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villa. Casa de campo autónoma y que en origen tenía relación con la agricultura, es decir, era una granja. Se construía en torno a un peristilo o patio, tenía establos o cobertizos en la parte delantera y la vivienda atrás. En tiempos de Cornelia, madre de los Gracos, los romanos ricos se construían villas de veraneo y no granjas; el estilo arquitectónico de la villa cambió con arreglo a las modas. Muchas de ellas estaban a la orilla del mar.

Villa Publica. Trozo ajardinado del Campo de Marte, frente al Vicus Pallacinae, en el que los que celebraban el desfile triunfal se concentraban antes de iniciarlo.

vino, vino de calidad. El vino era un elemento primordial en la vida de romanos y griegos; al no disponer de instrumentos para la destilación, el vino era la única bebida con contenido alcohólico, objeto de gran reverencia (de ahí los dioses del vino Baco y Dionisos) y, generalmente, gran respeto. Se cultivaban muy diversas variedades de uva, blanca y roja, para hacer vinos en la modalidad de blanco y tinto.

En tiempos de Cayo Mario la viticultura romana era un negocio muy perfeccionado que había desbancado a la griega definitivamente. A los romanos se les daban bien las plantas, la jardinería y la agricultura, y desde que sus ciudadanos privilegiados comenzaron a viajar por el extranjero, Roma dispuso de numerosas plantas importadas, muchas de ellas variedades de especies ya conocidas y otras totalmente nuevas. Esto es aplicable a la vid, siempre acrecentada con importaciones foráneas.

Los viticultores romanos eran muy hábiles en injertos y sabían prevenir las plagas. Con el asfalto extraído del Palus Asphaltites palestino (mar Muerto), por ejemplo, impregnaban el tronco leñoso de la vid para impedir el desarrollo de verdín y moho. Una vez madura, recogían la uva para echarla en tinas y pisarla, y el primer jugo se reservaba para hacer el mejor vino del año. La uva, una vez pisada, se prensaba en unos aparatos similares a los que hoy día existen en las viñas en que no ha llegado la producción masiva, obteniéndose así el vino comen-te. Luego volvía a prensarse para obtener una tercera clase de bebida, agria, que se vendía a un precio muy barato y para con-sumo de los humildes en grandes cantidades, y que también se daba a los esclavos. A veces se reforzaba para incrementar su contenido alcohólico añadiéndole mosto hervido tras el proceso de fermentación. La fermentación se hacía con mayor o menor cuidado, según la clase de caldo y los designios del viticultor. En unas tinajas recubiertas interiormente de cera (para los vinos de calidad) o de pez (producto residual de la resma una vez extraída la trementina, con lo que el vino absorbía su sabor y adquiría un sabor parecido al de la actual resma griega), los caldos se guardaban varios meses, espumándolos continuamente.

Una vez fermentados, los vinos para el consumo inmediato se trasvasaban a las ánforas o (a veces) a pellejos. Los vinos que se destinaban a una maduración adicional, primero se colaban minuciosamente con cedazos y telas, luego se "embotellaban" en ánforas escrupulosamente cerradas y aisladas del aire con cera derretida, y se marcaban con el año, la viña, el tipo de uva y el nombre del viticultor, para almacenarlas en bodegas frescas. También se utilizaban barricas de madera para algunos vinos excepcionales.

La mayoría de los vinos se bebían dentro del plazo de cuatro años, pero los que quedaban bien cerrados no seguían fermentando, sólo maduraban, y, así, algunos tardaban veinte años en alcanzar su punto. Estos eran, naturalmente, los vinos de calidad. Y entonces, como ahora, el enólogo echaba la cabeza hacia atrás y profería la retahila de su jerga de adletivos y adverbios. Había muchos entendidos. Uno de ellos era el gran abogado Quinto Hortensio Hortalus, que al morir en el 50 a. JC. legó el asombroso número de 10 000 ánforas de vino a un anónimo beneficiario. El ánfora tenía una capacidad de 25 litros, por lo que Hortensio dejó en herencia 250 000 litros de vino. No era costumbre beber el vino puro, y se le añadía diversa proporción de agua.

Las mujeres romanas de tiempos de Cayo Mario bebían poco vino; en los primeros tiempos de la república, si el paterfamilias olía a vino en el aliento de una de las mujeres de la casa, tenía derecho a ejecutarla in situ. Pese a la aparente sobriedad de los bebedores romanos, echando agua al vino, el alcoholismo era en la antiguedad tan acuciante problema como en la actualidad.

vir militaris. (Véase militar.)

Visurgis, río. El Weser actual, en Alemania.

voconci os. Confederación de tribus celtas que habitaban en las márgenes del río Druentia, en la Galia Transalpina, en tierras contiguas a las de los alóbroges, situados al norte. Se complacían en asaltar a los viajeros romanos que pasaban por el tramo alpino de la Via Domitia en dirección al valle del Ródano.

vokos tectosagos. Confederación de tribus celtas que habitaban en la Galia mediterránea, más allá del valle del Ródano, hasta Narbona y Tolosa (véanse Breno, Tolosa).

volscos. Uno de los primitivos pueblos de la Italia central. Ocupaban el Lacio oriental en torno a los asentamientos de Sora, Atina, Antium, Circei, Tarracina y Arpinum; sus aliados eran los ecuos. A finales del siglo Iv a. JC., los volscos habían quedado tan integrados en la sociedad romanizada que casi habían perdido su identidad cultural y étnica. No hablaban latín, sino un idioma propio parecido al umbro.

yugo. Era la pieza de madera con que se uncía a la pareja de bueyes por el pescuezo. Aplicado al ser humano, vino a significar el dominio y la sojuzgación. En Roma había un yugo balo el cual pasaban los jóvenes de ambos sexos, situado en un punto del Carinae, y que se llamaba el Tigillum, quizá como símbolo de sumisión a la vida seria de los adultos. Sin embargo, fue en el ámbito militar en el que el yugo llegó a adquirir su más profundo significado simbólico, pues los primitivos ejércitos romanos (o quizá los etruscos) obligaban al enemigo vencido a pasar balo el yugo; se clavaban dos lanzas en el suelo y entre ellas se tendía una tercera de modo que no permitiese el paso de un hombre sin agacharse. Lamentablemente, los ejércitos enemigos adoptaron igual criterio y, en consecuencia, de vez en cuando un ejército romano se veía obligado a pasar bajo el yugo. Esto era una humillación intolerable, a tal extremo que el Senado romano prefería que sus ejércitos combatieran hasta que cayera el último hombre antes que manchar el honor y la dignitas de Roma rindiéndose y pasando bajo el yugo. Hasta los más humildes romanos, incluidos los del censo por cabezas, consideraban una gran humillación pasar bajo el yugo y exigían explicaciones cuando los ejércitos no habían luchado hasta el exterminio.

Yuturna. Primitiva deidad romana de carácter incorpóreo y sin mitología en el sentido griego (aunque posteriormente la tuvo, gracias, fundamentalmente, a Virgilio). Era una ninfa de las aguas y tenía una fuente con altar junto a la escalinata de las Vestales que ascendía al Palatino; se atribuían poderes curativos a sus aguas y a la fuente acudían numerosos peregrinos.

Colleen McCullough

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