del mayor.

Chaney hizo un gesto.

—Eso puede ser… —La miró fijamente, intentando adivinar su edad—. Eso puede ser hace treinta años.

—Quizá.

—Pero ¿qué le ocurrió a la otra gente de aquí?

—Casi todo el personal militar fue retirado al principio —dijo ella—; fue destinado a ultramar. Los pocos que quedaron no sobrevivieron al ataque cuando los rebeldes invadieron la estación. Unos pocos técnicos civiles se quedaron con nosotros durante un tiempo, pero luego se marcharon para reunirse con sus familias… o para ir en busca de sus familias. El laboratorio estaba prácticamente vado en el año de Arthur. Nosotros recibimos órdenes de mantenernos en el refugio subterráneo mientras duraran las hostilidades.

—Las hostilidades. ¿Cuánto tiempo duraron?

Los viejos ojos inquisitivos lo estudiaron.

—Me atrevería a decir que están terminando ahora, Brian. Su descripción de la familia del otro lado de la verja sugiere que están terminando ahora.

Amargamente:

—Y nadie a nuestro alrededor excepto usted y yo para firmar el tratado de paz y posar para las cámaras. ¿Y Seabrooke?

—El señor Seabrooke fue relevado de su puesto, cesado, poco después de los tres lanzamientos. Creo que regresó a Dakota. El Presidente le echó a él la culpa del fracaso de la investigación, y lo convirtió en su chivo expiatorio.

Chaney golpeó la mesa con un puño.

—Siempre dije que ese hombre era un asno, uno más en la larga lista de idiotas y zopencos que han ocupado la Casa Blanca. Katrina, no comprendo cómo este país ha conseguido sobrevivir con tantos incompetentes idiotas a su cabeza.

—No ha sobrevivido, Brian —le recordó ella con voz suave.

Él murmuró algo para sí mismo y miró al polvo acumulado encima de la mesa.

—Perdón —dijo en voz alta.

Ella asintió pero no dijo nada.

Un recuerdo atosigaba a Chaney.

—¿Qué le ocurrió a la Junta de Jefes de Estado Mayor, a esos hombres que intentaron tomar Camp David?

Ella cerró los ojos por un momento, como si los cerrara al pasado. Su expresión era amarga.

—Los componentes de la Junta de Jefes de Estado Mayor fueron fusilados ante un pelotón de ejecución, en un espectáculo público. El Presidente declaró festivo el día de la ejecución; las oficinas del gobierno cerraron y los niños no fueron a la escuela, y todas las cadenas de televisión dieron el espectáculo. Estaba determinado a darle una lección al país. Fue horrible, deprimente, y lo odié por actuar así.

Chaney la miró fijamente.

—Y yo tengo que regresar y decirle lo que va a hacer. ¿Qué mierda de trabajo es esta investigación? —Lanzó la taza al otro lado de la habitación, incapaz de dominar su irritado impulso—. Katrina, desearía que nunca me hubiera encontrado usted allá en la playa. Desearía haber huido de usted, o haberla arrojado al mar, o haberla raptado y huido con usted a Israel… ¡Cualquier cosa!

Ella sonrió de nuevo, quizá ante el recuerdo de la playa.

—No hubiera conseguido nada con eso, Brian. La Federación Árabe invadió Israel y echó a toda su gente al mar. No hubiéramos escapado de ningún modo.

Él pronunció una única palabra, y luego se disculpó de nuevo, aunque la mujer no había comprendido el epíteto.

—Seguramente el mayor fue a parar al inicio del infierno.

Ella lo corrigió.

—El mayor fue a parar a su final; las guerras se prolongaban ya desde hacía casi veinte años, y la nación estaba al borde del desastre. El mayor Moresby fue al futuro tan sólo para ver el final de todos nosotros, de los Estados Unidos de Norteamérica. Tras él, el gobierno dejó de existir. Tras veinte años estábamos completamente agotados, gastados hasta la médula, incapaces de defendernos contra nadie.

La vieja mujer habló con seco cansancio, una larga fatiga, y él pudo darse cuenta de que su voz y su espíritu iban menguando a medida que hablaba.

Las guerras empezaron inmediatamente después de las elecciones presidenciales de 1980, inmediatamente después de los ensayos sobre el terreno en Joliet. Arthur Saltus le había hablado de los dos centros ferroviarios chinos borrados del mapa, y repentinamente, un día de diciembre, los chinos bombardearon Darwin, Australia, en unas largo tiempo diferidas represalias. Toda la parte norte de Australia se volvió inhabitable a causa de las radiaciones. Al público no se le contó jamás el primer golpe contra los centros ferroviarios, sino tan sólo el segundo: fue pintado como un acto de brutal salvajismo contra una población inocente. La radiactividad se extendió por el mar de Arafura hasta las islas del norte, y derivó en dirección a las Filipinas. Gran Bretaña apeló a los Estados Unidos solicitando ayuda.