– Tiene una conmoción cerebral, y está embarazada. De un mes con gemelos.
Él pareció asustado.
– Tenemos que sacarla de aquí.
La sanadora asintió.
– Sí, debemos.
La nobleza con sus perros se cerró detrás de nosotros, de modo que si Taranis hubiese abierto la puerta habría visto una pared sólida de nobleza sidhe, y yo habría quedado oculta tras ellos.
¿Realmente deseaban desafiar a su rey por mí? Seguimos rápidamente por el pasillo mientras ellos hablaban de traición.
Una mujer con el pelo que fluía en sombras de azul y gris como el cielo o el agua, habló. Me tomó un momento reconocerla como Lady Elasaid.
– El secretario de prensa ha hablado ya con los medios humanos.
– ¿Qué dijeron ellos en respuesta a las acusaciones de la Reina Andais?
Él dijo que le hemos ofrecido santuario a la princesa después de que fuese brutalmente atacada por sus propios guardias.
– Entonces repiten las mentiras que Taranis les dijo -dijo Hugh.
Lady Elasaid asintió.
– ¿Saben los medios que él nos atacó en la oficina del abogado? -Pregunté.
Ellos parecieron asustados, como si no hubieran esperado que yo pudiera hablar. Creo que para ellos yo era un objeto, y no demasiado real todavía. No se unían a mi causa porque yo les gustase o creyeran en mí, ellos sólo creían en la magia y el poder que yo ayudaba a regresar al sithen. Yo era simplemente el receptáculo para aquel poder.
– Sí -dijo Hugh-. Estamos seguros de que hubo una filtración. Ellos tienen fotos de la llegada de tus guardias heridos y yendo al hospital.
Habíamos llegado a un par de enormes puertas dobles blancas. Yo nunca había visto este vestíbulo. Nunca había sido antes honrada con un viaje al dormitorio del rey. Esperaba no volver a ser tan "honrada" nunca.
Lady Elasaid vino a mi lado.
– Princesa Meredith, me gustaría darte mi chal para cubrirte, si lo deseas. -Ella sostuvo una tela de seda de un brillante verde con diseños de oro. Hacía juego con mis ojos. La miré, moviendo los ojos cuidadosamente para que no me doliera. Ellos tenían un plan. No sabía cuál era, pero el mantón que hacía juego con mis ojos me decía que lo tenían. Si hasta mi ropa estaba siendo conjuntada entonces tenían un plan.
– Eso sería muy bienvenido -dije, y otra vez mi voz era suave, porque temía cómo se sentiría mi cabeza si yo hablaba en voz demasiado alta.
Yo había sido curada de heridas peores cuando estaba inmersa en alguna visión, pero esta vez la Diosa parecía contentarse con hacerme sentirme mejor poco a poco, en vez de curarme de repente.
Hugh habló mientras Lady Elasaid y otra dama noble me ayudaban a ponerme la túnica. Porque era una túnica, no un chal.
– Con una pequeña persuasión de algunos de nosotros, el rey exigió una rueda de prensa de modo que pudiera dar su versión de la historia. Él quería desmentir las mentiras monstruosas que los Oscuros estaban contando. La conferencia había sido programada para hablar sobre el ataque que había sucedido anteriormente en Los Ángeles. Pero ellos están todavía aquí, Princesa. Ahora están esperando a que el rey les hable sobre la acusación de que él te ha secuestrado.
– ¿Él dejó entrar a la prensa en el sithen luminoso? -pregunté.
– ¿Cómo podría él permitir que los oscuros fueran más progresistas que nosotros? Andais había convocado una conferencia para reclamar tu vuelta. Él parecería culpable si hiciera menos.
Pensé que ahora entendía por qué la Deidad me había curado sólo en parte, lo bastante como para funcionar, pero no lo bastante como para estar bien. Yo tenía que parecer herida ante la prensa.
– ¿Cree él francamente en lo que dijo antes, que me rescató?
– Eso me temo.
Lady Elasaid sujetó un alfiler de oro en el cuello de la túnica.
– Te arreglaría el pelo si hubiera tiempo.
– Queremos que parezca despeinada y herida -dijo Hugh.
Me las arreglé para sonreír a Lady Elasaid.
– Gracias por la túnica. Estaré bien. Sólo llévame ante la prensa. ¿Asumo que será en directo?
Lady Elasaid frunció el ceño.
– No lo entiendo.
– Sí -dijo Hugh-. Será retransmitida en directo.
– No nos demoremos demasiado aquí -dijo el guardia rubio.
– Sólo el rey puede vernos aquí, y él ya no se preocupa lo bastante como para usar sus espejos para tales cosas. Estamos más seguros aquí que en el siguiente pasillo -dijo Hugh.
– Nadie se atrevería a espiar al rey -dijo una mujer.
Entonces nos encontramos en el lugar que era el centro del poder Taranis, a salvo. A salvo para conspirar a sus espaldas. A salvo de ojos curiosos, porque ellos temían que él los viera, pero su locura lo había cegado.
Me pregunté quién había sido el primero lo bastante valiente como para entender que el propio sanctasanctórum del rey era el lugar ideal para planear la traición. Quienquiera que fuera sería alguien de quien tener cuidado. Si planeas una vez el derrocamiento de un regente, la próxima vez la idea puede parecerte más fácil. O eso parece.
– Quisimos ver lo razonable que eras antes de que te explicáramos nuestro plan -dijo Lady Elasaid.
Hugh dijo…
– Las lesiones cerebrales pueden hacer que una persona no sea fiable, y éste es un juego demasiado peligroso como para mostrarte nuestros secretos si tú los dejas escapar.
– ¿Puedo hablar libremente aquí? -Pregunté.
– Sí -dijo él.
– Llévame ante las cámaras y jugaré a la doncella en apuros para ti.
Hugh y algunos otros sonrieron.
– Realmente lo entiendes.
– He estado ante la prensa toda mi vida. Entiendo su poder.
– Le hicimos jurar a él el juramento más solemne de que no se revelaría ante ti hasta que estuviéramos seguros de que no estropearías el plan si lo supieras cerca.
Miré con ceño a Hugh pero me dolió, y entonces me detuve. Le dije…
– No lo entiendo.
Hubo un movimiento cerca de la lejana puerta, escondida por la muchedumbre de gente y perros. La muchedumbre se movió a uno y otro lado, revelando a un enorme perro negro. No tan enorme como algunos sabuesos irlandeses, pero… el perro negro trotó hacia mí, sus uñas sonando sobre el mármol.
Casi susurré su nombre, pero me paré a tiempo. Tendí una mano hacia él. Él puso su gran cabeza cubierta de pelo en mi mano, entonces hubo un instante de niebla caliente y magia hormigueante. Doyle estaba de pie ante mí, desnudo y perfecto. Llevaba puesto el único metal que parecía haber sobrevivido a la transformación, los pendientes de plata que asomaron de la longitud de su pelo largo hasta el tobillo. Incluso el lazo para su pelo había desaparecido.
Estaba desarmado y solo dentro del sithen luminoso. El peligro al que se había expuesto él mismo hizo que mi estómago se encogiera fuertemente. En aquel momento temí por él más que por mí.
Él me tomó en sus brazos, y me agarré a él. Me agarré a la sensación de su piel, a su fuerza. Moví la cabeza demasiado rápidamente, y una oleada de náusea enturbió mi visión. Él pareció notarlo porque me movió para acomodarme en sus brazos. Se arrodilló en el pasillo blanco y dorado, su oscuridad se repitió en los espejos mientras me sostenía.
Había un brillo en sus mejillas, y vi a la Oscuridad llorar por segunda vez en su vida.
CAPÍTULO 27
ME ARRODILLÉ SOBRE EL MÁRMOL RODEADA POR LOS BRAZOS de Doyle, mi cabeza descansando en su pecho. Sólo su roce pareció aliviar un poco mi dolor.
– ¿Cómo…? -Pregunté.
Él pareció entender exactamente lo que yo quería saber, como hacía muy a menudo.
– No es la primera vez que he venido con este aspecto. Muchos sabuesos duendes comenzaron siendo perros negros. Soy simplemente uno que no ha elegido a su amo. Soy simplemente el favorito de entre aquellos que no han sido dotados con un perro. Además, me ofrecen exquisiteces y me llaman con nombres muy dulces.