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Maggie estaba cansada, sus músculos dolían con el cambio inesperado, y las plantas de sus pies estaban dañadas de caminar desnuda. En el calor lleno de vapor del bosque, el agua fresca era una vista atractiva. Maggie miró inciertamente a Brandt. Había todavía un borde duro en su boca a pesar de su explicación, entonces decidió no hacerle caso, no quería mirar a Brandt, no a su masculino cuerpo, no queriendo inhalar su picante olor. Ni quería saber que había sido ella la que había puesto ese duro semblante en su boca esculpida. Escogió un punto donde la roca era firme y el agua formaba un remanso dónde podría sentarse cerca del agua. Quitando sus zapatos y calcetines, ella enrolló sus vaqueros y sin vacilación sumergió sus pies en el agua. Esperaba que no estuviera congelada, pero no lo estaba.

Maggie sentía un calor pegajoso, la selva estaba calurosa y húmeda a pesar de la temprana hora. Una gota de sudor goteó por su piel, en el valle entre sus pechos. Alzo su vista hacia Brandt para encontrarlo mirándola en silencio. Inmediatamente su estómago dio un golpe que la hizo derretirse y su corazón comenzó a palpitar. Un deseo desnudo quemaba en su mirada. Maggie frotó sus manos sobre sus muslos nerviosamente. -Hoy va a hacer calor. -Su voz salió cantarina.

– Así, es. -Su mirada sostenía la suya, Brandt se quitó su camisa en un movimiento fluido y la arrojó sin prestarle atención a un lado.

Ella miró arriba hacia su pecho. Un lento calor, comenzó a extenderse por su vientre, volviéndola salvaje. Sin pensarlo, Maggie se estiró lánguidamente, sus brazos sobre su cabeza, inclinando su cara hacia el cielo, exponiendo la línea de su garganta, levantando sus pechos bajo la tela delgada.

– No es justo lo que puedes hacerme con solo una mirada, -dijo Maggie-. Volví, Brandt. Volví cuando no tenía que hacerlo. – Realmente tuvo que volver. Con miedo de que si se alejaba de él, podría dejar de existir. Sería Maggie, pero andaría por esta vida, no viviría.

– Fue mi culpa que estuvieras sola, -dijo Brandt. Permitiendo que su mirada fuera a la deriva sobre ella, una inspección lenta y perezosa de sus curvas lozanas-. No te culpo de tener miedo. Me culpo de dejarte sola cuando sabía que estabas cerca del cambio. -Él se movió a su lado mientras ella se sentaba en el borde del agua. Sus dedos se enredaron en su pelo, rozando los hilos sedosos-. No pensé en intentar morderte, Maggie. El Han Vol Dan es una experiencia espantosa hasta para nosotros que sabemos que esperar. Estoy orgulloso de cómo lo resolviste sola y de que tuvieras el coraje de volver a mí. -Eso la humilló como nada más pudo hacerlo.

Brandt sabía que parecía tieso, severo y alejado, pero su miedo por ella todavía era una horrible presencia en su corazón, y él no podía parecer tranquilo cuando sus demonios rabiaban. Había querido romper el cuello de James, y pensar que el hombre vagaba libremente, presentando una amenaza a Maggie, lo hacía resentirse de su decisión de permitir a James evitar la justicia de la selva.

Su mano tembló cuando la alcanzó y simplemente tiró de su camisa sobre su cabeza y la envió sobre su propia ropa. -Podemos cambiar fácil y naturalmente, rápido y en una carrera si hay necesidad. Es sólo otra forma, no un cambio de carácter. -Su piel brillaba, tan liso como la seda. Ella era absolutamente hermosa para él, tan exótica como cualquiera de las criaturas a su cuidado-. Voy a mostrártelo, Maggie.

Sus manos estaban sobre la cinturilla de sus vaqueros y su corazón aporreó mientras oía el sonido de su cremallera. Ella inclinó su cabeza para conseguir una mejor vista cuando él apartó los vaqueros de su cuerpo sin ningún rastro de modestia. Estaba ferozmente excitado, grueso, duro y tentador más allá de su capacidad de resistirse. Al instante olvidó que estaba cansada.

– Me gusta mirarte. -Las palabras salieron sin darse cuenta, honestas, simples, como la vida en el bosque lluvioso.

Por primera vez él pareció relajarse, un poco de tensión lo abandono. -Eso es una cosa buena, dulzura, porque no soy muy parcial al mirarte-. Él se distancio un paso. -Primero creo el leopardo en mi mente, Maggie, antes de que en realidad comience el cambio. Eso toma práctica, pero serás capaz de hacerlo.

Ella sudaba. Solo mirarlo y oír esa nota sensual en su voz le provocaba dolor en los sitios más maravillosos. Él la privaba de aire hasta en espacios abiertos de par en par.

Brandt la alcanzó abajo, cerrando sus dedos alrededor de su muñeca, y sin esfuerzo la levantó. -Mira, Maggie. -Él sostuvo su brazo a distancia mientras la piel corría sobre su piel.

Maggie tenía ojos para otras cosas. Permitió a su palma deslizarse por sobre su muslo, hacia el pesado saco de sus testículos, para juguetear con su larga erección.

– Te estoy mostrando algo importante, -le dijo él, intentando parecer severo.

– Y yo miro -ella contestó sinceramente.

– Tienes que hacer más que mirar. -Su aliento abrumó a sus pulmones cuando sus dedos bailaron, cerrándose con fuerza alrededor de él, deslizándose, y acariciando.

Ella le arqueó una ceja, había risa en su broma. -Pobre bebé. Y te sentías todo tacaño y malo, también. Soy un calmante para ti. Deberías agradecerme.

– ¿Tacaño y malo? -Él resonó, cada músculo de su cuerpo tenso con la necesidad.

– Gruñón. Gruñías. Ya sabes, rizando tus labios y exponiendo tus dientes. -Ella se paró sobre los dedos de sus pies, presionando sus pechos contra su pecho para mordisquearlo en los labios-.Tienes maravillosos dientes, a propósito. -Su lengua se deslizada seductoramente sobre sus labios. Apartándose de él cuando la atrajo.

Riendo, Maggie se quitó sus vaqueros. En vez de volver hacia él, brincó directamente en el agua.

CAPÍTULO 9

El agua estaba fresca, llevando inmediato alivio al cuerpo de Maggie. Tenía la temperatura perfecta para el pesado calor de la mañana. Ella nadó bajo la superficie, quería sentirse limpia, quería que la gruesa masa de su pelo estuviera mojada y fresca para un cambio. Sobre todo, quería que Brandt jugara con ella. El borde duro de su boca, la amenaza brillando en sus ojos intimidaba. Ella había tomado una decisión monumental, su vida entera cambiaria con el parpadeo de un ojo y ella necesitaba consuelo. Ambos lo necesitaban.

Brandt miró el movimiento del cuerpo de Maggie en el agua, cortándola limpiamente, un destello de sus nalgas lisas, atractivas, una patada de sus pies. Su cabeza pasó con el pelo mojado y largo que agitaba gotitas de agua en todas direcciones. Ella parecía una náyade [4], etérea, deseable. Una sirena con pelo ardiente y piel atractiva.

Ella era la vida misma, la familia, valió la pena todas esas largas horas, todo el peligro y el tedio de su trabajo. Ella era la causa de por qué lo hizo, por qué quería salvar el ambiente, por qué la fauna era tan importante. Una mujer con más coraje que sensatez, dispuesta a aceptarlo por instinto. Dispuesta a perdonar la trampa que le había puesto, a mirar más allá de ella, una vida junto a él.

Brandt suspiró y resbaló en el agua para aclarar el sudor de su piel. Ella tenía otra vida. En una ciudad, donde había vivido durante años antes de que él hubiera aparecido. Nadó rápidamente, con furia atravesando por el fondo de uno a otro lado, pasando detrás de la cascada y a su lado. Él levantó su peso en el pequeño terraplén que había allí, encajando sus caderas en la roca lisa, sus piernas pendían hacia abajo. El Agua lamía en sus muslos e ingle, las olas lo calmaban mientras su mente rugía una protesta.

– Maggie. -Él esperó hasta que ella se levantara en el agua menos profunda, el agua que con amor tocaba sus caderas, gotitas escapaban de sus pechos y debajo de su hermoso vientre hasta su ombligo-. Esto no esta bien. Lo que he hecho no está bien. Todo ha sido sobre mí, lo que necesito, lo que quiero, no sobre ti y lo tú quieres o necesitas.

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[4] Náyades, en la mitología griega eran un tipo de ninfas acuáticas, comúnmente asociadas a fuentes y manantiales. (Gentileza Wilkipedia) N. T.