Había una especie de cocina-despensa abierta, en la que Kate entró y abrió un armario.
– ¿Whisky? -preguntó.
– Por favor. -Deposité en el suelo su maleta y mi cartera.
Ella puso la botella de whisky en la barra de desayunos, entre la cocina y la zona del comedor, en la que no había mesa. Me senté en una banqueta ante la barra, y ella puso hielo en dos vasos y sirvió whisky.
– ¿Soda?
– No, gracias.
Entrechocamos los vasos y bebimos. Ella volvió a servir y apuró otro trago de whisky.
– ¿Has cenado? -me preguntó.
– No. Pero no tengo hambre.
– Bueno, hay algunas cosillas por aquí.
Abrió un armario y sacó varias bolsas grandes de celofán de aspecto horrible y nombres estrambóticos, como Crunch-Os. Comió un puñado de ganchitos anaranjados, o lo que fuesen.
Se sirvió otro whisky y luego se acercó a la cadena musical y puso un disco. Era un viejo título de Billie Holiday.
Se quitó los zapatos con una brusca sacudida de cada pie y se despojó luego de la chaqueta, dejando al descubierto una elegante blusa blanca bien cortada y una Glock en su funda. Pocos agentes de policía llevan ya funda sobaquera, y me pregunté por qué la llevaría ella. Echó la chaqueta sobre un sillón y luego se quitó la pistolera y la dejó caer sobre la chaqueta. Yo esperé a que siguiera poniéndose más cómoda aún, pero eso fue todo.
Así pues, no queriendo ni necesitando tener una ventaja armada, me quité la chaqueta y saqué la pistolera que llevaba sujeta al cinturón. Ella cogió ambas cosas, las puso encima de las suyas y se sentó a mi lado. En plan estrictamente profesional, yo le hablé de las ventajas de la nueva Glock del calibre 40 adoptada por los federales y de cómo tenía resultados superiores a los del modelo de nueve milímetros, etcétera, etcétera.
– No atravesará un chaleco blindado pero es capaz de derribar a un hombre.
Ella no parecía interesada en el tema.
– Tengo que arreglar este apartamento -dijo.
– A mí me parece que está muy bien.
– ¿Tú vives en un tugurio?
– Antes, sí. Pero acabé en la residencia conyugal. No está mal.
– ¿Cómo conociste a tu mujer?
– La compré por catálogo.
Se echó a reír.
– Encargué una cafetera pero creo que escribí mal el número de serie, y apareció ella. En paquete certificado.
– Eres un tipo raro. -Miró su reloj-. Quiero ver luego el noticiario de las once. Había convocadas tres conferencias de prensa.
– Muy bien.
Se puso en pie.
– Voy a ver si tengo algún mensaje en el contestador y a decir al CMP que estoy en casa -dijo. Me miró y preguntó-: ¿Debo decir que tú estás aquí?
– Eso es cosa tuya.
– En este caso tienen que saber en todo momento dónde estás.
– Lo sé.
– ¿Y bien? ¿Te quedas?
– También eso es cosa tuya. Sorpréndeme.
– Está bien.
Se volvió y salió por una puerta que daba a su dormitorio o a su despacho.
Tomé unos sorbos de whisky, reflexionando acerca de la duración y finalidad de mi visita. Sabía que, si terminaba mi vaso y me iba, la Mayfield y yo dejaríamos de ser amigos. Si me quedaba y hacía la cosa, la Mayfield y yo dejaríamos de ser amigos. Estaba realmente acorralado.
Kate regresó:
– Sólo había ese mensaje tuyo. -Se sentó de nuevo a mi lado y revolvió con el dedo su whisky con hielo-. He llamado al CMP.
– ¿Has mencionado que estaba yo aquí? -pregunté final mente.
– Sí. El oficial de guardia tenía el altavoz conectado, y he podido oír la salva de aplausos.
Sonreí.
Se sirvió más whisky y luego revolvió entre las bolsas de celofán, comentando:
– No debería tener en casa esta basura. En realidad, sé cocinar. Pero no lo hago. ¿Cómo te las arreglas tú para comer en casa?
– Me suelo llevar a casa los animales que atropello con el coche.
– ¿Te gusta vivir solo?
– A veces.
– Yo nunca he vivido con nadie.
– ¿Por qué?
– El trabajo, supongo. Los horarios. Llamadas a todas horas, viajes aquí y allá. Traslados. Además, hay que tener en casa armas y documentos confidenciales, pero supongo que eso no tiene mayor importancia. Los veteranos suelen decirme que, hace años, si una agente vivía con un tío, tenía problemas.
– Probablemente sea verdad.
– No creo que los tíos salieran tampoco muy bien librados. Tú eres un veterano -añadió-. ¿Cómo era la vida en los años cuarenta?
Sonreí pero no tenía ninguna gracia.
La Mayfield había consumido cuatro whiskies pero parecía bastante lúcida.
Escuchamos un rato Sólo tengo ojos para ti y charlamos.
– Yo bebo cuando estoy nerviosa -me sorprendió ella-. El sexo siempre me pone nerviosa. Quiero decir, la primera vez, no el sexo propiamente dicho. ¿Y a ti?
– Sí… Me pongo un poco tenso.
– No eres tan duro como aparentas.
– Estás pensando en mi gemelo malo. James Corey.
– ¿Quién es la mujer de Long Island?
– Ya te lo dije. Una policía de Homicidios.
– ¿Es una relación seria? Bueno, no quiero ponerte en una situación embarazosa.
No respondí.
– Muchas mujeres de la oficina te consideran muy sexy -dijo.
– ¿De veras? He cuidado al máximo mi comportamiento.
– No importa lo que hagas o digas. Es tu forma de andar y mirar.
– ¿Me estoy ruborizando?
– Un poco. ¿Y yo estoy siendo demasiado atrevida?
Tengo preparada una buena contestación para eso, y dije:
– No, estás siendo franca y sincera. Me gusta la mujer capaz de expresar su interés por un hombre sin ninguna de las trabas que la sociedad impone a las mujeres.
– Tonterías.
– Sí. Pásame el whisky.
Cogió la botella y se dirigió al sofá.
– Vamos a ver las noticias.
Yo cogí mi vaso y me senté en el sofá. Ella apagó el tocadiscos, empuñó el mando a distancia y sintonizó el noticiario de las once de la CBS.
El asunto principal era el caso del vuelo 175 de Trans-Continental y las conferencias de prensa. La presentadora estaba diciendo:
– Tenemos nuevos y sorprendentes datos en relación con la tragedia del vuelo Uno-Siete-Cinco en el aeropuerto Kennedy el sábado. El FBI y la policía de Nueva York han anunciado hoy en una conferencia de prensa conjunta lo que se venía rumoreando desde hace días que las muertes ocurridas a bordo del vuelo de Trans-Continental fueron consecuencia de un atentado terrorista y no de un accidente. El FBI considera principal sospechoso del ataque a un ciudadano libio llamado Asad Jalil… -Una foto de Jalil apareció en la pantalla y permaneció allí mientras la presentadora continuaba-: Ésta es la foto que les mostramos anoche y la persona de la que informábamos que estaba siendo objeto de búsqueda nacional e internacional. Ahora hemos sabido que es el principal sospechoso de la tragedia…
Kate pasó a la NBC, y la información era prácticamente idéntica, y sintonizó después la ABC y luego la CNN. Continuó cambiando de canal, lo cual cuando lo hago yo está muy bien, pero cuando lo hace otro, en particular si es una mujer, resulta un incordio.
De todos modos, captamos lo esencial de las diversas informaciones, pusieron luego varios fragmentos de la primera conferencia de prensa, y se vio a Félix Mancuso, jefe de la oficina del FBI de Nueva York, ofreciendo unos pocos detalles, cuidadosamente seleccionados, del incidente. Tras él salió el comisario de policía.
Apareció luego Jack Koenig, quien habló brevemente sobre los esfuerzos coordinados del FBI y la policía neoyorquina pero sin mencionar por su nombre a la Brigada Antiterrorista.
Koenig no mencionó a Peter Gorman ni a Phil Hundry pero habló de las muertes de Nick Monti, Nancy Tate y Meg Collins, a quienes identificó como agentes federales, y, naturalmente, tampoco hizo ninguna referencia al Club Conquistador. Su breve descripción de sus muertes sugería la idea de que habían muerto en un tiroteo con el terrorista durante su huida.