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Flere-Imsaho se reunió con Gurgeh en la salida. La brisa cálida creaba pequeñas ondulaciones en la lona de la gran carpa. Pequil se encargó de supervisar la cada vez más complicada operación de abrir un camino entre la multitud hasta el lugar donde les aguardaba el vehículo. Una gran mayoría del gentío sólo quería ver al alienígena con sus propios ojos, pero había unos cuantos que le insultaban a voz en grito y un grupito aún más reducido que le vitoreaba. Ram y sus asesores abandonaron la carpa antes que Gurgeh.

Creo que he visto a Shohobohaum Za entre la multitud dijo la unidad mientras esperaban junto a la salida.

El séquito de Ram aún era visible al final de la estrecha franja de terreno despejado por dos hileras de policías.

Gurgeh lanzó una rápida mirada de soslayo a la máquina y recorrió con los ojos la hilera de policías cogidos del brazo. Aún no había logrado librarse de la tensión del juego y su sangre seguía estando saturada de sustancias químicas. Tenía la impresión de que todo cuanto veía formaba parte del juego, cosa que le ocurría de vez en cuando. Las personas parecían piezas agrupadas de distintas formas según el bando al que pudieran afectar o el que pudiera utilizarlas para el ataque; el dibujo de la lona le recordaba una de las parrillas más simples del tablero y los postes eran como fuentes de energía que aguardaban el momento de reaprovisionar a una pieza menor agotada o sostenían un punto crucial de la partida; los espectadores y los policías parecían las fauces repentinamente cerradas de un pesadillesco movimiento de tenaza… Todo era el juego, todo era visto bajo su luz y traducido a la imaginería combativa de su lenguaje o evaluado en el contexto de la estructura que el juego había impuesto a su mente.

¿Za? preguntó Gurgeh.

Se volvió hacia la dirección indicada por el campo de la unidad, pero no logró verle.

Los últimos miembros del grupo de Ram desaparecieron dentro de los vehículos oficiales. Pequil alzó la mano indicando a Gurgeh que ya podía salir de la carpa. Gurgeh y Flere-Imsaho empezaron a avanzar por entre las dos hileras de machos uniformados. Las cámaras le enfocaron con sus objetivos y las preguntas llovieron sobre él. Un grupito empezó a cantar y Gurgeh vio una pancarta oscilando sobre las cabezas de la multitud: «ALIENÍGENA, VETE A CASA».

Parece que no soy demasiado popular dijo.

No lo eres replicó Flere-Imsaho.

Dos pasos más (Gurgeh se dio cuenta de ello mientras hablaba y antes de que la unidad le contestara gracias al mismo sentido indefinible que entraba en acción durante el juego y que le hacía verlo todo como desde una gran distancia) y se encontraría muy cerca de…, necesitó un paso más para analizar el problema…, algo malo, algo que no encajaba, una grave discordancia…, había algo… distinto; el grupo de tres personas situado a su izquierda que no tardaría en dejar atrás no…, no debería estar allí. Eran como piezas fantasmas escondidas en un territorio boscoso… Gurgeh no tenía una idea muy clara de en qué consistía la discordancia, pero las estructuras de protagonismo manejadas por el sentido del juego reclamaron el primer lugar en el orden de precedencia de sus pensamientos, y comprendió que jamás correría el riesgo de colocar una pieza allí.

Medio paso más…

… para comprender que la pieza que no quería arriesgar era él mismo.

Vio como el grupo de tres personas se ponía en movimiento y se disgregaba. Giró sobre sí mismo y se agachó, todo de una forma automática. Era la réplica obvia en una pieza amenazada que está moviéndose con tanta inercia que no puede detenerse o retroceder dando un salto para alejarse de una fuerza atacante.

Oyó varias detonaciones de gran potencia. El grupo de tres personas se lanzó hacia él abriéndose paso entre los brazos de dos policías como si fuera una pieza compuesta que había decidido fragmentarse. Gurgeh convirtió el agacharse en una mezcla de salto hacia adelante y voltereta. Comprendió que aquel movimiento era el equivalente físico casi perfecto de una pieza-trampa obstaculizando a un atacante ligero, y el darse cuenta de ello hizo que se sintiera levemente complacido consigo mismo. Sintió un par de piernas chocando con su flanco sin demasiada fuerza y un instante después notó un peso encima de él y oyó más detonaciones. Algo más cayó sobre sus piernas.

Era como despertar.

Le habían atacado. Destellos, explosiones, personas que se lanzaban sobre él… Sí, era eso.

Gurgeh se debatió bajo el cálido peso animal que tenía encima. Era el atacante al que había derribado. La gente gritaba, los policías habían entrado en acción sin perder ni un segundo. Vio a Pequil en el suelo. Za también estaba allí, mirando en todas direcciones con una expresión más bien confusa. Alguien gritaba. No había ni rastro de Flere-Imsaho. Un líquido caliente estaba empezando a empapar la tela de sus pantalones.

Gurgeh logró liberarse del cuerpo que tenía encima. Acababa de ocurrírsele que aquella persona ápice o macho, no lo sabía podía estar muerta, y la idea de hallarse en contacto con un muerto le pareció repugnante. Shohobohaum Za y un policía le ayudaron a levantarse. Aún se oían muchos gritos. La gente se apartaba o era obligada a retroceder y los policías estaban creando un espacio despejado alrededor de lo que había ocurrido, fuera lo que fuese. Había cuerpos en el suelo, algunos de ellos cubiertos de sangre entre roja y anaranjada. Gurgeh se tambaleó. Estaba algo mareado.

¿Todo bien, jugador? preguntó Za, y le sonrió.

Sí, creo que sí.

Gurgeh asintió con la cabeza. Había sangre en sus piernas, pero el color indicaba que no era suya.

Flere-Imsaho bajó del cielo.

¡Jernau Gurgeh! ¿Estás bien?

Sí. Gurgeh miró a su alrededor. ¿Qué ha ocurrido? preguntó volviéndose hacia Shohobohaum Za. ¿Viste lo que ocurrió?

Los policías habían desenfundado sus armas y estaban formando un cordón alrededor de la zona. La gente se alejaba y los cámaras eran obligados a retroceder por policías que no paraban de gritar. Cinco policías mantenían inmovilizado a alguien sobre la hierba. Dos ápices vestidos de civil yacían sobre el sendero; el que Gurgeh había derribado estaba cubierto de sangre. Había un policía inmóvil montando guardia junto a cada uno de ellos, y otros dos estaban atendiendo a Pequil.

Esos tres tipos te atacaron dijo Za.

Inclinó la cabeza señalando a los dos cadáveres y a la silueta atrapada bajo el montón de policías. Sus ojos se movían velozmente en todas direcciones. Gurgeh oyó que alguien sollozaba ruidosamente entre lo que quedaba de la multitud. Los reporteros seguían gritando preguntas.

Za acompañó a Gurgeh hasta donde estaba Pequil mientras Flere-Imsaho zumbaba ruidosamente sobre sus cabezas. Pequil yacía de espaldas con los ojos abiertos y parpadeaba lentamente mientras un policía cortaba la manga ensangrentada de la chaqueta de su uniforme.

Parece que el viejo Pequil se ha tropezado con una bala dijo Za. ¿Estás bien, Pequil? le preguntó con voz jovial.

Pequil sonrió débilmente y asintió.