Выбрать главу

– Realmente estoy interesada en la magia del cuero. Podríamos necesitar pronto toda la ayuda mágica que podamos conseguir. Pero ésta es la primera vez que has entrado de buen grado en el cuarto de Kitto mientras estoy con él. Nos preguntamos qué sucede.

Él asintió con la cabeza, y miró hacia abajo, como si ordenara sus pensamientos.

– A menos que te opongas, que cualquiera de los dos se oponga, me gustaría unirme a vosotros durante la tarde abrazándote. -Levantó su rostro y mostró una de las expresiones más neutras que yo le había visto alguna vez. Por lo general escondía sus emociones detrás de un humor sardónico. Hoy estaba serio. No parecía él mismo.

– Mi opinión no cuenta -dijo Kitto, pero se escondió a mi lado, tirando de la sábana hasta quedar casi completamente cubierto.

Rhys se puso la chaqueta sobre el brazo.

– Hemos conversado sobre esto, Kitto. Ahora eres sidhe, lo que significa que puedes ser tan testarudo como el resto de nosotros.

– Oh, por favor -dije-. No tan testarudo como todo eso. La forma de ser de Kitto es refrescantemente poco exigente.

Rhys me sonrió.

– ¿Tan malos somos?

– A veces -dije-. Tú no eres tan malo como algunos.

– Como Doyle -dijo él.

– Frost -dijo Kitto, luego pareció sobresaltarse por su insulto hacia el otro hombre. En ese momento realmente se tapó la cara con la sábana, acurrucándose fuertemente contra mi costado. Pero ahora había una tensión en él que no tenía nada que ver con el sexo. Estaba asustado.

¿Estaba asustado de Rhys? Él había tratado de herirlo, casi de matar a Kitto al menos en una ocasión, la primera vez que lo traje a Los Ángeles. Por lo visto, unas películas y unos paseos para ir de compras no podían compensar la hostilidad anterior. Como la clase de cosas que hacen los padres para tratar de ganarse a los niños durante un divorcio. Si eres malo, todos los regalos del mundo no lo compensarán después.

Rhys había sido malo, y Kitto había estado escondiendo que todavía temía al otro hombre. Yo me había perdido esa situación completamente. Había pensado que éramos una gran familia feliz o que eso íbamos a lograr. ¿Cómo podría gobernar a esta gente si ni siquiera podía mantener la paz y la seguridad entre mis propios amantes?

– No creo que Kitto esté cómodo contigo aquí, Rhys -le dije. Acaricié a Kitto bajo las sábanas. Él se acurrucó más contra mí, como si temiera lo que yo le iba a preguntar. No entendía por qué "servir" a Holly o a Ash no le molestaba, pero Rhys sí lo hacía. Tal vez era algo de tipo cultural que yo no entendía porque no era lo bastante trasgo. Podría ser su reina suprema, pero nunca sería realmente trasgo. Ellos eran nuestros soldados de infantería, nuestro brazo fuerte, y mayoritariamente carne de cañón. Los Gorras Rojas eran nuestras tropas de asalto. Pero me estaba perdiendo algo, justo en este momento, sobre el trasgo que había en mi cama. Él era realmente sidhe debido al nacimiento de su magia, pero en su corazón era, y siempre sería, trasgo, tal como había más parte de humana en mí porque había ido a escuelas humanas y tenía amigos humanos. Era algo más que la genética lo que me hacía más humano de lo que era, más americana de lo que yo habría sido por la manera en que pensaba. A veces me preguntaba si mi padre habría encontrado otra excusa para llevarme fuera del mundo de las hadas si Andais no hubiera tratado de matarme. Mi padre había sentido que era muy importante que yo entendiera nuestro nuevo país.

– Kitto -dijo Rhys-. Sé que fui horrible contigo una vez, pero he tratado de compensarlo.

La voz de Kitto salió amortiguada.

– ¿Hiciste todo eso sólo para compensarme?

Rhys pareció pensar en ello.

– Al principio sí, pero eres el único que mira más de dos películas de gángsters seguidas conmigo y realmente las disfruta. Los demás las toleran. ¿O sólo estabas siendo cortés?

Kitto habló, todavía desde debajo de las sábanas.

– Me gusta James Cagney. Él es bajo.

– Sí, a mí también me gusta eso de él -dijo Rhys.

– Tú no eres bajo -dijo Kitto.

– Para ser un sidhe, lo soy.

Kitto empujó un borde de la sábana de modo que pudiera ver al otro hombre. Yo allí sobraba. Éste era un momento de chicos, que se había convertido extrañamente en un momento de chicas. Yo había notado con Kitto que el silencio de los chicos no funcionaba completamente. Él tenía una necesidad casi femenina de hablar, de expresar sus pensamientos y sentimientos, o no se volvían verdaderos para él.

– Edward G. Robinson es bajo también -dijo Kitto suavemente.

Rhys sonrió.

– Bogart no era demasiado alto tampoco.

– ¿De verdad? Ellos lo hacen parecer alto.

– Cajones de manzana y ángulos de cámara -dijo Rhys.

Kitto no preguntó lo que quería decir con cajones de manzana, lo que significaba que ya habían tenido una conversación sobre actores bajos subidos sobre cosas que los hacían parecer más altos delante de la cámara. Era también un modo barato de hacer que tu bandido o tu héroe pareciera lo bastante fuerte como para levantar a alguien con una sola mano. Oh, la magia de las Películas B.

Kitto salió un poco más de debajo de las sábanas.

– ¿Qué quieres, Rhys?

– Quiero pedirte perdón porque alguna vez pensé que eras como Holly, Ash y el resto.

– No soy tan fuerte como ellos -dijo Kitto.

Rhys sacudió la cabeza.

– Eres amable y ansías bondad. No es un pecado.

– Me has explicado ese concepto del pecado, y si lo entiendo bien, entonces sí, Rhys, es un pecado ser débil entre los trasgos. Un pecado que a menudo termina con la muerte.

Rhys se sentó en la esquina de la cama. Kitto no se estremeció, lo que era un gran avance.

– Oí que vas a ayudar a Merry con los trasgos esta noche -dijo Rhys.

– Sí -dijo Kitto.

– Tuvimos otra llamada de los trasgos desde que Merry entró aquí.

Ahhh, aquí viene, pensé.

Kitto se sentó, rodeando sus rodillas con sus brazos, apartando las sábanas y alejándolas un poco de mí.

– ¿Qué ha pasado?

– Kurag, el Rey de los Trasgos, estaba sorprendido de que quisieras ayudar con los hermanos esta noche. Dijo que Holly te usaba como a una puta cuando no podía encontrar una hembra de su gusto.

– Muchos de ellos me usaron cuando yo estaba entre los amos -Kitto lo dijo como si fuera algo normal.

– Dijo que uno de tus dueños era un favorito de los hermanos, y que tú lo ayudabas con esto también. -Yo sabía que Kurag no habría usado la palabra “ayudar”. Los trasgos hablaban sin rodeos sobre el sexo, excepto aquellos como Kitto, que habían pasado sus vidas en la necesidad de ser serviles. Extrañamente, los trasgos más débiles eran aquellos que mejor ejercían la diplomacia entre su clase. Cuando una palabra equivocada puede matarte o mutilarte, supongo que aprendes a tener cuidado con tu lengua. Sé que eso me había ayudado a volverme cautelosa.

– Mi último dueño disfrutaba de su compañía.

– ¿Qué le pasó a tu último dueño? -preguntó Rhys.

– Ella se cansó de mí y me puso en libertad para encontrar un nuevo amo. -Él tocó mi brazo.

– Tú ves a Merry como tu nuevo amo -dijo Rhys.

– Sí.

Esa era una noticia para mí.

– Kitto -le dije, y él me miró-. ¿Sientes que no tienes ninguna opción cuando te pido que hagas algo?

– Todo lo que me pides es agradable. Eres el mejor amo que he tenido nunca.

Esa no era la respuesta que yo hubiera querido. Miré a Rhys, tratando de pedirle con la mirada… “ayúdame a saber cómo hacer esta pregunta”.

Rhys la respondió él mismo.

– No vas a romper una vida de hábitos con unos meses de seguridad, Merry.

Tenía razón, pero no me gustaba el hecho de que Kitto sintiera que tenía poca capacidad de elección en su nueva vida.