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La cena fue estupenda. Al principio tanto Josh como Matt se mostraron recelosos pero, poco a poco, descubrieron que tenían mucho en común. Cuando Matt y Annie se fueron, ambos hombres sabían que podrían llegar a ser buenos amigos si lo intentaban. Las cosas iban tan bien que Annie se sintió con valor suficiente como para preguntarles si habían recibido la invitación de boda de Kurt y Jodie.

– Allí estaremos -dijo Cathy riendo-, dispuestos a celebrarlo.

– ¿Creéis que éste pudiera ser el fin del viejo enfrentamiento entre ambas familias? -preguntó Annie esperanzada.

– No creo que sea el fin -dijo mirando a Matt-. Pero creo que está habiendo algunos cambios muy importantes.

Matt se entusiasmó tanto que los invitó a la fiesta familiar que se celebraría en el restaurante de Millie a la noche siguiente. Y prometieron acudir también.

De vuelta a casa, Annie estaba en el séptimo cielo.

– William -dijo de repente, alto y claro, como si fuese una declaración de intenciones.

– ¿Qué? -preguntó Matt sorprendido.

– William. Voy a llamar a mi bebé William, por mi padre.

Matt asintió en silencio, con los ojos puestos en la carretera. Después, una sonrisa comenzó a aparecer en su apuesto rostro.

– Lo llamaremos Billy -dijo-. Le enseñaré a montar a caballo y a jugar al béisbol. Y él me puede llamar tío Matt.

– Trato hecho -repuso ella feliz.

– O… -dijo mientras aparcaba a la entrada de la casa, apagaba el motor y la miraba-. O podría llamarme papá. Depende de ti.

Annie no le contestó. Pero lo besó. Por primera vez, se atrevió a dejarle ver con claridad sus sentimientos. Aquel beso no estaba atado por la pasión como había sucedido otras veces. Era mucho más que eso. Mucho más profundo y trascendente. Se preguntó si Matt se daría cuenta de que estaba enamorada de él.

Fuese como fuese, él la besaba con la misma emoción. Y cuando dejaron de besarse, su sonrisa estaba llena de amor, aunque no se lo dijese con palabras.

– Eres lo mejor que hay en mi vida ahora mismo -dijo él.

– ¿Para ti también? Pensé que era la única.

Matt sonrió y acarició su cara.

– Lo segundo mejor de la velada fue ver a esa preciosa niña de nuevo. ¿Cuánto tiempo tiene?

– ¿Emily? Año y medio, más o menos.

– Eso me pareció. Seguramente es de la misma edad de mi hijo.

– Así es.

– La estuve mirando y pensando que mi hijo debe de ser muy parecido a ella.

– Supongo que sí.

Estaba a punto de comentarle que Emily era adoptada cuando una idea la sacudió con la fuerza de un rayo. Y una vez que pensó en ello, se preguntó por qué no se le habría ocurrido antes.

Su corazón comenzó a latir con fuerza. Recordó las cosas que Matt le había contado sobre su hijo. Cómo su novia había dado a luz en San Antonio y había entregado a su hijo en adopción, cómo el detective pensaba que los papeles habían sido gestionados fuera del estado. Recordó todo de pronto. Cathy le había dicho que adoptaron a Emily en San Antonio, que la madre biológica quería a una familia de Chivaree y que gestionaron la adopción»en otro estado para agilizar el proceso. Eran demasiadas coincidencias. Todo parecía encajar.

Annie no pudo dormir. Se pasó casi toda la noche en la ventana de su dormitorio, mirando a la luna. No sabía qué hacer.

Cuanto más pensaba en ello, más temía que existieran grandes probabilidades de que Emily fuera la hija biológica de Matt. Por una parte, eso acabaría con la desesperada búsqueda de Matt pero, por otra, terminaría con la recién iniciada amistad entre él y Josh. Además de la de Annie con Josh y Cathy. Se preguntaba si el asunto llegaría a los tribunales o si Matt querría recobrar la custodia de la niña. Estaba poniendo tanta pasión en encontrar a su hijo que se temía que sí intentaría tener la custodia. Y sabía que Josh y Cathy lucharían con uñas y dientes por la niña.

Pero estaba claro que tenía que contarle a Matt lo que sospechaba. Y si había aprendido algo en las últimas semanas, era que debía decirlo cuanto antes. De hecho, se arrepentía de no habérselo dicho en el mismo momento en que tuvo la idea. Decidió decírselo en cuanto llegara al despacho. Y, aunque temía lo que iba a pasar después, sería un alivio quitárselo de encima.

Por desgracia, sus planes se vinieron abajo. En cuanto llegó a la oficina vio un mensaje de Matt. Uno de sus pacientes necesitaba un importante medicamento que se había quedado en la oficina de correos de San Antonio y había ido a allí a recogerlo personalmente. Pasaría la tarde con ese paciente y no iba a poder verla hasta esa noche en el restaurante.

Pasó el día angustiada por lo que estaba por llegar. Para colmo de males, empezó a encontrarse mal por la tarde, algo nerviosa y deprimida, por lo que empezó a pensar que quizá fuera mejor decírselo después de la fiesta. Al fin y al cabo, Josh y Cathy iban a estar allí también. Era su primera oportunidad para empezar a conocer a los Allman y no quería arruinarlo todo antes de que empezara.

Estaba a punto de irse hacia el restaurante cuando oyó el teléfono de Matt sonando. Cuando comenzaron a dejar el mensaje tardó unos segundos en darse cuenta de quién era.

– Hola, Matt. Soy Dan Kramer. Tengo buenas noticias. He encontrado a tu hijo y lo más curioso de todo es que fue adoptado por una pareja de tu pueblo. Intentaré localizarte en el móvil o en el piso de tu hermano. Pero si no puedo, llámame en cuanto oigas esto. Hasta luego.

Se quedó helada, no podía respirar. Así que era verdad. Era verdad y no se lo había contado. Nunca le perdonaría aquello. Tenía que encontrarlo de inmediato. Quizás estuviera ya en el restaurante.

Fue hasta allí tan deprisa como pudo, pidiéndole a su viejo coche que no la dejara tirada en ese momento. El restaurante se estaba llenando ya. Los Allman lo habían reservado todo para esa noche y los familiares comenzaron a llegar desde todo el condado. Buscó a Matt con la mirada y no lo encontró, aunque sí vio a Cathy y Josh saludándola desde una mesa. Emily estaba sentada entre los dos.

Ella los saludó también, intentando disimular su angustia. Y* entonces vio a Matt. Él también la reconoció y sus ojos se iluminaron. Justo cuando empezaba a acercarse a ella, Rafe lo paró y Annie pudo leer en sus labios lo que le estaba diciendo.

– Matt, el detective llamó justo antes de que saliera del piso. Tiene noticias y quiere que lo llames.

Matt se volvió hacia el teléfono y a Annie se le paró el corazón. Demasiado tarde. Era cuestión de segundos antes de que lo supiera. Se preguntaba si iría directamente a hablar con Josh y Cathy. No sabía si debería avisarlos de lo que iba a ocurrir. Pero si lo hacía estaría traicionando a Matt. Ya podía imaginárselos tomando a Emily en sus brazos y volviendo a casa para llamar a sus abogados. Y Matt querría saber por qué ella no le había contado lo que ya sospechaba.

Sintió que se mareaba, como si fuera a desmayarse en medio del restaurante de nuevo.

– ¡Cariño! -le dijo Millie-. ¿Estás bien?

Annie agarró su mano.

– Él nunca lo entenderá -le dijo fuera de sí-. Tenía que habérselo dicho antes. Todo se va a echar a perder y es culpa mía.

Sin pensárselo dos veces se dio me dio vuelta y corrió hacia la puerta. Tenía que irse de allí y Houston le pareció tan buena idea como cualquier otra. Se preguntó si podría llegar allí antes de medianoche.

Cuando las contracciones empezaron a aparecer con más fuerza y regularidad se dio cuenta de que, si se había sentido tan mal esa tarde, había sido porque el gran momento estaba muy cerca. Y ella no había prestado la suficiente atención a su cuerpo como para darse cuenta de ello. Además, aún faltaban unas semanas para que saliera de cuentas.

Lo único que tenía claro era que no iba a llegar a Houston, ni siquiera a Austin. De hecho, había tenido suerte de haber podido llegar hasta el parque del Coyote antes de que su coche la dejara tirada. Su idea había sido pasar al lado de ese lugar para poder despedirse de sus recuerdos pero, cuando lo hizo, el automóvil comenzó a renquear. Pudo llegar hasta el aparcamiento del parque instantes antes de oír los últimos estertores del motor. Estaba claro que ese coche no iba a arrancar de nuevo, por mucho que lo intentó.