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Frost se humedeció los labios. Tenía razón para estar nervioso. No era un tema de conversación que quisiéramos tener con nuestra reina.

– Así es, mi reina -concedió él.

– ¿Te pidió la Corte de la Luz la misma condición que yo he exigido? ¿Tienes que tener un niño antes de poder sentarte en su trono?

– No, ellos me ofrecieron el trono sin condiciones, salvo que la nobleza de la Corte de la Luz tenía que votar para echar a Taranis y colocarme a mí.

– ¿Qué piensas de esto, Meredith?

– Me siento adulada, pero no soy estúpida. Me pregunto si la nobleza tiene algún plan para hacer su propia elección, y la oferta que me hicieron a mí sólo es para comprar tiempo que les permita consolidar su propia oferta por el trono. Su voto para ponerme sobre el trono reduciría la marcha en el proceso de erigir un nuevo rey, o reina, ante toda la Corte de la Luz.

Andais sonrió.

– ¿Doyle te sugirió este razonamiento?

– No, mi reina -dijo Doyle. -La princesa es consciente de que la Corte Luminosa tiene potencial para la traición.

– ¿Es verdad que Taranis casi te mató a palos cuando eras una niña?

– Sí – contesté. En mi cabeza añadí… “exactamente como tú trataste de ahogarme”. Pero mantuve la boca cerrada.

Andais sonrió como si hubiera recordado lo mismo y éste fuera un momento de felicidad para ella.

– Meredith, Meredith, deberías de aprender a controlar tu cara. Tus ojos traicionan cuánto me odias.

Bajé la mirada, no segura de qué decir, ya que eso no era mentira.

Ella se rió, y ese sonido al mismo tiempo que era tan encantador, me hizo estremecer como si mi propio cuerpo fuera el que descansara en su cama incapaz de protegerse de lo que vendría después. Quise salvar Crystall de ella, pero no podía hallar un modo de hacerlo. Si lo intentaba y fallaba sólo haría que su daño fuera peor. Andais pensaría que él era especial para mí, y eso la divertiría tanto que lo rebanaría aún más.

– Ahora que sé que tú no has estado encontrándote con Hugh y la nobleza Luminosa en secreto, estoy de acuerdo en que lo que quieren es traición. Quizás tú sólo serás el pretexto para atraer a cualquier aspirante a asesino. O quizás es lo que dices, que ellos simplemente quieren lanzar tu nombre de momento mientras buscan a alguien más de su propio poder. Pienso que este caso es el más probable, pero la oferta es tan completamente inesperada que no he tenido tiempo para pensar en ella con claridad.

Lo que ella quería decir era que la habíamos convencido de que yo no la engañaba con la Corte de la Luz, y que antes había estado demasiado enojada para pensar claramente. Me guardé mi deducción para mí misma. Tenía mi expresión lo bastante controlada como para mirar a través de ella. O eso esperaba. ¿Cómo puedes saber si la expresión de tu cara es neutra?

– El hecho de que Taranis sepa de la profecía de Cel, conseguida por el vidente humano significa que alguien de confianza de Cel le está espiando para el rey de la Corte Luminosa. -Ella se dio un golpecito en la barbilla con una uña ensangrentada. – ¿Pero quién?

Hubo un sonido en el espejo, casi el resonar de unas espadas. Eché un vistazo al reloj.

– Esperamos una llamada de Kurag, el Rey Trasgo -dije.

– ¿Tienes una llamada en espera en tu espejo? -preguntó ella.

Asentí.

– Nunca he oído tal cosa. ¿Quién hizo ese hechizo?

– Yo -dijo Rhys. Su cara todavía parecía ligeramente divertida, pero había cautela en sus ojos.

– Tendrás que hechizar mi espejo también.

– Como deseéis, mi reina -concedió él, con voz agradablemente neutral.

El metálico sonido de espadas sonó otra vez.

– Quizás deberías regresar a la corte y hacer esto hoy.

– Disculpa, tía Andais, Rhys tiene turno en mi cama si es que podemos conseguir algo más de tiempo entre llamadas y emergencias.

– ¿Te trastornaría mucho si vieras su pálida carne sangrar en mi cama como a Crystall?

No había ninguna respuesta segura a aquella pregunta.

– No sé qué quieres que diga, tía Andais.

– La verdad sería agradable.

Suspiré. Doyle apretó mi mano. Rhys se tensó a mí lado. Precisamente entonces Galen explotó…

– ¿Qué importa eso? Taranis no atacó. Estaba tan loco que su propia nobleza tuvo que echársele encima y llevárselo. ¡Él está a punto de no ser elegido como el rey de la Corte de la Luz, y tú quieres pasar el tiempo atormentando a Merry con nosotros! -Caminó hasta quedar cerca del espejo y siguió gritándola. -Hoy, Doyle casi pierde la vida. Merry podría haber muerto también, y de esa manera tú nunca tendrías a un niño que llevara tu sangre en ningún trono. La nobleza Luminosa está tramando algo bastante peligroso que implica a nuestra corte, y tú quieres jugar a estos juegos estúpidos y dolorosos. Te necesitamos para que seas nuestra reina, no nuestra atormentadora. Necesitamos ayuda aquí. Que la diosa nos salve, pero así son las cosas.

Podríamos haber saltado sobre él para que permaneciera callado, pero pienso que estábamos demasiado atontados para hacer algo. El silencio fue pesado, sólo roto por la trabajosa respiración de Galen.

Andais le contempló como si acabara de aparecer. No era una mirada amistosa, pero tampoco era una mirada hostil.

– ¿Qué ayuda esperas obtener de mí, Caballero Verde?

– Intenta averiguar por qué Hugh ofreció el trono a Merry, realmente el por qué.

– ¿Qué razón dio él? -preguntó ella con una voz extraordinariamente tranquila.

– La presencia allí de los cisnes con cadenas doradas, y que un Cu Sith impidió al rey golpear a una criada. Los Luminosos piensan que Merry es la responsable o le han dado el crédito del regreso de la magia.

– ¿Y fue ella? -preguntó Andais con un filo de crueldad que comenzaba a insinuarse de nuevo.

– Sabes que ella lo hizo -respondió Galen, y ya no había cólera, sólo una especie de honradez, como si esto sólo fuera la verdad.

– Quizás -dijo Andais. Me recorrió con la mirada. -Intentaré averiguar si Hugh es honesto, o tan traidor como pensamos. Debes de tener alguna magia sobre los hombres que no veo, Meredith. Incluso sin follarte a Crystall, él parece extrañamente leal a ti. Le quebrantaré a mi manera otra vez, luego elegiré a otro de los hombres que me habrían abandonado por ti. A todo Sidhe que prefirió haberte seguido en el exilio a permanecer conmigo en el sithen. -Dijo lo último casi con voz pensativa, como si realmente no lo entendiera.

La verdad era que no era del sithen de donde ellos quisieron marcharse, sino de su sádico cuidado, pero esa era una verdad que era mejor callarse.

– Si la oferta Luminosa es genuina, Meredith, podrías pensar en considerarlo.

Una sensación de miedo me traspasó.

– Tía Andais, no lo entiendo.

– Cada hombre que te prefiere me hace odiarte un poco más. Pronto, mi odio incluso pueda pesar más que mi deseo de que te sientes en mi trono. En el trono dorado de la Corte de la Luz estarías más segura de mi cólera.

Humedecí mis labios que de repente estaban secos.

– No hago nada para enfadarte a propósito, mi reina.

– Y eso es lo que me enfurece más de ti, Meredith. Sé que no lo haces a propósito. Simplemente, es que de alguna manera me estás separando de mi nobleza y mis amantes. Tu magia Luminosa los aleja.

– Tengo las manos de poder de la carne y la sangre, esas no son manos de poder Luminosas, Tía.

– Sí, y el vidente de Cel dijo que si alguien de carne y sangre se sentaba en el trono Oscuro él moriría. Cel pensó que eso significaba su propia mortalidad, pero no es así. -Ella me miró, y en ella había otra clase de crueldad, aunque no estuviera segura de qué exactamente. -Cel grita tu nombre por las noches, Meredith.