Выбрать главу

– ¿Los perros se te han unido alguna vez bajo el escritorio? -preguntó Rhys.

– Los perros no parece que se acerquen al escritorio cuando Kitto está debajo. -Lo miré, mis dedos jugando con su pelo-. ¿Les haces algo a los perros?

– Mi lugar está a tus pies, Merry. Ellos no pueden ocupar mi lugar.

– Ellos son perros, Kitto, no importa cuán especiales y mágicos sean. Son perros. Tú no lo eres.

Él sonrió, un poco tristemente.

– Pero los perros colman muchas de las necesidades que lleno para ti. Te he visto acariciarlos, los he visto calmarte.

– ¿Estás más celoso de los perros que del resto de nosotros? -preguntó Rhys.

– Sí -dijo Kitto.

Me hizo sentir triste, el hecho de que pensara que era tan poco importante para mí.

– Kitto, tú eres importante para mí. Tu contacto no se parece a las caricias de los perros.

Él movió su rostro para que yo no pudiera ver sus ojos. Los escondió besando mi muslo, porque no quería que yo viera su expresión.

– Eres mi princesa.

Yo había aprendido que la frase “Eres mi princesa” significaba varias cosas. Que estaba siendo obstinada, y me equivocaba, pero que ya que él no podía cambiar de opinión, dejaría de intentarlo. También podía significar que había pensado en algo espantoso y no quería compartirlo. O que yo había hecho algo para herir sus sentimientos, pero sentía que no tenía derecho a quejarse.

Tanto en una frase tan pequeña.

– Los trasgos no cuidan a los perros. Nunca tienen -dijo Rhys.

Lo miré.

– Pero los perros del mundo de las hadas son preciosos para todas las hadas.

– Los trasgos solían comérselos.

Miré a Kitto, quien todavía no mostraba su cara. Besó mi muslo un poco más abajo, lo que significaba que Rhys probablemente tenía razón.

– Si cualquiera de los perros desaparece, no seré feliz.

– Ves -dijo Kitto-. Ellos son lo bastante importantes para ti como para amenazarme a causa de ellos.

– Son nuestras mascotas y un regalo de la Diosa y la magia salvaje.

– Sé lo que significan para todos vosotros, pero no es por mí por quien deberías preocuparte. Holly y Ash probablemente estarán demasiado ocupados para preocuparse por un poco de carne fresca, pero traen a los Gorras Rojas para protegerlos. Los Gorras Rojas deambularán mientras tienes sexo con los hermanos. Y a los Gorras Rojas les gusta su carne fresca y sus colas meneándose.

– Mierda -dijo Rhys-. Yo sabía eso, pero han pasado tantos años desde que he tenido cualquier trato con los Gorras Rojas que lo olvidé.

– ¿Ellos no ayudaron a torturarte? -pregunté, antes de poder contener el pensamiento.

– No. Recordaron que una vez fui Cromm Cruach, y que les regalé mucha sangre para jugar. Todavía sienten que me deben algo a cambio de ese momento.

– Debió haber sido un buen baño de sangre para que sientan que te deben algo después de tantos siglos -le dije.

Fue el turno de Rhys de mirar a lo lejos para que yo no pudiera ver su expresión.

– Una de las traducciones de mi nombre era “garra roja”. Era un nombre fiel.

Entendí que con “nombre fiel” quería decir lo exacta que era la descripción. Lo miré fijamente, tan pálido y hermoso a mi lado. Su cara infantilmente hermosa con esa plena y acariciable boca. Las cicatrices eran lo único que te impedía ver más allá de esa máscara de juventud y humor. Sin ellas que te recordaran los serios trances por los que había pasado este hombre sin edad, podrías confundirlo con alguien informal. Alguien a quien despedir. Él, ciertamente, había jugado ese papel durante años en la corte.

Tracé el borde del área llena de cicatrices. En un tiempo pasado, se habría apartado, pero ahora sabía que para mí las cicatrices eran sólo otra textura en su cuerpo, sólo más cosas que tocar y besar.

Él me sonrió, y su rostro se volvió aún más hermoso, de esa forma repentina en que el rostro de un amante puede brillar para ti.

No con magia, sino simplemente por el placer derivado de algo que has dicho o hecho.

– ¿Qué? -pregunté con voz suave.

– En todos los largos años desde que me arrancaron el ojo, eres la única persona que me ha tocado así.

Fruncí el ceño hacia él, y puse mi mano contra su cara, el borde de la cicatriz justo bajo mi mano.

– ¿Así cómo?

Él me miró, como si yo supiera exactamente cómo.

– Somos sidhe de la Corte de la Oscuridad. Las cosas que otros consideran imperfecciones son señales de belleza entre nosotros -le dije.

– Sólo si no eres sidhe -dijo Rhys-. Estar realmente marcado y ser sidhe es un recordatorio vivo de que tu belleza perfecta puede ser estropeada para siempre. Soy el fantasma en el espejo, Merry. Les recuerdo que sólo somos mortales con unas vidas más largas, pero no realmente inmortales.

– Yo también -dije.

Él me sonrió otra vez, presionando su rostro con más fuerza contra mi mano.

– Ése es uno de los motivos por los que siempre pensé que haríamos una buena pareja.

Le miré con el ceño fruncido.

– ¿Qué?

– No hagas como que no lo recuerdas, tuvimos una cita cuando tenías dieciséis años.

– Lo recuerdo. -Dejé mi mano caer sobre la sábana-. Recuerdo que trataste de persuadirme para que tuviera sexo contigo, lo que habría conseguido que ambos fuéramos ejecutados.

– Realmente no aspiraba a la cópula. Solamente quería ver qué impresión de tu familia te llevabas después.

Yo fruncí el ceño más fuerte.

– ¿Qué significa eso?

Él sonrió, suavemente esta vez.

– Dependiendo de cómo respondieras a mis acercamientos… -dijo alzando las cejas al decir la última palabra, haciéndome reír-… yo decidiría si me acercaba o no a tu padre.

Yo tenía una noción de a dónde iba esto.

– ¿Le preguntaste a mi padre si podías ser mi novio?

– Le pedí que me tuviera en consideración.

– Ninguno de los dos me dijo nada.

– Parecía claro desde el principio de todo esto que yo no era un favorito para tu corazón. Amabas a Galen más que a mí ya desde que tenías dieciséis años. Entonces tu padre te entregó a Griffin, y si hubieras quedado embarazada eso habría sido todo.

Mi cara se ensombreció con la mención de mi ex-novio. Él me había rechazado años después. Dicho de otra forma, yo era demasiado humana, no lo bastante sidhe para él. Lo que él no había comprendido era que una vez que me dejara, Andais lo obligaría de nuevo al celibato como el resto de la guardia. Él trató de unirse a mi pequeño harén y lo rechacé. La única razón por la que quería unirse a nosotros era para tener sexo con alguien, con cualquiera. Él no me amaba. Y yo lo sabía.

Lo que yo no había esperado era que vendiera fotos bastante íntimas de nosotros dos a los periódicos sensacionalistas. Yo lo había amado una vez. En cambio, no estaba segura de que él me hubiera amado alguna vez. Había vendido las fotos y había huido del mundo de las hadas. Según lo que yo sabía el largo brazo del mundo feérico nunca lo había atrapado. Según lo que yo sabía. No lo había preguntado. Lo había amado una vez. No quería saber cómo había muerto, o que me presentaran su cabeza en una cesta. La tía Andais era capaz de ambas cosas, o incluso de alguna peor.

Rhys tocó mi mejilla, me hizo alzar la vista hacia él.

– No debería haber mencionado su nombre.

– Lo siento, pero no había pensado en él durante mucho tiempo.

– Hasta que yo lo traje de vuelta -dijo Rhys.

Kitto se movió minuciosamente a mi otro lado. Hasta ese momento él había estando tan quieto que casi había olvidado que estaba allí. Era muy bueno en esto, porque estar desnudo en una cama conmigo y con Rhys, y todavía ser capaz de pasar casi desapercibido… yo comenzaba a preguntarme si acaso era una clase de magia. Si lo era, entonces no era sidhe. Los trasgos serpiente eran usados sobre todo como exploradores, espiando la configuración del terreno. Tal vez todos ellos poseían un talento natural para pasar desapercibidos si lo deseaban.