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EPILOGO I

El jueves 11 de octubre de 1962, el Papa Juan XXIII inauguró en Roma el Concilio Vaticano Segundo. De 3.044 padres conciliares invitados, estaban presentes 2.540, de ellos 115 miembros de la curia. De estos 115 sólo unos 30 conocían el verdadero motivo de esta reunión universal de la Iglesia, que no se había celebrado en casi cien años.

Los concilios, según nos indica la historia, tenían siempre un motivo acuciante y resultados importantes. Los concilios sacaron a relucir la llamada homeostasia, la identidad en el ser del Hijo con el Padre (Nicea), acabaron con el cisma eclesiástico (Constanza) o impusieron a los cristianos el dogma del pecado original (Trento) y de la infalibilidad del Papa (Vaticano I). Por el contrario, los resultados del Concilio Vaticano Segundo parecen pobres.

Sin embargo, el Concilio Vaticano Segundo pasará a la historia como un concilio de reforma, y naturalmente lo que se narra en este libro no habrá sucedido nunca.

EPÍLOGO II

Anne von Seydlitz y Stephan Oldenhoff se casaron en mayo de 1964 en París. Siete años más tarde Anne encontró la muerte en un misterioso accidente. En la estación Pont-Neuf se precipitó frente a un metro en marcha. Anne fue enterrada en París, en el cementerio de Père-Lachaise, a un tiro de piedra del doctor Guillotin, el inventor de la guillotina.

Su lápida sepulcral, con una inscripción extraña, no llama la atención en un mar de losas sepulcrales a cuál más rara. La inscripción dice:

ANNE 1920-1971

Debajo se encuentran las incomprensibles palabras latinas:

BARBARIA ATQUE RETICENTIA ADIUNCTUM BARBATI BASIS ATRII SACRI

Hasta pocos meses antes de que se imprimiese este libro, se veía casi a diario a un anciano visitar el cementerio del Père-Lachaise llevando en la mano una flor de ave del paraíso color naranja azulado.

Preguntado sobre el significado de la enigmática inscripción [8], aseguró no conocer la traducción, tampoco era importante. Importantes eran las letras iniciales de cada palabra.

MARGINALIA

Por la presente me disculpo formalmente ante Stephan Oldenhoff. Era el hombre que encontré en el cementerio Père-Lachaise y que dio las pistas para este libro. Sé que he abusado de su confianza al publicar esta historia contra su voluntad después de haber efectuado mis investigaciones personales. El motivo de haber dado este paso no sorprenderá ni a él ni a mis lectores. Estoy convencido de que el tema es demasiado importante como para que se impidiera dejarlo anotado.

Philipp Vandenberg

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[8] Barbarie y silencio son los signos característicos de los papas romanos y el fundamento del palacio eclesiástico.