Nadie sugirió nada.
– Sin embargo -prosiguió-, los libios tienen una expresión, muy semejante a la expresión francesa, que dice: «La venganza sabe mejor si se sirve fría.» ¿Entienden? -Supongo que entendíamos-. De modo que quizá Gadafi no haya dado definitivamente por zanjada alguna vieja cuestión. Busquen la razón de Gadafi para enviar a Jalil a Norteamérica, y tal vez descubran por qué Jalil hizo lo que hizo y si la querella ha terminado o no.
– La querella acaba de empezar -dijo Kate.
El profesor Abdellah sacudió la cabeza.
– Empezó hace mucho. Una venganza de sangre sólo termina cuando queda en pie el último hombre.
Supongo que aquello significaba que yo tenía trabajo asegurado para el resto de mis días.
– Quizá sea la venganza de Jalil, no de Gadafi -dije.
Ben se encogió de hombros.
– ¿Quién sabe? Encuentren a ese hombre, y él estará encantado de decírselo. Aunque no lo encuentren, les acabará diciendo por qué lo hizo. Es importante para Jalil que ustedes lo sepan.
El profesor Abdellah se puso en pie y nos dio una tarjeta suya a cada uno.
– Si puedo servirles de ayuda, no duden en llamarme. Puedo ir a Nueva York si lo desean -dijo.
Jack Koenig se levantó también y respondió:
– En Nueva York también tenemos personas, como usted, a las que acudir en busca de asesoramiento e información cultural. Pero gracias por su tiempo y sus conocimientos.
El profesor Abdellah recogió sus cosas y se dirigió hacia la puerta.
– Tengo acceso a información de alto secreto. No duden en llamarme, si lo desean -dijo, y salió.
Permanecimos en silencio durante uno o dos minutos. Ello se debía en parte a que había micrófonos ocultos pero en parte también a que la sesión con Ibn -llámenme Ben- Abdellah había sido un tanto extraña.
Realmente, el mundo estaba cambiando, el país estaba cambiando. Norteamérica no era ni había sido nunca un país de una sola raza, una sola religión, una sola cultura. Lo único en común que teníamos era en cierta medida el idioma, pero incluso eso resultaba poco firme. Compartíamos también una fe fundamental en la ley y la justicia, la libertad política y la tolerancia religiosa. Una persona como Abbah Ibn Abdellah era o un americano leal y patriota y un valioso agente especial, o era un riesgo para la seguridad. Casi indudablemente, lo primero. Pero, como en un matrimonio, ese uno por ciento de duda se te agiganta en la imaginación. No duden en llamarme si lo desean.
Regresaron Jim y Jane, y me alegró ver que no habían sido secuestrados por Ben. Ahora venían acompañados de otro chico y otra chica que se llamaban Bob y Jean o algo parecido.
Esta sesión se titulaba «¿Y ahora qué?».
Era una sesión encaminada a ofrecer ideas y sugerencias, lo cual siempre es mejor que dedicarse a señalar culpables, y se nos invitó a todos a participar y colaborar. Elucubramos sobre la próxima acción de Asad Jalil, y me sentí complacido al ver que mi teoría iba ganando terreno.
– Nosotros creemos que los supuestos actos terroristas de Asad Jalil en Europa fueron un prólogo de su venida a Norteamérica -resumió Bob-. Observen también que nunca se formuló ninguna petición, ni se dejó ninguna nota, ni se hizo ninguna llamada a los medios de comunicación antes ni después del ataque, y que no ha habido reivindicación alguna por parte de Jalil ni de ninguna organización. Lo único que tenemos es una serie de ataques a personas y lugares que son norteamericanos o, en un caso, británicos. Esto parece encajar en el perfil de un hombre que tiene un agravio privado y personal, y no una misión o agenda política o religiosa, como quiere dar a entender.
Bob trazó todo un perfil de Jalil, comparándolo y contrastándolo con unos cuantos fanáticos norteamericanos que habían llevado a cabo atentados con bombas impulsados por un resentimiento contra su antiguo jefe o contra la tecnología o contra la gente que echaba a perder el medio ambiente y cosas por el estilo.
– El perpetrador no se considera malvado -prosiguió Bob-, se considera un instrumento de la justicia. Cree que lo que hace es moralmente correcto y está justificado.
»En cuanto a Asad Jalil -continuó-, no les hemos mostrado todas las fotos de él en el salón de invitados de la embajada pero hay fotos suyas postrado en el suelo y orando de cara a La Meca. De modo que nos encontramos ante un hombre que es religioso pero que olvida convenientemente las partes de su religión que prohíben matar a personas inocentes. De hecho, es muy probable que Asad Jalil se haya convencido de que está librando un yihad, una guerra santa, y de que el fin justifica los medios.
Bob aludió al decimoquinto aniversario de la incursión aérea norteamericana sobre Libia y dijo:
– Por esta razón, ya que no por otras, creemos que Asad Jalil está trabajando para los libios. Pero tengan en cuenta que el atentado contra el World Trade Center se produjo en el segundo aniversario de la expulsión de Kuwait de las tropas iraquíes por parte de las fuerzas norteamericanas. Y la mayoría de los autores de ese atentado no eran iraquíes. De hecho, la mayoría eran palestinos. De modo que en estos casos debe tenerse en cuenta el panarabismo. Hay muchas diferencias entre las naciones árabes pero lo que mantiene unidos a los extremistas de cada país es su odio hacia Norteamérica e Israel. La fecha del 15 de abril es un indicio de quién estaba detrás del ataque de ayer, pero no es una prueba.
Cierto. Pero si parece un pato, anda como un pato y grazna como un pato, lo más probable es que sea un pato, no una gaviota. No obstante, había que mantener la mente abierta.
– Disculpe, señor -dije-. ¿Tienen algo en común las víctimas de Jalil?
– No realmente. Todavía no, al menos. Ninguna de las personas que se encontraban a bordo de ese avión tenían gran cosa en común, salvo su destino. Pero un tipo inteligente podría crear falsas pistas atentando contra unas cuantas personas carentes de toda relación con sus verdaderos objetivos. Lo hemos visto con nuestros terroristas, que tratan de desorientarnos haciendo estallar un artefacto donde menos lo esperábamos.
Yo no estaba tan seguro de eso.
– Hemos contactado con todos los servicios policiales y de inteligencia en el extranjero, en solicitud de cualquier dato que puedan tener sobre Asad Jalil -continuó Bob-. Hemos enviado sus huellas dactilares, así como fotografías suyas. Pero hasta el momento, y no hemos hecho más que empezar, nadie parece saber nada sobre él, aparte de lo que han leído ustedes en el dossier. Ese hombre parece carecer de contactos en el seno de organizaciones extremistas conocidas, aquí y en cualquier lugar del mundo. Es un lobo solitario pero sabemos que no podría realizar todo esto por sí solo. En consecuencia, creemos que está siendo manejado directamente por los servicios de inteligencia libios, que se hallan fuertemente influidos por el antiguo KGB. Los libios lo entrenaron, lo financiaron, lo enviaron a unas cuantas misiones en Europa para ver su valía y luego urdieron este plan, conforme al cual Asad Jalil se entregaría a la embajada de Estados Unidos en París. Como saben, en febrero hubo una deserción similar, que creemos que fue un simple ensayo.