Выбрать главу

El reelegido Presidente y su Congreso declararon la guerra contra la República Popular China a la semana siguiente de la reelección, tras haber mantenido una guerra no declarada desde 1954. El Pentágono les había asegurado privadamente que el asunto podía quedar terminado y el enemigo derrotado en tres semanas. Algunos meses más tarde el Presidente envió un número masivo de tropas al frente asiático; la guerra implicaba ahora a once naciones, desde la República de Filipinas hasta el Pakistán, además de la defensa de Australia. Luego se vio obligado a enviar tropas a Corea, para contrarrestar las renovadas hostilidades allí, pero las perdió cuando los chinos y los mongoles invadieron la península y terminaron con la ocupación extranjera.

Katrina dijo cansadamente:

—El Presidente fue reelegido en mil novecientos ochenta, y de nuevo para un tercer mandato en el ochenta y cuatro. Después de que Arthur regresara con las terribles noticias de Joliet, el hombre pareció incapaz de controlarse e incapaz de hacer nada correcto. La prohibición de un tercer mandato fue anulada a petición suya, y en un momento determinado durante ese tercer mandato la Constitución fue suspendida «durante la duración de la emergencia». La emergencia no terminó nunca. Brian, ese hombre fue el último Presidente electo que tuvo este país. Después de él ya no hubo nada. —Los mansos, los terribles mansos —dijo Chaney amargamente—. ¡Espero que esté aún con vida para ver todo esto!

—No lo está, no llegó a estarlo nunca. Fue asesinado y su cuerpo arrojado a la Casa Blanca en llamas. Quemaron Washington para destruir un símbolo de opresión.

—¡Lo quemaron! Espere a que le cuente eso. Ella hizo un gesto ambiguo para hacerlo callar o para contradecirlo. —Eso no es todo. Hubo más, mucho más. Esos veinte años han sido una prueba atroz; los últimos años han sido una pesadilla. La vida pareció detenerse, volver al salvajismo. Al principio fueron las pequeñas cosas: los trenes y aviones de pasajeros fueron prohibidos al tráfico civil, el correo se entregaba dos veces por semana y luego simplemente fue suprimido, los noticiarios de la televisión fueron restringidos a uno solo al día y, cuando la guerra empeoró, limitados a las noticias locales de naturaleza no militar. Nos encontramos aislados del mundo y casi aislados de Washington.

»Nuestros camiones fueron retirados para ser llevados a algún otro lugar; la comida dejó de llegar, y luego los medicamentos, las ropas, el combustible, y tuvimos que acudir a las provisiones almacenadas en la estación. El personal militar fue transferido a otros puestos o a ultramar, dejando sólo una guardia simbólica para custodiar esta instalación.

»Brian, esa guardia se vio obligada a disparar contra la gente de las localidades vecinas que intentaban asaltar nuestros almacenes: había corrido el rumor de que enormes provisiones de comida se hallaban guardadas aquí, y estaban desesperadamente hambrientos.

Katrina se miró las manos y tragó dolorosamente saliva.

—Esos veinte años terminaron finalmente para nosotros en una horrible guerra civil.

Chaney dijo:

—Los ramjets.

—Así fueron llamados cuando salieron a la luz, cuando hicieron públicas sus intenciones: «Revolution And Morality»…, revolución y moralidad. A veces podíamos ver banderas con las siglas RAM, pero el nombre se convirtió pronto en algo sucio…, algo parecido a ese otro nombre con que habían sido llamados durante siglos; fueron tiempos muy amargos, y los hubiera sufrido usted duramente si se hubiera quedado en la estación.

»Brian, la gente moría de hambre por todos lados, moría de enfermedades, pudriéndose en el abandono y la miseria, pero esa gente poseía unos líderes de los que nosotros carecíamos. Los ramjets poseían unos líderes carismáticos. Unos líderes que los usaban contra nosotros sin piedad, y ése fue nuestro turno de sufrir. Era una revolución, pero había muy poca moralidad; cualquier moralidad que hubieran poseído al principio fue pronto perdida en la rebelión, y todos sufrimos a causa de ello. El país se sumergió en un salvajismo sin sentido.

—¿Fue entonces cuando llegó Moresby?

Un cansado signo de afirmación.

El mayor Moresby había sido testigo del inicio de la guerra civil cuando salió en la fecha que había elegido como objetivo. Ellos habían elegido la misma fecha para desencadenar la rebelión…, habían seleccionado el 4 de julio como su objetivo para independizarse de la Norteamérica blanca, y el bombardeo de Chicago tenía que ser la señal. El contacto de los ramjets con Pequín lo había arreglado: Chicago —no Atlanta o Memphis o Birmingham— era el objetivo más odiado desde el muro. Pero el plan salió de diferente modo.

La rebelión se inició casi una semana antes —casi por accidente—, desencadenada por unos disturbios en la pequeña ciudad fluvial de Cairo, Illinois. Un embotellamiento de tráfico allí, seguido por unos disparos callejeros y luego por una liberación masiva de prisioneros negros, lo desencadenó todo: la revuelta escapó pronto de todo control. La milicia del estado y la policía se vieron impotentes, abrumados por el número, con sus reservas enviadas desde hacía tiempo a ultramar; no había ningún ejército regular estacionado en los Estados Unidos, excepto algunas pocas tropas en varios puestos y estaciones, e incluso las guardias ceremoniales en los monumentos nacionales habían sido eliminadas y asignadas a unidades de combate en el extranjero. No había en el país ninguna fuerza para reprimir la rebelión. El mayor Moresby saltó del vehículo y se metió en mitad del holocausto.

La agonía duró al menos diecisiete meses.

El Presidente fue asesinado, el Congreso huyó —o murió mientras intentaba huir— y Washington ardió. Ardieron la mayoría de las ciudades donde los rebeldes eran numéricamente fuertes. En su pasión, incendiaron sus casas y destruyeron los campos y las cosechas que los alimentaban.

Las pocas líneas de transporte que aún funcionaban en ese momento se interrumpieron definitivamente. Los camiones fueron interceptados, saqueados e incendiados, sus conductores muertos a tiros. Los autobuses fueron detenidos en las carreteras interestatales y los pasajeros blancos asesinados. Los trenes fueron abandonados allí donde fueron detenidos, o las vías fueron destruidas, y los maquinistas fueron muertos allí donde fueron encontrados. Un hambre desesperada siguió pronto a la interrupción del tráfico.

Katrina dijo:

—Todo el mundo esperaba que los chinos intervinieran, que nos invadieran, y sabíamos que no podríamos detenerlos. Brian, nuestro país había perdido o abandonado a veinte millones de hombres al otro lado del mar; estábamos indefensos ante cualquier invasor. Pero no vinieron. Doy gracias a Dios de que no vinieron. No pudieron venir porque los soviéticos desencadenaron contra ellos una guerra santa en nombre del comunismo: la larga disputa fronteriza se convirtió de pronto en una guerra abierta, y los rusos atacaron Lop Nor. —Hizo un breve gesto de futilidad—. Nunca llegamos a saber lo que ocurrió; nunca llegamos a saber nada de lo que ocurrió allí o en Europa. Quizá aún estén luchando, si queda alguien todavía para luchar. Nuestros contactos con el continente se perdieron, y nunca han sido restablecidos, por lo que sabemos. Perdimos el contacto con el grupo militar de Virginia cuando falló la electricidad. Estábamos solos.