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Él se presionó más fuerte contra mí, empujando sus caderas sólo un poco. Me hizo retorcerme tanto como su peso me lo permitía, pero la seriedad de su voz no se correspondía con lo que su cuerpo hacía.

Rhys siguió susurrando contra mi pelo…

– Sé que amas a Doyle y a Frost. Infiernos, incluso amas a Galen más que a mí, incluso ahora que los dos habéis comprendido la inutilidad política que sería él como rey.

– A veces tenemos sólo sexo oral cuando estamos juntos.

Rhys se tensó encima de mí, y no de un modo sexual, fue como si pensara.

– ¿Se ha apartado de la carrera para ser rey?

– No completamente, pero a veces no hacemos nada para hacer bebés. Sólo nos damos placer el uno al otro.

– Interesante -dijo, y esta vez eso no fue un susurro seductor.

Traté de elevarme, pero él me mantuvo presionada contra la cama sólo haciendo fuerza con sus brazos y empujando con sus caderas. Hablé, atrapada debajo de él.

– ¿Por qué es interesante?

– Galen se ha apartado a sí mismo de la carrera para ser rey porque sabe que no es lo bastante fuerte para ayudar a mantenerte viva. Pero él te ama, completamente. Te ama lo suficiente como para dejarte si eso es lo mejor para ti. Galante Galen.

Yo no había pensado en ello de esa forma, pero Rhys tenía razón. Era galante y horriblemente valiente. Galen todavía tenía una posibilidad de ser el padre de mi hijo, porque en las pocas veces pasadas que habíamos hecho el amor, sólo me había penetrado una vez. El resto había sido extraordinariamente divertido, pero nada que pudiera producir un bebé.

Rhys me rodeó con sus brazos, fuerte, tan fuerte que era casi difícil respirar. Susurró contra mi oído, su aliento caliente…

– Si yo realmente te amara, me quedaría fuera de la carrera para ser rey. Te ayudaría a conseguir tu deseo más ferviente, que es a Doyle y a Frost. Pero soy demasiado egoísta, Merry. No puedo dejarte sin luchar.

Hablé con la poca y entrecortada voz que su fuerza me permitía…

– Esto no es una lucha.

– Sí -susurró ferozmente-. Sí, lo es. No de la fuerza de los brazos, tal vez, pero es una batalla. Para algunos de nosotros, el premio es ser el rey. Pero la mayor parte de nosotros, Merry, te querríamos como nuestro premio aún si no hubiera ningún trono que ganar.

Empujó su cuerpo contra el mío, dura y ferozmente hasta que lloré por él. Entonces me apretó aún más hasta que pensé que tendría que pedirle que se detuviese para poder respirar. Su voz sonaba en mi oído, en algún punto entre un susurro y un silbido, tan feroz, tan llena de emoción.

– Quiero ganar, Merry. Te quiero aún si eso rompe tu corazón. Soy un bastardo egoísta, Merry. No te dejaré, ni siquiera para verte feliz.

Yo estaba debajo de él y no sabía qué decir.

Él me apretó con más fuerza, y finalmente tuve que protestar…

– Rhys, por favor…

Él alivió la fuerza de sus brazos sólo un poco para que yo pudiera inspirar, pero sus dedos apretaron mis pechos con fuerza y firmeza. La dureza de ese gesto extrajo pequeños ruidos de mí.

– Te gusta el sexo rudo más que a mí. Las cosas que son simplemente dolor para mí te hacen temblar de placer. -Su apretón en mis pechos se alivió-. Los trasgos lo harán más fuerte esta noche, y disfrutarás de ello, ¿verdad?

– He negociado por el placer de esta noche, Rhys.

Él frotó su cara contra mi pelo.

– Yo podría entregarte a Doyle, o a Frost, o a Galen, si tuviera que hacerlo. Mataría algo en mí, pero podría hacerlo. Pero no me puedo exponer a perderte frente a Ash y Holly. Yo no podría sobrellevar ver a mi Merry casada con unos trasgos, follando con trasgos cada noche.

Un sonido que era casi un sollozo escapó de él.

– Rhys -dije-, yo…

– No, no lo digas, sea lo que sea. Déjame terminar. Tal vez nunca vuelva a tener el coraje para decir todo esto otra vez.

Todavía estaba debajo de él. Yacía allí, con su cuerpo abrigando el mío, y yo le dejaría hablar, si eso era lo que él necesitaba.

– Odio pensar en ellos contigo esta noche, Merry. Odio más que te excite el pensar en ellos amarrándote y follándote. Dios, odio todo esto. -Sus brazos se apretaron alrededor de mí una vez más-. Ves, no te amo, no realmente. Si te amara, si realmente te amara, querría que fueras feliz. Yo querría que tuvieras sexo del que disfrutas, no sólo el sexo que pienso que deberías tener. Pero eso no es lo que quiero para ti. Quiero que seas más suave de lo que eres. Quiero que quieras el sexo de la manera en que yo lo hago. De la forma en que a mí me gusta. Odio que quieras cosas que creo que son dolorosas y no placenteras. Lamento saber que aunque disfrutas del sexo conmigo, no es todo lo que necesitas, o quieres. -Él hundió sus dedos en mis pechos otra vez hasta que lancé un grito otra vez, y mi cuerpo se retorció bajo el de él.

Me dejó ir repentinamente, empujándose encima de mi cuerpo de modo que sus brazos se apoyaban a mis lados, pero haciendo más fuerza con sus caderas contra las mías.

– Porque odio pensar en los trasgos contigo esta noche, porque te quiero conmigo más de lo que te quiero feliz, porque soy un bastardo egoísta, voy a llenar tu cuerpo con mi semilla, y voy a rezar mientras lo hago. Voy a llamar al poder mientras lo hago. Te quiero embarazada con mi hijo, el Consorte me ayude, pero lo deseo. La Diosa me ayude, pero lo deseo. No es que lo desee porque todos vivamos. No, porque Cel no se siente el trono, y nos divida en una guerra civil. No, nada tan noble, Merry. Lo deseo, porque te deseo a ti, incluso sabiendo que tú no me quieres.

– Te quiero realmente -dije, y me giré para poder mirarlo por encima de mi hombro.

La mirada en su cara era algo que nunca olvidaría. Tan feroz, tan desesperada, tan salvaje, pero no debida al sexo, ni siquiera a la lujuria o al amor. La mirada en su rostro estaba plena de una pérdida horrible. Si yo hubiera estado enviándolo a librar una batalla con espada y escudo no lo habría dejado ir, porque la mirada en su rostro era la mirada de un hombre que sabía que no iba a volver. El rostro de un hombre que sabía que ese día perdería, que moriría ese día. Yo lo habría sacado de la batalla. Lo habría hecho quedarse a mi lado, y lo habría mantenido vivo un día más. Pero éste no era un campo de batalla del que yo pudiera protegerlo. Éste era mi cuerpo y mi corazón, y ellos habían elegido ya.

Él sacudió la cabeza.

– Nada de compasión, Merry, al menos sálvame de eso.

Aparté la mirada entonces, para que él no pudiera ver las lágrimas que brillaban en mis ojos. Era el único modo del que podía salvarlo de mi compasión. Lo amaba, pero no del modo que él necesitaba que lo amara. Tenía razón, ni siquiera nuestros apetitos sexuales hacían juego.

Él separó mis caderas de la cama. Traté de ponerme a gatas para él, pero él forzó mi cabeza hacia abajo, de modo que la parte inferior de mi cuerpo quedó levantado como una ofrenda.

Sentí su miembro empujando contra mí, pero yo estaba todavía demasiado cerrada para que pudiera penetrarme desde ese ángulo.

– Tendrás que usar un dedo para comenzar. Sin una estimulación previa estoy demasiado cerrada para esta posición -le dije.

Él siguió empujando en mi cuerpo, más fuerte, más ferozmente.

– Te harás daño a ti mismo, Rhys -dije desde donde mi cara estaba casi sepultada contra las almohadas.

– Quiero que duela -me dijo. Entonces lo sentí hundirse en mí, encontrar la parte más desnuda de él dentro de mí, y dejé de protestar. Se forzó dentro de mí, luchando contra la estrechez y la falta de humedad de mi cuerpo. Si yo hubiera estado hecha de otra manera, me habría dolido. No era que no pudiesen hacerme daño, podían. Incluso la cópula podía hacerlo, y era sólo dolor, pero tenías que trabajar en ello, tenías que ser realmente malvado. Malvado de una forma que Rhys no era.