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Decidió jugar un par de cartas exploratorias más para tener la seguridad de que no se le había pasado nada por alto, y el sacerdote fue el único que empezó a jugar como si la partida hubiese entrado en su fase final. Gurgeh siguió utilizando su estrategia anterior y cuando la partida llegó a su fin faltaba muy poco para el mediodía, era el jugador con más puntos de todo el grupo.

* * *

Bueno, hasta ahora no lo he hecho tan mal, ¿eh, unidad? le dijo a Flere-Imsaho.

Gurgeh estaba sentado a la mesa en que se serviría el almuerzo para los jugadores, los funcionarios de los juegos y algunos de los espectadores más importantes.

Si tú lo dices… respondió la máquina en un tono bastante malhumorado. No olvides que estoy prisionero en el pabellón con los alegres soldaditos, así que me resulta bastante difícil enterarme de cómo van las cosas.

Oh, acepta mi palabra. Todo va a las mil maravillas.

Esto no es más que el comienzo, Jernau Gurgeh. No creas que volverás a pillarles desprevenidos.

Sabía que podía confiar en ti para que me dieras ánimos.

* * *

Pasaron la tarde jugando en un par de tableros secundarios celebrando una ronda de partidas singulares para decidir el orden de precedencia. Gurgeh sabía que era bastante bueno en esa modalidad, y derrotó a sus contrincantes sin muchas dificultades. El único que pareció tomárselo a mal fue el sacerdote. Hubo otro descanso para cenar durante el que Pequil hizo una aparición no oficial. Le dijo que acababa de salir del trabajo, que iba a casa y había decidido pasarse por allí. El ápice le felicitó por lo bien que estaba jugando e incluso le dio una palmadita en el brazo antes de marcharse.

La sesión de primera hora de la noche fue una mera formalidad. Los funcionarios del juego aficionados de un club local presididos por un funcionario imperial les llevaron al Tablero del Origen y les explicaron la configuración exacta y el orden de los juegos del día siguiente. A estas alturas ya era obvio que Gurgeh iba a empezar con una ventaja considerable.

* * *

Gurgeh estaba sentado en el asiento trasero del vehículo con Flere-Imsaho como única compañía. Se sentía bastante satisfecho de sí mismo y se relajó viendo desfilar la ciudad bañada por la luz violeta del crepúsculo.

Bueno, supongo que no ha estado mal dijo la unidad. Había reducido su zumbido hasta niveles casi inaudibles. Si estuviera en tu lugar me pondría en contacto con la nave esta misma noche para discutir lo que harás mañana.

¿De veras?

Sí. Vas a necesitar toda la ayuda que puedas conseguir. Mañana se aliarán para acabar contigo. Tienen que hacerlo, ¿comprendes? Naturalmente, es el momento de liquidarte. Si alguno de ellos se encontrara en esta situación entablaría negociaciones con uno o más de los jugadores que han hecho peor papel y llegaría a un acuerdo con ellos para…

Sí, pero como nunca pareces cansarte de recordarme emplear ese tipo de jugarreta conmigo sería algo indigno e impropio de ellos. Por otra parte, tú estás aquí para animarme y tengo a la Factor limitativo para que me ayude… ¿Cómo puedo perder?

La unidad no dijo nada.

Gurgeh se comunicó con la nave aquella noche. Flere-Imsaho había declarado que estaba aburrido. La unidad se quitó el disfraz, se envolvió en un campo de negrura y se alejó flotando silenciosamente hasta perderse en la noche con rumbo a un parque de la ciudad en el que había aves nocturnas.

Gurgeh repasó sus planes con la Factor limitativo, pero el retraso de casi un minuto hizo que la conversación con la distante nave de guerra resultara bastante lenta. Aun así, la nave le hizo unas cuantas sugerencias que Gurgeh encontró muy interesantes. Gurgeh estaba seguro de que a este nivel del juego los consejos de la nave debían ser mucho más de fiar que cualquiera de los que sus oponentes pudieran estar recibiendo de sus mentores, ayudantes y consejeros. Lo más probable era que sólo el centenar escaso de jugadores de primera categoría los que gozaban del patrocinio y apoyo directo de los colegios más importantes tuviera acceso a una ayuda tan sofisticada. La idea le animó un poquito más de lo que ya estaba, y se fue a dormir sintiéndose bastante feliz.

18

Tres días después Gurgeh se volvió hacia el Tablero del Origen al final de una partida de la sesión de primera hora de la tarde y comprendió que no tardaría en quedar fuera del juego.

Al principio todo había ido bien. Gurgeh estaba razonablemente contento de su forma de manejar las piezas, y creía haber conseguido una apreciación bastante más sutil del equilibrio estratégico del juego. La superioridad en posición y fuerzas resultado de sus éxitos durante las primeras fases del juego le habían convencido de que ganaría y seguiría en la Serie Principal para jugar la segunda ronda de partidas en solitario.

Pero durante la tercera mañana se dio cuenta de que había cometido un grave error. Se había confiado demasiado, y había permitido que su concentración se relajara. Lo que parecía una serie de movimientos inconexos hechos por la mayoría de sus oponentes se convirtió repentinamente en un ataque masivo coordinado dirigido por el sacerdote. Gurgeh sucumbió al pánico y se dejó pisotear. Era hombre muerto.

El sacerdote fue a hablar con Gurgeh en cuanto la partida hubo terminado. Gurgeh estaba sentado en su taburete elevado y contemplaba el desastre del tablero intentando comprender dónde se había equivocado. El ápice le preguntó si estaba dispuesto a admitir su derrota. Era el procedimiento convencional cuando algún jugador llevaba tal desventaja de piezas y territorio, y una honrosa admisión de la derrota se consideraba mucho menos vergonzosa que una tozuda negativa a enfrentarse con la realidad que sólo serviría para que la partida se prolongara haciendo perder un tiempo precioso al resto de oponentes. Gurgeh contempló en silencio al sacerdote durante unos segundos y se volvió hacia Flere-Imsaho, quien había obtenido permiso para estar presente en la sala cuando no se estuviera jugando. La máquina osciló de un lado a otro delante de él emitiendo un zumbido ensordecedor que casi rivalizaba con el chirriar de la estática que envolvía su disfraz.

¿Qué opinas, unidad? le preguntó Gurgeh con voz cansada.

Creo que cuanto más pronto te libres de estas ropas ridículas mejor será dijo la máquina.

El atuendo del sacerdote era una versión ligeramente más abigarrada del que llevaba puesto Gurgeh. El ápice lanzó una mirada de irritación a la máquina, pero no dijo nada.

Gurgeh volvió a clavar los ojos en el tablero y contempló al sacerdote. Tragó una honda bocanada de aire, suspiró y abrió la boca, pero Flere-Imsaho se le adelantó.

Creo que deberías volver al hotel, cambiarte de ropa, relajarte un poco y darte una ocasión de pensar.