Выбрать главу

– Eres sidhe, Kitto -le dije.

– Pero también soy trasgo -me contestó, como si eso lo respondiera todo. Tal vez lo hacía.

– ¿Por qué te ofreces para estar con Merry esta noche con Ash y Holly? -preguntó Rhys.

– Nadie más aquí entiende realmente de qué son capaces. Debo estar allí para procurar que si hay daño no sea Merry quien lo sufra.

– Quieres decir que aceptarás el abuso para que ella no sufra -dijo Rhys.

Kitto asintió con la cabeza.

Me senté y lo abracé.

– Tampoco quiero que te hagan daño.

Él se dejó abrazar.

– Y por eso yo aceptaría el daño con mucho gusto. Además, soy más difícil de dañar que tú.

– Si me lo permites, me uniré a ti y a Merry esta tarde -dijo Rhys.

– Esta noche, quieres decir -dije.

– No, no sé si soy lo suficientemente fuerte aún. -Él miró hacia abajo, luego alzó la mirada pero sin mirarme a mí-. No sé si soy tan fuerte como mi amigo.

– ¿Amigo? -preguntó Kitto.

Rhys asintió con la cabeza.

– ¿Cómo puedes decir que no eres tan fuerte como yo? -preguntó Kitto.

– Yo fui víctima de trasgos que me torturaron durante sólo una noche. Y he temido y odiado a todos los trasgos durante años. Me has enseñado que estaba equivocado. Pero todavía no sé si soy lo bastante fuerte como para estar en el cuarto cuando Merry vaya con los trasgos esta noche. No sé si puedo permanecer de pie en esa habitación, viéndola y cuidándola. Tú has sufrido años de… de ser dañado, por los mismos trasgos que estarán aquí esta noche. Aún así te ofrecerás para proteger a Merry. Te digo, Kitto, que ésa es una especie de valentía que yo no tengo. -Su único y hermoso ojo brillaba en la penumbra.

Kitto extendió la mano y tocó su brazo.

– Eres valiente. Lo he visto.

Rhys sacudió la cabeza y cerró su ojo. Una lágrima solitaria corrió por su rostro, brillando más de lo que lo haría cualquier lágrima humana en la semipenumbra del cuarto.

Kitto tocó esa lágrima sólo con la yema del dedo. Me ofreció la gota temblorosa, pero sacudí la cabeza. Él la levantó a sus labios, y Rhys lo miró lamer su lágrima. Las lágrimas no eran tan preciosas como la sangre y otros fluidos, pero aún así eran regalos. Yo sabía que a veces los trasgos torturaban simplemente para hacer brotar lágrimas.

Un sidhe te haría llorar, pero no valoraba las lágrimas.

– ¿Puedo unirme a vosotros? -preguntó Rhys, y yo sabía que no era a mí a quién preguntaba.

Kitto contempló su cara y finalmente asintió con la cabeza.

CAPÍTULO 18

LA ROPA Y LAS ARMAS DE RHYS TERMINARON EN UN MONTÓN al lado de la cama. Desnudo, era tan asombroso como siempre. Había guardias que tenían cinturas más esbeltas, u hombros más amplios, pero nadie tenía los músculos tan esculpidos en estómago, pecho, brazos, y piernas como Rhys. Todo él era suave, duro y fuerte.

La cama no habría sido lo bastante grande para mí y dos de entre la mayoría de los otros hombres, pero Kitto y Rhys ocupaban menos espacio que la mayoría. Había espacio para nosotros tres.

Yacía entre los músculos pesados y suaves de los dos, y me sentía tan bien. La sensación me hizo cerrar los ojos y simplemente concentrarme en sentir sus cuerpos contra el mío. Necesitaba esto, ser consolada por las personas que me querían, ser apoyada, y no tener que preocuparme. ¿Se habría dado cuenta Doyle de que yo estaba ahí, tensa, escuchando sus gemidos de dolor, y no descansando realmente? Quizás.

Sólo ahora, con Rhys y Kitto rozándome con sus manos, dejando un beso en un hombro, luego en el otro, comprendí que hoy no se trataba de sexo. Tenía que ver con el necesitar ser consolado, necesitar sentirse cuidado por otro. ¿Era tan débil que necesitaba esto, aún cuando el hombre que decía amar estaba herido? ¿Estaría realmente contenta con el contacto de un sólo hombre, no importa quién fuera?

No amaba menos a Doyle aunque estuviera acostada entre dos hombres, pero ellos me daban algo que él no podía. Me daban un consuelo sin problemas. No amaba a ninguno de ellos de esa manera. Los amaba, pero… pero sus lágrimas no hacían trizas mi corazón. Sus penas me afligían pero no sangraba cuando ellos sangraban. El amor te hace débil y fuerte. Había sido en ese momento antes, cuando había pensado que mi Oscuridad ya no estaría nunca más. Había sido como la pérdida de una parte de mí misma. Me había congelado, me había hecho perder el Norte. Y eso era peligroso. ¿Pero no me había pasado lo mismo cuando Galen casi había sido asesinado en el sithen? Sí, me había sucedido. Había amado Galen desde que era una niña. Una parte de mí siempre le amaría. Pero ése era el amor de una niña, y yo ya no era una niña.

– No prestas atención -dijo Rhys.

Parpadeé hacia donde él estaba recostado a mi lado. Debí parecer sorprendida, porque se rió.

– Tu cuerpo disfrutaba siendo acariciado, pero tu mente estaba a cientos de kilómetros de esta cama. -El humor murió, dejando su rostro un poco triste-. ¿Ha pasado ya? ¿Doyle y Frost ya te han acaparado totalmente?

Me llevó un momento entender lo que él quería decir.

– No, no es eso.

– Ella piensa en la política y el poder -dijo Kitto desde donde su cabeza estaba enterrada en mi cadera y muslo.

Rhys miró al otro hombre.

– ¿En medio de las caricias ella piensa en política? Oh, eso es peor todavía.

– Ella a menudo me toca y piensa al mismo tiempo. Parece despejar su mente.

Rhys me miró desde donde estaba apoyado sobre su codo.

– ¿Todas estas caricias simplemente te despejan?

Eso era un insulto por no haber estado prestando atención.

– Disfrutaba de ello, Rhys, francamente. Pero mi mente corre a mil kilómetros por hora. Al parecer no puedo dejarla quieta. -Miré a Kitto-. ¿Realmente sólo te uso para despejar mi mente?

– No puedo ser un rey para ti, ambos lo sabemos. Estoy feliz de tener un lugar en tu vida, Merry. Trabajo para ti, y hago tareas que la mayor parte de tus nobles señores creen que son demasiado bajas para ellos. Puedo ser tu asistente personal, y nadie más podría hacer eso para ti.

– Ahora contamos con varias mujeres sidhe -dijo Rhys-. Si Merry quiere más damas de compañía, puede tenerlas.

– No confiamos en ellas para dejarlas a solas con nuestra princesa después de sólo unas pocas semanas alejadas del servicio de Cel -dijo Kitto.

La cara de Rhys se oscureció.

– No, no lo hacemos. No todavía.

– Adoro que nadie pueda hacer esas cosas por Merry, salvo yo -dijo Kitto.

Acaricié sus rizos.

– ¿Realmente? -pregunté.

Él me sonrió y eso llenó sus ojos de algo más que sólo felicidad. Él tenía un lugar en mi vida. Pertenecía a algo. No es sólo la felicidad lo que buscamos. Buscamos algún lugar a donde pertenecer. Algunos pocos afortunados lo encontramos en la infancia en nuestras propias familias. Pero la mayor parte de nosotros pasamos nuestras vidas adultas buscando ese lugar, persona o colectivo que nos permita sentir que somos importantes, que importamos, y que sin nosotros algo no se haría o no sería posible. Tenemos que sentir que somos irremplazables.

– No tocas a nadie más aparte de a mí para despejar tu mente. Vienes a mi cuarto cuando tienes que esconderte de las demandas que los demás te exigen. Vienes a mí cuando quieres pensar. Me tocas, te toco. A veces hay sexo, pero a menudo sólo hay consuelo. -Él acurrucó su mejilla contra mi muslo-. Nadie me ha sostenido alguna vez para darme comodidad antes. Encuentro que me gusta, muchísimo.

Pensé en todo lo que él acababa de decir y no pude discutirlo.

– Creí que te escondías en el cuarto de Kitto porque era el único que no tenía espejo -dijo Rhys.

– Eso también -le dije.

– Ella no viene sólo a mi cuarto. Ella se acerca a mí cuando estoy sentado bajo su escritorio. Ella me ve siempre a sus pies como algo con quien contar cuando está allí, para tocar y ser tocado.