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Esperé.

– Tienes que entenderlo. Tu padre nunca estuvo seguro. Sí, encontró algunas pruebas, pero lo único que sabía con certeza era que tu madre iba a fugarse con el dinero y que pretendía llevarte con ella.

– ¿Y?

– Y solicitó mi ayuda. Me pidió que investigara sus pruebas. Me pidió que localizara a tu hermana.

Le miré.

– ¿Lo hiciste?

– Lo investigué, sí. -Dio un paso hacia mí-. Y cuando acabé, le dije a tu padre que estaba equivocado.

– ¿Qué?

– Le dije a tu padre que tu hermana había muerto aquella noche en el bosque.

Eso me desorientó.

– ¿Es cierto?

– No, Pável. No murió aquella noche.

Sentí que el corazón se me expandía en el pecho.

– Le mentiste. No querías que la encontrara.

No dijo nada.

– ¿Y ahora? ¿Dónde está ella ahora?

– Tu hermana sabía lo que había hecho tu padre. No podía presentarse sin más. No había pruebas de la culpabilidad de tu padre. Y seguía existiendo el problema de por qué había desaparecido de entrada. Además, ella temía a tu padre. ¿Cómo podía volver con el hombre que había asesinado a su madre?

Pensé en la familia Pérez, en los cargos por fraude y todo lo demás. A mi hermana le habría pasado lo mismo. Incluso antes de añadir a mi padre al problema, Camille habría tenido dificultades para volver a casa.

Volví a sentir que me embargaba la esperanza.

– ¿Y la encontraste?

– Sí.

– ¿Y qué?

– Y le di dinero.

– La ayudaste a esconderse de él.

No respondió. No hacía falta.

– ¿Dónde está ahora? -pregunté.

– Perdimos el contacto hace años. Tienes que entenderlo, Camille no quería hacerte daño. Pensó en llevarte con ella. Pero no era práctico. Sabía cuánto querías a tu padre. Y después, cuando te convertiste en un personaje público, supo lo que supondría su regreso para ti: el escándalo. Si ella volvía, todo saldría a la luz. Y cuando eso ocurriera, tu carrera habría terminado.

– Ya ha terminado.

– Sí. Ahora lo sabemos.

«Lo sabemos», dijo. Sabemos.

– ¿Dónde está Camille? -pregunté.

– Está aquí, Pável.

La habitación se vació de aire. No podía respirar. Sacudí la cabeza.

– Después de tantos años me costó un poco encontrarla -dijo él-. Pero la encontré. Hablamos. No sabía que tu padre había muerto. Se lo dije. Y eso evidentemente lo cambiaba todo.

– Espera un momento. Tú… -Callé-. ¿Tú y Camille habéis hablado?

Era mi voz, creo.

– Sí, Pável.

– No lo entiendo.

– Cuando has entrado, estaba hablando con ella.

Se me enfrió todo el cuerpo.

– Está alojada en un hotel dos calles más abajo. Le dije que viniera. -Miró el ascensor-. Es ella. Está subiendo.

Me volví despacio y miré los números del ascensor iluminándose. Oí cómo sonaba en cada piso. Di un paso hacia delante. No podía creerlo. Esto era otro truco cruel. La esperanza estaba jugando conmigo otra vez.

El ascensor se paró. Oí que las puertas se abrían. No se deslizaron. Se abrieron a regañadientes como si les diera miedo entregar a su pasajera. Me quedé paralizado. El corazón me retumbaba en el pecho. Mantuve los ojos fijos en las puertas, en la abertura.

Y entonces, veinte años después de desaparecer en aquel bosque, mi hermana Camille volvió a mi vida.

Epílogo

Un mes después

Lucy no quiere que haga este viaje.

– Por fin ha terminado -me dice, justo antes de que me vaya al aeropuerto.

– Ya he oído eso antes -contraataco.

– No tienes que volver a verle, Cope.

– Sí. Necesito unas últimas respuestas.

Lucy cierra los ojos.

– ¿Qué?

– Es todo muy frágil, ¿sabes?

Lo sé.

– Me da miedo que remuevas las aguas otra vez.

Lo entiendo pero tengo que hacerlo.

Una hora después, estoy mirando por la ventanilla del avión. En el último mes, la vida ha vuelto casi a la normalidad. El caso Jenrette y Marantz dio algunos giros inesperados y raros antes de alcanzar su bastante glorioso final. Las familias no se rindieron. Ejercieron toda la presión que pudieron sobre el juez Arnold Pierce y él cedió. Desestimó el DVD porno, afirmando que no se había presentado a tiempo. Parecía que lo teníamos mal. Pero el jurado vio la maniobra, normalmente es así, y dieron un veredicto de culpabilidad. Por supuesto Flair y Mort apelarán.

Me gustaría procesar al juez Pierce, pero no lo conseguiría jamás. Me gustaría procesar a EJ Jenrette y a MVD por chantaje. También dudo que lo consiguiera. Pero la demanda de Chamique va bien. Se dice que quieren acabar con esto rápidamente. Se habla de un acuerdo de siete cifras. Espero que lo consiga. Pero cuando miro en mi bola de cristal, no veo mucha felicidad para Chamique en el futuro. No lo sé. Su vida ha sido tan agitada. Me da la sensación de que el dinero no va a cambiarlo.

Bob, mi cuñado, está libre bajo fianza. Hablé en su favor. Declaré a las autoridades federales que aunque mis recuerdos eran un poco «borrosos», creía que Bob me había dicho que necesitaba un préstamo y que yo lo aprobé. No sé si funcionará. No sé si estoy haciendo lo correcto o lo incorrecto (probablemente lo correcto) pero no quiero que destruyan a Greta y a su familia. Pueden llamarme hipócrita, lo soy, pero la línea entre el bien y el mal a veces se difumina. Se difumina aquí, bajo la luz brillante del mundo real.

Y, por supuesto, se difumina en la oscuridad de aquel bosque.

Respecto a Loren Muse, sigue siendo Muse, gracias a Dios. El gobernador David Markie todavía no ha pedido mi dimisión y yo no se la he ofrecido. Probablemente lo haré y probablemente debería hacerlo, pero ahora mismo voy aguantando.

Raya Singh acabó dejando Most Valuable Detection para asociarse con Cingle Shaker, nada más y nada menos. Cingle dice que están buscando a una tercera estupenda para que su agencia pueda llamarse «Ángeles de Charlie».

El avión aterriza. Desembarco. Miro mi BlackBerry. Hay un breve mensaje de mi hermana, Camille:

Hola, hermano, Cara y yo vamos a almorzar a la ciudad y de tiendas.

Te quiero, Camille.

Mi hermana, Camille. Es fantástico tenerla de vuelta. No puedo creer la rapidez con que se ha convertido en una parte integral y con todas las de la ley de nuestra vida. Pero la verdad es que sigue existiendo una tensión latente entre los dos. Vamos mejorando. Y mejoraremos más. Pero la tensión existe y no se puede negar, y a veces exageramos en nuestro esfuerzo por combatirla llamándonos todo el rato «hermano» y «hermana» y diciendo «te echo de menos» y «te quiero».

Todavía no sé todo lo que ha hecho Camille durante estos años. Hay detalles que no me cuenta. Sé que empezó con una nueva identidad en Moscú, pero que no se quedó mucho tiempo. Estuvo viviendo dos años en Praga y otro en Begur, en la Costa Brava. Volvió a Estados Unidos, se movió un poco más, se casó y se instaló en Atlanta, pero acabó divorciándose tres años después.

No ha tenido hijos, pero ya es la mejor de las tías posibles. Quiere mucho a Cara, y el sentimiento es más que recíproco. Camille vive con nosotros. Es maravilloso, más de lo que podría haber esperado, y esto alivia mucho la tensión.