Выбрать главу

Porque con ellas puedo guardar mejor la distancia. Lo que me permite mantener el poder destructivo del sexo bajo control. Y sobre todo, no corro el riesgo de que me lleve a otras cosas.

A que salga de caza tu ángel exterminador…

Por ejemplo.

A mí no me da ningún miedo, ese ángel tuyo. No sé con qué clase de mujeres has tratado hasta aquí. Pero yo soy mayorcita. Y no dejo que me hagan daño así como así.

¿Estás segura?

Bastante. Así que, si entiendo bien, las razones son particulares. No es que tu moral te prohíba mantener relaciones sexuales. Y tampoco te prohíbe tenerlas a través de Internet.

En absoluto. Me parece una solución óptima. Ofrece variedad, limpieza y sobre todo protección. Lo que en la vida real puede ser lamentable, en el espacio virtual puede ser muy satisfactorio. Es lo bueno que tiene la red. Es una especie de filtro. Deja pasar sólo lo que te interesa. Lo que especialmente a efectos sexuales resulta muy conveniente.

Estoy de acuerdo.

Volvemos a lo de antes. El sexo es inoportuno y absurdo. Tanto, que uno puede experimentar un deseo arrollador por una persona odiosa, estúpida, o insoportable, o con la que a uno no deba relacionarse por mil razones. En la vida real, haría falta sostener en mayor o menor medida un simulacro, sin duda penoso, si quisieras tener sexo con ella. En un encuentro virtual, en cambio, puedes reducirla a su mera sexualidad, con la legitimidad que te da saber que ella hace otro tanto. Lo que minimiza las penalidades y maximiza el placer.

Pero hay otra posibilidad, que no está reñida con la anterior. La red también te ofrece la oportunidad de conocer a gente con la que puedes tener una conexión más profunda, y que está lejos de tu entorno físico. Y te abre canales para localizarla. Siguiendo tus intereses o tus inquietudes, por ejemplo.

Sí, pero es más raro. Y ahí el sexo puede ser una distorsión. Conviene aplicar el filtro al revés, para en este caso, no dejarlo pasar.

No estoy de acuerdo, Inquisidor. Y me molesta mucho que me apliques el filtro. Si alguien te interesa, o lo sientes próximo, en cualquier sentido, por qué no explorarlo todo.

A eso obedece tu proposición del otro día.

A la que aún no has respondido. Bueno, me has reconocido que hasta aquí has eludido el asunto. Y las razones por las que lo has hecho. Pero no sé si esas razones son irrevocables.

Nada humano es irrevocable.

Entonces, ¿has considerado la posibilidad?

Claro. No he dicho que no haya deseo. Sino que lo he reprimido.

Si te vale mi opinión, creo que te haría bien.

Podemos perder otras cosas. ¿Lo has tenido en cuenta?

No vamos a perder nada.

Hemos hablado demasiado. Ya no podrá ser mero sexo.

Y qué. A mí no me importa mezclar sabores.

Hay algo que quiero que tengas claro. Por si te has hecho otra idea.

Qué.

No quiero que nos conozcamos. Ni siquiera por fotografía.

Está bien. No te lo voy a pedir. Sólo si algún día lo deseas y te sientes lo bastante cómodo para ello.

No sabes mis gustos. Ni yo los tuyos. Tal vez no coincidan.

A mí me gusta casi todo. Vamos, prueba a sorprenderme. Cuéntame algo perverso que hayas hecho. A ver si me escandalizo.

Déjame pensar…

¿Tan bueno eres? ¿ O tan malo?

En cierta ocasión, contacté en un chat con una mujer que decía ser modelo. Me preguntó si yo era modelo también y le dije que no. Me respondió que sólo estaba interesada en hablar con hombres que tuvieran un cuerpo diez y que fueran modelos como ella, y cortó sin más la comunicación. Me puse a buscar en la Red hasta que encontré un vídeo grabado con una webcam donde aparecía un individuo cuyas características físicas respondían a lo que aquella mujer buscaba. Contacté con ella desde otra cuenta de correo, le dije que era modelo y coloqué el vídeo como si fuera mi webcam, artilugio del que por cierto carezco. La chica era tan idiota que se lo tragó y puso la suya. Efectivamente, parecía modelo, y tuve acceso visual a todos sus encantos. Por un momento pensé en revelarle cómo le había tomado el pelo. Pero preferí mantener el engaño hasta el fin. Me pareció un castigo más sutil para su descortesía dejar que creyera cierto su falso goce.

No me escandalizas. A ver si lo logro yo… De vez en cuando salgo por la noche, al pueblo de al lado. Me meto en alguna de las discotecas a donde van los turistas. Allí hay siempre españoles a la caza de nórdicas salidas, de las muchas que vienen a darse durante una semana al desenfreno. Dejo que los buitres se me acerquen, y cuando me entra uno que me pone, le digo que he venido desde Escocia sólo para conocer al macho español. Son tipos patéticos, en general, pero le echan un empeño maravilloso. Te confieso que pocas cosas me dejan tan a gusto.

Tampoco me escandalizo. Ni lo más mínimo. Pero antes de seguir, piénsalo. Puede que no nos salga bien.

Nos va a salir bien. Estoy segura.

De acuerdo. Tú lo has querido.

3 de diciembre

Imprevisto

Hace tres semanas que abrí este blog y todavía no puedo asegurar que lo haya leído nadie. Al menos, nadie ha considerado necesario, hasta la fecha, dejar ningún comentario. ¿Cuántos blogs se abrirán en la Red diariamente? Cada día que pasa es más fácil enseñarle al mundo entero tus pensamientos, tu vida, todo lo que se te ocurra. Cada día que pasa es más improbable que el mundo se entere.

En este delirio supremo del ego que supone la posibilidad de exposición universal de todos y cada uno de nosotros, el propio artefacto que hemos construido para llevar al límite nuestro conocimiento nos muestra en toda su magnitud el error evolutivo que somos. Nuestro caso recuerda al de los dinosaurios. Ellos se hicieron demasiado grandes. Nosotros hemos generado demasiada capacidad de cálculo; de producir y procesar información. Y nos disolvemos en las dimensiones apoteósicas de nuestro propio logro.

Pido disculpas, por estas elucubraciones. Por ellas puede verse que hoy estoy un poco descentrada. Y no es para menos. Lo que quería decir es que si alguien está leyendo esto que escribo, cosa que no puedo asegurar (sí, ya sé, podría haber instalado un contador de visitas y todo eso, pero me dio pereza, qué le vamos a hacer), quizá le desilusione comprobar que no continúo la historia, en el punto en que la dejé ayer. No es por pudor, ni porque crea que ciertas cosas deban ser objeto de elipsis. A estas alturas, cuando los escolares conocen más nombres de pornoestrellas que de apóstoles, poco sentido tendría andarse con semejantes remilgos. No la continúo porque ha pasado algo que me impone otra prioridad.