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Zedd negó lentamente con la cabeza, mientras esbozaba una nostálgica sonrisa.

—Es mi nieto.

—¡Mientes! ¿Por qué te habrías molestado en rodearlo con una red y ocultar la identidad de su padre si no eres tú?

—Puse una red a su alrededor porque no quería que descubriera quién fue el bastardo de ojos azules que violó a su madre y le dio vida.

Rahl abrió desmesuradamente los ojos.

—Tu hija murió. Mi padre me lo dijo.

—Fue un pequeño truco para que estuviera a salvo. —Zedd endureció el gesto para añadir—: Aunque no sabías quién era, le hiciste daño. Pero, involuntariamente, también la hiciste feliz. Le diste a Richard.

—¿Yo soy su padre? —susurró.

—Cuando violaste a mi hija, sabía que no podría hacerte nada, y mi primer pensamiento fue consolarla y protegerla. Así pues, me la llevé a la Tierra Occidental. Allí conoció a un joven, viudo y con un hijo de corta edad. George Cypher era un hombre bueno y amable, y me sentí orgulloso de que se casara con mi hija. George quería a Richard como si fuese hijo suyo, pero conocía la verdad. Lo único que desconocía era mi identidad, pues la red lo ocultaba.

»Podría haber odiado a Richard por los crímenes de su padre, pero, en vez de eso, decidí amarlo por él mismo. Ha resultado ser una persona excepcional, ¿no te parece? Has sido vencido por el heredero que deseabas, por un heredero que posee el don. Eso no ocurre a menudo. Richard es el verdadero Buscador. De la sangre de los Rahl posee la capacidad de sentir cólera y ejercer la violencia, pero también posee sangre de los Zorander, que le da capacidad para amar, comprender y perdonar.

Rahl el Oscuro titilaba en las sombras de la magia del Destino. Mientras se volvía tan transparente como el humo, se retorcía de dolor.

—Imagínate, la estirpe de los Rahl y los Zorander se han unido. No obstante, Richard sigue siendo mi heredero. A fin de cuentas —añadió penosamente, casi incapaz de hablar—, he ganado.

Pero Zedd negó con la cabeza.

—No. Has perdido más de lo que crees.

Vapor, humo, sombras y luz empezaron a girar vertiginosamente, rugiendo. El suelo tembló con violencia. El remolino absorbió la arena de hechicero, que ya era tan negra como un pozo sin fondo. El vórtice giraba sobre el abismo. Los sonidos del reino de la vida y del reino de la muerte se confundían en un terrible aullido.

—Lee las profecías, Anciano —dijo Rahl el Oscuro con voz hueca y muerta—. Es posible que las cosas todavía no hayan acabado. Yo soy sólo un agente.

En el centro del remolino apareció un punto de luz cegadora. Zedd tuvo que taparse los ojos. Rayos de luz candente salían disparados hacia lo alto, atravesaban el cristal del techo y volvían a descender hacia la negrura del abismo. Se oyó un chillido desgarrador. El aire vibró con el calor, la luz y el sonido. Un estallido de luz lo iluminó todo y, luego, silencio.

Cautelosamente, Zedd apartó las manos de los ojos. La luz del sol invernal iluminaba el suelo, donde momentos antes se había abierto el negro abismo. La arena de hechicero había desaparecido y la superficie de tierra desnuda sobre la que se encontraba el círculo no se veía alterada. La abertura entre los dos reinos se había cerrado. Al menos, así lo esperaba Zedd.

El mago sintió en sus huesos que recuperaba su poder. Una vez desaparecidos quienes habían dibujado el encantamiento contra él, el efecto del mismo se desvaneció.

Zedd, de pie ante el altar, extendió los brazos bajo la luz del sol y cerró los ojos.

—Retiro las redes. Soy quien era antes: Zeddicus Zu’l Zorander, mago de Primera Orden. Que todos lo sepan de nuevo. Y el resto, también.

El pueblo de D’Hara estaba unido a la Casa de Rahl por medio de un lazo mágico forjado mucho tiempo atrás. Ese lazo encadenaba el pueblo de D’Hara a la Casa de Rahl, y a la inversa. Una vez levantadas las redes, muchos sentirían el lazo de unión con el don y así sabrían que Richard era ahora el amo Rahl.

Tendría que decirle a Richard que Rahl el Oscuro era su padre, pero no sería aquel día. Primero tenía que hallar el mejor modo de decírselo. Tenía mucho que decirle, pero más adelante.

Richard la encontró arrodillada en uno de los patios de oración, a aquella hora vacío. Todavía llevaba la mordaza anudada al cuello, donde la había dejado después de quitársela de la boca. Kahlan tenía el cuerpo encorvado, con los hombros hacia adelante y lloraba desconsoladamente. La larga melena le caía en cascada por el rostro y agarraba el cuchillo con ambas manos, la punta apoyada en el pecho. Los hombros le temblaban con los sollozos. Richard se detuvo cerca de los pliegues de su vestido blanco.

—No lo hagas —susurró.

—Debo hacerlo. Te quiero. —Kahlan lanzó un débil gemido—. Te he tocado con mi poder. Prefiero morir antes que ser tu ama. Es el único modo de liberarte. —La mujer se estremeció, sin dejar de llorar—. Me gustaría que me dieras un beso y después te marcharas. No quiero que veas esto.

—No.

—¿Qué acabas de decir? —Kahlan alzó la mirada hacia el joven.

—He dicho que no —afirmó Richard, apretando los puños contra las caderas—. No pienso besarte mientras sigas llevando esos estúpidos relámpagos pintados en la cara. Casi me muero del susto al verte.

—Pero no puedes negarme nada. Después de tocarte, estás en mi poder.

Richard fue a agacharse junto a Kahlan y le desato la mordaza del cuello.

—Bueno, me has ordenado que te besara y yo te he dicho que no lo haría con esas cosas pintadas en la cara. —Mientras hablaba, Richard sumergió la mordaza en el agua y empezó a borrarle los relámpagos—. Así que la única solución es deshacernos de ellos.

Kahlan se mantuvo de rodillas, paralizada, mientras Richard le limpiaba la pintura roja de la cara. Al acabar, el joven buscó su mirada. Entonces arrojó la mordaza a un lado, se arrodilló frente a la mujer y le rodeó la cintura con los brazos.

—Richard, te he tocado con mi magia. Lo sentí. Lo oí. Lo vi. ¿Cómo es posible que el poder no te haya afectado?

—Porque estaba protegido.

—¿Protegido? ¿Cómo?

—Por mi amor por ti. Me di cuenta de que te amaba más que a mi propia vida y que prefería entregarme por completo a tu poder antes que seguir viviendo sin ti. La magia no podía hacerme nada peor que vivir sin ti. Estaba dispuesto a entregártelo todo y ofrecí al poder todo lo que tengo. Todo mi amor por ti. Cuando me di cuenta de lo mucho que te quería, estaba dispuesto a ser tuyo, fueran cuales fuesen las condiciones. Entendí que tu magia no podía hacerme nada malo. Como yo ya te amaba más que a mí mismo, no podía cambiar nada. Estaba protegido porque tu amor ya me había tocado. Poseía una fe ciega en que tú sentías lo mismo por mí y no tenía ningún miedo. Si hubiese tenido alguna duda, la magia lo habría aprovechado para tomarme, pero yo estaba completamente seguro. Mi amor por ti no tiene fisuras. Mi amor por ti es el que me ha protegido de la magia.

—¿Así te sentías? ¿No tenías ninguna duda? —le preguntó Kahlan, dirigiéndole su especial sonrisa.

Richard se la devolvió.

—Bueno, a decir verdad, cuando vi esos relámpagos pintados en tu cara, tengo que admitir que me preocupé. No sabía qué eran ni qué significaban. Por eso desenvainé la espada, para ganar tiempo para pensar. Pero entonces me di cuenta de que no importaba, de que tú seguías siendo Kahlan y de que yo te amaba. Anhelaba que me tocaras con tu poder para demostrar mi amor y mi lealtad hacia ti, pero tuve que fingir.

—Esos símbolos querían decir que también yo estaba dispuesta a darlo todo por ti —susurró la mujer.

Kahlan le echó los brazos al cuello y lo besó. Arrodillados sobre las losas, frente al estanque, se abrazaron con fuerza. Richard besó los tiernos labios de Kahlan, tal como había soñado miles de veces que haría. La besó hasta sentirse mareado, pero la siguió besando sin importarle la expresión perpleja de quienes pasaban por allí.

Richard no tenía ni idea del tiempo que llevaban arrodillados y abrazados, pero al fin decidió que debían ir en busca de Zedd. Kahlan le rodeó la cintura con un brazo, apoyó la cabeza en él, y así regresaron al Jardín de la Vida. Antes de empujar las puertas, se besaron una vez más.