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Un momento mas tarde se quedo inmovil al percibir la potente voz que, desde las escalinatas de la casa, se elevaba por encima del griterio:

– ?Callad, estupidos!?Kahn, venga usted aqui!

– ?Caramba! -murmuro el Santo-. No te habre dado muy fuerte cuando estas ahi. En cambio, el golpe ha servido para que estes de peor humor.

Pacientemente espero a ver si entendia lo que decian, pero solo percibio un murmullo de voces. Luego oyo pasos rapidos y el ruido de la tranca de una puerta al caer al suelo, y despues un chirrido metalico.

Una especie de gemido, seguido de un jadeo que se hizo mas fuerte y que se repitio en distintos sitios, indico que habian soltado los sabuesos, cuyos fuertes ladridos confirmaron inmediatamente la suposicion de Templar.

– Ahora es cuando el Santo -murmuro este- hace mutis por el foro en direccion a su casa.

Ya estaba forcejeando en los cerrojos de la puerta, habia logrado abrir uno y tenia medio corrido el segundo, cuando oyo muy cerca el jadeo de un perro. El Santo arremetio desesperadamente contra el segundo cerrojo, congratulandose de la completa oscuridad de la noche; por fin cedio el cerrojo, pero al mismo tiempo dieron fuertes golpes en la parte exterior de la puerta y los perros se acercaban por detras ladrando furiosos.

– Pues, senor -se dijo el Santo riendo-, esto no se acaba aun en este capitulo.

Despues se abrio la pesada puerta.

– ?Cuanto me alegro de que hayais venido, hermanos! -exclamo Templar cordialmente-. Estamos cazando a un verdadero bandido.?Quereis entrar y ayudar?

– ?Manos arriba! -ordeno una voz.

De la mano del hombre que penetro primero por la puerta surgio una luz cegadora, y el Santo se quedo momentaneamente sin ver nada. Luego vio una pequena pistola automatica con una pieza cilindrica sobre la boca del canon, que el Santo reconocio al momento. Era un silenciador, y, en cuanto a la punteria, Templar no se hizo ilusiones.

– ?Manos arriba y quieto, senor Templar! -repitio la voz.

– ?Caramba, caramba! -dijo el Santo, que jamas juraba cuando estaba seriamente disgustado. Y levanto las manos.

5. Tia Agata se enfada

Patricia Holm cayo de pie al otro lado de la pared y se marcho resuelta hacia su casa. Corria velozmente, con la agilidad de una muchacha sana que ha pasado la mayor parte de su vida en el campo, lejos de metros, autobuses y taxis, aunque estaba un poco cansada por la carrera que le hiciera dar el Santo.

Aun oyo el grito de este para llamar la atencion de sus perseguidores, y lo tomo al mismo tiempo como un mensaje para ella, que le recordaba que debia alejarse pronto, para no perder la ventaja que el le facilitaba asi, y que Templar estaba bien dispuesto a todas las peleas y peligros sin necesidad de que nadie se preocupase por el. De ahi que Patricia corriese obedientemente, y solo cuando el griterio del jardin de Bittle se apago en el silencio de la noche aflojo el paso. Entonces tambien se dio realmente cuenta de lo que significaba la situacion. Hasta alli, todos los incidentes habian sido tan fantasticos y tan absurdos, sucediendose todos con tal velocidad y de manera tan sorprendente, que la muchacha se vio privada de momento de pensar con coherencia. Ahora, al cesar en la alocada huida y serenarse, pudo por primera vez comprender en lineas generales el peligro que habia corrido y el misterio en que quedaba envuelto todo.

Echo una mirada a su reloj de pulsera, que tenia esfera luminosa. Faltaban cinco minutos para las once. El Santo le habia dado sus instrucciones hacia cinco minutos; por lo tanto, aunque las cosas fuesen mal, ella no podia solicitar el auxilio de Carn hasta las doce menos diez. Y mientras tanto… Patricia se estremecio al acordarse de los perros sabuesos.

Habia algo siniestro acerca de Bittle y de la enorme casa tras los gruesos muros. No le cabia duda respecto a esto, porque la conversacion -por desagradable que fuese- no era motivo suficiente para que aquel joven impetuoso se metiera en un asunto privado como lo habia hecho, ni tampoco habia razon para que Bittle se opusiera tan violentamente a que los dos saliesen de su casa. La muchacha recordaba los rumores a que dieron lugar las costumbres excentricas del Santo, pero, por otra parte, el recuerdo de la corta amistad con el restaba verosimilitud a la chismografia, aunque aumentaba el misterio que le rodeaba. Patricia se esforzo en vano por encontrar una explicacion al proceder de su misterioso protector. Repaso los hechos. Templar tenia algun motivo oculto para entrar aquella noche en el jardin de la casa de Bittle y para importunar al millonario; la propuesta de matrimonio no hubiera podido dar pie a la provocacion que cometio, considerando que ella y el se conocian tan poco y de un modo tan casual. Bittle, por su parte, parecia temer y odiar al Santo. Templar detestaba al millonario hasta el extremo de no vacilar en dejarle sin sentido con un golpe dado con la estatua de bronce. Antes, Bittle habia amenazado al Santo con un arma de fuego. Ademas, por lo ocurrido se podia deducir que en la casa de Bittle ocultabanse algunos hombres de dudosa indole y que estaban dispuestos a tratar a cualquier visita de un modo muy poco acostumbrado entre gente pacifica. Todo parecia indicar que en aquella casa tenian algo que temer u ocultar. Y no era corriente que en casa de un hombre, por millonario que fuese, hubiera timbres secretos y agujeros en las paredes para poder espiar a la gente…

La muchacha no sabia que pensar. Pero, fuese lo que fuese el Santo, su confianza en el no flaqueo. Nada malo le habia hecho; la habia protegido como pocos hombres protegen a una mujer y luego se quedo en la ratonera para hacer frente a cualquier eventualidad… Y por lo que podia barruntar por lo sucedido, no se trataba de cosa de chiquillos. Reportabale alguna consolacion el recordar que la actitud y la habilidad del Santo en la primera fase del asunto era garantia de que sabria salir airoso de su empeno. Sin embargo, no dejo un momento de maldecirse por haberle dejado solo, aunque sabia que, si se hubiese quedado, habria sido para el un impedimento.

Esperaba Patricia poder entrar en casa sin ser vista, pero, al acercarse, vio una figura negra junto a la puerta del jardin, que resulto ser su tia, la senorita Girton.

– Si, soy yo -dijo Patricia, y se dispuso a entrar en casa con aquella.

– He oido ruido, y no sabia que pensar -explico la senorita Girton-.?Sabes tu algo?

– Si, hubo un poco de alboroto…

Patricia no sabia que decir en aquel momento.

Habia olvidado que en el juego del escondite en el jardin de Bittle se le habia estropeado la ropa y que tenia, ademas, algunos aranazos; por lo tanto, la sorprendio la mirada de asombro con que la contemplo su tia al llegar las dos al vestibulo. Entonces vio que llevaba la falda y la blusa rotas y que tenia los brazos senalados.

– Parece que te ha sucedido algo -observo la anciana-.?Que ha sido?

– No puedo decir nada ahora -repuso Patricia, cansada-. Tengo que pensar.

Se dirigio al salon y se dejo caer en una butaca. Su tutora se quedo plantada delante de ella, los pies separados como un hombre, las manos en los bolsillos del abrigo, esperando oir lo que la joven tuviera que decir.

– Si Bittle te ha molestado…

– No ha sido eso precisamente -contesto la joven-. Por favor, dejame sola un momento.

La alarma que revelo la expresion de la senorita Girton se troco en perplejidad al oir que sus sospechas eran infundadas. Sabia ser muy paciente…, era una de sus caracteristicas poco femeninas. Encogiendose de hombros, saco un cigarrillo y lo encendio. Fumaba como un hombre, inhalando el humo, y sus dedos estaban manchados de nicotina.