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Gurgeh asintió lentamente con la cabeza, se frotó la barba y observó el amasijo de fortunas individuales esparcido por el Tablero del Origen. Después se volvió hacia el sacerdote y le dijo que le vería mañana.

* * *

No puedo hacer nada. Han ganado dijo Gurgeh en cuanto hubieron vuelto al módulo.

Si tú lo dices… ¿Por qué no consultas con la nave?

Gurgeh se puso en contacto con la Factor limitativo para darle la mala noticia. La nave le dijo cuánto lo lamentaba, y en vez de intentar ayudarle dándole alguna idea que pudiese sacarle del atolladero le explicó con todo lujo de detalles dónde se había equivocado. Gurgeh le dio las gracias de bastante mal humor y se fue a la cama muy abatido deseando haber admitido su derrota cuando el sacerdote se lo pidió.

Flere-Imsaho había vuelto a esfumarse para explorar la ciudad. Gurgeh yacía inmóvil en la oscuridad rodeado por el silencio del módulo.

Se preguntó para qué le habían enviado aquí. ¿Qué esperaba realmente Contacto de él? ¿Había sido enviado para que le humillaran, con lo que el Imperio se quedaría tranquilo y convencido de que la Cultura jamás sería una amenaza? Parecía una respuesta tan probable como cualquier otra. No le costaba nada imaginarse al Cubo de Chiark desgranando una ristra de cifras referentes al inmenso gasto energético que había exigido el trasladarle hasta allí…, e incluso la Cultura y Contacto se lo pensarían dos veces antes de tomarse tantas molestias sólo para que uno de sus ciudadanos pudiera disfrutar de una mezcla de vacaciones y crucero de aventuras. La Cultura no utilizaba el dinero, pero tampoco permitía derroches de materia y energía tan conspicuos y extravagantes (el desperdicio se consideraba poco elegante). Pero convencer al Imperio de que la Cultura era una sociedad ridícula que no representaba ninguna amenaza… ¿Cuánto podía valer eso?

Gurgeh se dio la vuelta, activó el campo flotador, ajustó su resistencia e intentó conciliar el sueño. Cambió varias veces de postura y volvió a alterar la resistencia, pero no lograba encontrar una postura cómoda y acabó desconectándolo.

Se volvió hacia la mesilla de noche y vio el débil resplandor del brazalete que le había dado Chamlis. Lo cogió y le fue dando vueltas entre sus dedos. El diminuto Orbital brillaba en la oscuridad iluminando sus dedos y las ropas de la cama. Gurgeh contempló la superficie del lado diurno y los remolinos casi microscópicos de los sistemas nubosos que flotaban sobre el azul del mar y el marrón de la tierra, y pensó que ya iba siendo hora de que escribiera a Chamlis para agradecerle su regalo.

Hasta entonces no se había dado cuenta de la elegante habilidad con que había sido concebida aquella pequeña joya. Gurgeh había dado por sentado que consistía en una simple imagen fija iluminada, pero era algo más que eso. Recordó el aspecto que tenía cuando lo vio por primera vez y se dio cuenta de que la escena había cambiado. Los contornos de los continentes-isla del lado diurno eran distintos a los que recordaba, aunque logró reconocer un par situados cerca del terminador del alba. El brazalete era una representación de un Orbital dotada de movimiento, y posiblemente incluso podría utilizarse como un reloj no muy sofisticado.

Gurgeh sonrió en la oscuridad y se dio la vuelta.

Todos esperaban que perdiera. Sólo él sabía o había sabido que tenía más posibilidades de lo que se imaginaban, pero había desperdiciado estúpidamente la ocasión de demostrar que estaba en lo cierto y de que eran ellos quienes se equivocaban.

Idiota, idiota murmuró en la oscuridad.

No podía dormir. Se puso en pie, activó la pantalla del módulo y le ordenó que mostrara su situación actual en el juego. El holograma del Tablero del Origen apareció delante de él. Gurgeh se sentó y lo observó en silencio. Después le ordenó al módulo que se pusiera en contacto con la nave.

La conversación transcurrió con la lentitud de un sueño. Gurgeh clavó los ojos en el tablero que parecía alejarse de él y permitió que la fascinación del juego le fuese envolviendo mientras dejaba transcurrir el tiempo necesario para que sus palabras llegaran hasta la lejana nave de guerra y el nuevo intervalo que su contestación tardaba en llegar hasta él.

¿Jernau Gurgeh?

Quiero saber una cosa, nave. ¿Hay alguna forma de salir de este lío?

Qué pregunta tan estúpida… Gurgeh ya conocía la respuesta. Su situación era desastrosa. Sólo había una cosa clara, y era que no tenía ninguna esperanza.

¿Te refieres a salir de tu situación actual en el juego?

Gurgeh suspiró. Qué forma tan estúpida de perder el tiempo…

Sí. ¿Tienes alguna idea?

El holograma congelado en la pantalla que tenía delante de los ojos y la posición que mostraba era como un momento congelado de una larga caída en el vacío; el instante en que el pie resbala, los dedos pierden las últimas reservas de energía que les quedaban y el cuerpo se rinde a la aceleración que le llevará hasta la muerte. Gurgeh pensó en satélites que caían eternamente y en el tambalearse controlado que los bípedos llaman caminar.

En toda la historia de las partidas de la Serie Principal no ha habido nadie que lograra recuperarse llevando una desventaja de puntos tan grande como la tuya. Creen que ya estás derrotado.

Gurgeh esperó. Silencio.

Responde a la pregunta que te he hecho le dijo a la nave. No has respondido a mi pregunta. Respóndeme.

¿A qué estaba jugando la nave? Un desastre, un desastre, un desastre total y absoluto… Su posición era un amasijo remolineante de piezas y áreas, una confusión amorfa y nebulosa, una estructura maltrecha y vacilante que empezaba a desmoronarse. ¿Por qué perdía el tiempo preguntándole si había alguna salida? ¿Acaso no confiaba en su propio juicio? ¿Necesitaba que una Mente se lo confirmara? Como si su confirmación fuera lo único que podía convertir en realidad la derrota suspendida sobre su cabeza…

Sí, claro que hay una salida dijo la nave. Muchas, de hecho, aunque todas son tan improbables que rozan la imposibilidad. Pero puede hacerse. Apenas hay tiempo suficiente para…

Buenas noches, nave dijo Gurgeh, pero la señal no se había interrumpido.

… explicarte cualquiera de ellas con cierto detalle, pero creo que puedo darte una idea general de lo que debes hacer aunque, naturalmente, el mero hecho de que deba ser una evaluación tan sinóptica, tan…

Disculpa, nave. Buenas noches.

Gurgeh desconectó el canal. La pantalla emitió un chasquido. Un rato después oyó el tintineo indicador de que la nave también había cortado la conexión. Gurgeh volvió a contemplar la imagen del holograma y cerró los ojos.

* * *

Cuando despertó seguía sin tener ni idea de lo que iba a hacer. Había pasado toda la noche en vela sentado delante de la pantalla sin apartar la vista del panorama del juego, observándolo con tanta atención que éste parecía haber quedado grabado en su cerebro. Le dolían los ojos. Tomó un desayuno ligero y se entretuvo viendo algunos de los programas recreativos con que el Imperio alimentaba a su población. El tipo de diversión vacía e irracional que ofrecían le pareció de lo más adecuado.