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Al verla allí intentó recordar por qué había estado tan seguro en el pasado de que no podría llegar a enamorarse de ella. Había olvidado las razones y éstas habían desaparecido. Ella había llenado de luz su vida durante las últimas semanas y no podía imaginarse vivir sin tenerla a su lado.

– Annie -le dijo, inclinándose hacia ella y tomando su mano entre las suyas-. No quiero dejarte aquí. Quiero llevarte conmigo. Quiero dormir contigo acurrucada a mi lado. Quiero…

Annie lo besó apasionadamente. Entre otras cosas para no tener que oír lo que iba a decirle. Matt la abrazó y la atrajo hacia sí. Quería ir con él. Deseaba estar entre sus brazos más que nada en el mundo.

Ella gimió y su cuerpo se arqueó bajo el de él. Sentía los pechos más llenos que nunca y cuando Matt los tocó no pudo ahogar un grito de placer. Él apartó su blusa y el encaje de su sostén. Y entonces Annie quedó expuesta por completo a sus caricias.

– Annie, Annie… -dijo él jadeante entre sus pechos-. Me vuelves loco.

Annie sabía de lo que hablaba. Deslizó sus manos bajo la camisa y dibujó con los dedos el contorno de sus músculos. Quería besar y saborear su torso. Quería tocar toda su piel y ser parte de él.

Pero de pronto se dio cuenta. Quería mucho más que eso. Quería hacer el amor con él. Lo necesitaba tanto como el aire que respiraba. Y si no intentaba controlar la situación, ésta se le iba a escapar de las manos.

– ¡Para! -le dijo.

Pero Matt no la oía, seguía recorriendo con la lengua su pecho y tuvo que insistir de nuevo y empujarlo para evitar que siguiera por ese camino.

Se apartó con un quejido y sin aliento. La observó mientras Annie se arreglaba de nuevo la ropa.

– Eres preciosa -le dijo con voz ronca y seductora-. Puedes hacer conmigo lo que quieras.

– Intentaré recordarlo -le contestó con una picara sonrisa.

– Annie -dijo él incorporándose y adoptando un gesto serio-. He estado pensando y… ¿sabes qué? Creo que deberíamos casarnos.

– ¿Qué?

– ¿Por qué no? Está claro que nos gustamos bastante y tú necesitas un marido.

Annie lo miró en la oscuridad del coche. Sería genial poderse relajar y creer que eso lo arreglaría todo.

«Sólo quiere casarse conmigo para ayudarme y evitar que dé el bebé en adopción. Pero no me quiere, no ha hablado de amor», se recordó ella.

– No pienso casarme nunca -murmuró ella.

– ¿De qué estás hablando?

– De mi vida. Gracias por la cena. Buenas noches.

Abrió la puerta del coche, salió y corrió hasta la casa con tanta rapidez que nadie creería que estaba embarazada de casi ocho meses. Matt se quedó mirándola, preguntándose si sería capaz de llegar a entenderla.

Annie no tuvo que esperar mucho para saber si Josh estaba interesado en tener alguna relación con ella o no.

De hecho, parecía que las relaciones familiares estaban estallando por todas partes.

Faltaban menos de dos semanas para la boda cuando Kurt y Jodie anunciaron su intención de celebrar una doble ceremonia con Shelley y Rafe.

– No podemos esperar más -explicó Jodie llena de felicidad-. Katy necesita que seamos oficialmente uña familia y hemos decidido que eso es más importante que intentar no herir a personas que ni siquiera están aquí.

Hablaba de la madre de Kurt, que vivía en Nueva York, y de su hermana Tracy, que residía en Dallas con su último novio. El padre estaba en algún lugar de Europa y hacía meses que nadie sabía nada de su paradero. Ninguno de ellos parecía tener en interés en ir a Chivaree.

– Tengo un par de tíos por aquí -dijo Kurt-. Pero no tenemos mucha relación. El único que me gustaría que viniera es mi primo Josh. Le mandaremos una invitación y veremos si tiene el valor de pasar de la disputa familiar.

– Estoy tan feliz… -dijo Rita a punto de llorar-. Va a ser la mejor boda de todos los tiempos.

Annie estaba contenta por ellos, pero el comentario sobre Josh le dolió. Estaba segura de que ella sería la culpable de que no acudiera nadie de los McLaughlin a la boda. Levantó la vista y se encontró con los ojos de Matt. Seguro que él estaba pensando lo mismo.

Ese mismo día, estaba organizando algunos documentos sobre la mesa de su despacho cuando notó que alguien estaba en la puerta. Miró en esa dirección y se encontró con Josh.

– ¡Vaya! -exclamó con sorpresa.

– Hola -dijo con gesto preocupado-. Supongo que deberíamos hablar.

Capítulo 10

ANTES de que Annie tuviera que buscar a Matt lo encontró a su lado, sosteniéndola con un brazo alrededor de su cintura.

– ¿Por qué no bajamos a la sala de conferencias? -sugirió con calma-. Así nadie os molestará.

Tomaron el viejo ascensor. Y mientras bajaban los tres, Annie se dio cuenta de que estaba entre los dos hombres que más le importaban en el mundo. Rezó en silencio para que ambos siguieran sintiendo afecto por ella cuando todo aquello terminara.

La sala de juntas, que acababa de ser remodelada, tenía un aire de solemnidad que parecía expresar que allí sólo ocurrían cosas importantes. Una pared estaba cubierta con una señorial librería y otra panelada con madera de caoba y adornada con premios conseguidos por la empresa. Había una gran y larga mesa en el centro, rodeada por sillas tapizadas con exquisitas telas.

– ¿Quieres que espere fuera? -le preguntó Matt a Annie.

– No, puedes quedarte si quieres -dijo Josh. Se sentaron a un extremo de la mesa.

– Lo primero que quiero decirte, Annie, es que he hablado con gente que me ha asegurado que tu historia es cierta. De hecho, Hiram, el que ha sido nuestro capataz durante treinta años, me ha confesado que supo quién eras en cuanto te vio.

Annie pudo por fin respirar. Era un alivio saber que la creía.

– ¿Y por qué no dijo nada?

– No lo sé. Dijo que no era asunto suyo y que sabía que lo arreglaríamos nosotros. Y eso espero.

– Yo también.

– Pero tengo que hacerte una pregunta que me tiene en ascuas: ¿por qué volviste a aquí?

Brevemente, le explicó lo que le había pasado a su madre. Le habló también de su experiencia con Rick, esperando no tener que pasar por ello de nuevo. También le contó lo sola y perdida que se había sentido y cuánto ansiaba tener una familia.

– Mi madre murió. Mi tío se había vuelto a México y hacía mucho que no sabía nada de él. Volví a Chivaree porque era lo más parecido a un hogar que tenía. No tenía otro sitio a dónde ir. Y como sois la única familia que tengo en el mundo, quería contactar con vosotros. Cuando vi el anuncio sentí que era la respuesta a mis oraciones.

– ¿Por qué no hablaste con nosotros directamente?

– No sabía si sería buena idea. Pensé que sería mejor conoceros antes. No quería causaros problemas. Y la verdad es que había decidido no decíroslo, pero alguien me reconoció y no quería que os llegara la noticia por otra persona. Así que Matt me convenció para hablar con vosotros. Ahora veo que debería haberlo hecho desde el principio. Lo siento. No quería hacer daño a nadie.

Josh se quedó mirándose las manos. Después levantó la vista y la miró.

– Supongo que tendremos que negociar una compensación para ti.

– ¿Una compensación? -exclamó horrorizada-. No quiero ninguna compensación. No quiero ni un céntimo vuestro -añadió, levantándose del asiento para poner énfasis a sus palabras-. Ni un céntimo, Josh. De verdad.

Él también se puso en pie.

– Muy bien, Annie. ¿Y qué te parece si te ofrecemos nuestro cariño? -dijo abriendo sus brazos hacia ella-. Por favor, forma parte de nuestra familia.

Se echó a sus brazos llorando y se abrazaron durante largo rato.

– Cathy te echa de menos. ¿Por qué no vienes a cenar el miércoles por la noche?

– Me encantará -dijo Annie con los ojos brillantes por la alegría.

– ¿Y por qué no viene él también? -sugirió señalando a Matt-. Algo me dice que también a él llegaremos a conocerlo bien.