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– …Traidores, canallas, hez de la tierra… Contra vosotros si siento rencor. Tranquilamente fui al muelle para reunirme con vosotros, y disparasteis sobre mi a mansalva. Solo me hicisteis un rasguno, pero el golpe me dejo sin sentido, y, para rematarme, volvisteis a disparar sobre mi. Encontre luego la bala y tambien senti el golpe en el pecho. Pero siempre llevo un chaleco a prueba de balas…, no podiais saberlo. Continue viviendo y vine aqui con esa mujer, nadando, para recuperar lo que era mio. Hubiera podido lograrlo, pero ya no soy tan fuerte como antes; entre la herida y el tiempo que tuve que nadar quede agotado y tarde mucho en recuperarme. Asi, solo llegue para oir tus estupidos dicursos y los de Templar, en que decia que te habia vencido.

El Tigre miro hacia el mar.

– El barco se hunde lentamente -dijo-. Habra tiempo de sobra para que todos se salven en las lanchas. Me refiero a vosotros -mirando a los marineros-. Vosotros, cuando menos, no sois traidores; solo habeis obedecido a esos canallas y no teniais por que dudar de sus ordenes. No os tengo rencor. Solo sois instrumentos. Podeis iros. No os olvideis de poner en libertad al maquinista.

Los hombres se miraban incredulos y luego miraron al Tigre, como si no se fiaran de sus oidos. El Tigre se aparto de la puerta y, con un gesto de desprecio, les hizo sena de que saliesen. Uno tras otro salieron cabizbajos, y al llegar a la cubierta corrieron hacia la escalera que conducia a las lanchas, echando de vez en cuando una mirada atras como si temiesen que el Tigre se arrepintiera. Al fin, todos se habian ido.

El Santo se levanto y se desperezo, cayendo como por ensalmo las cuerdas de las munecas y de los tobillos. Aun tuvo tiempo de gozar la sensacion que causo a todos los presentes su incomprensible liberacion.

– Excelente final -observo.

Despues miro al Tigre y sonrio.

– Le felicito, Algy… Me ha tenido usted dudando todo el tiempo…?Puedo desatar ahora a Horacio?

– Ciertamente.

Templar se dirigio a Bittle y le quito sus dos cuchillos. Despues corto las ligaduras de Horacio con rapidos golpes. El criado se levanto e hizo un poco de ejercicio para que circulase mejor la sangre.

El Santo volvio a colocar a "Ana" y a "Bella" en sus respectivas vainas y se fue al lado de Patricia, abrazandola y acariciandola. Ella, pasada ya la tension nerviosa, se echo en sus brazos como una nina, temblando, y el Santo la calmo con palabras carinosas.

– Ahora, senor Templar -dijo el Tigre-, puede usted irse con sus amigos para salvarse en alguna de las lanchas. Yo me quedo aqui para arreglar las cuentas con mis amigos.

Templar dio instrucciones a Horacio para que saliese con Patricia.

– Dentro de un instante saldre tambien.

Patricia, apoyada en el brazo del criado, se encamino a la puerta, pero el Tigre les detuvo y cogio la mano de la joven.

– Usted, Patricia, no me perdonara nunca -dijo-, y estoy contento de que me hayan quitado el poder para hacerle dano. Soy un hombre malo, tengo las manos manchadas de sangre, pero es usted la primera mujer que jamas me ha inducido a olvidarme de mi caballerosidad.

Le beso la mano, y Horacio salio con ella.

El Tigre miro al Santo.

– Es un capricho muy raro -dijo-, pero me gustaria estrechar su mano.

– Casi siento -contesto el Santo- que tome usted las cosas asi…, pero por eso mismo le estrechare la mano con mucho gusto.

El Santo tendio la mano sonriendo.

"?Pam!"

La bala rozo el brazo de Templar y este vio que la mirada de Algy se cristalizaba. Aun seguia estrechando la mano del Tigre. Al estallido del disparo siguio un gran silencio, durante el cual el Tigre, sin abrir la boca, se tambaleo y cayo al suelo, donde quedo boca arriba. Encima del corazon iba formandose una mancha oscura…

El Santo se inclino sobre el, pero el Tigre estaba muerto.

Templar, estando asi, miro al mismo tiempo de reojo hacia el rincon. Maggs y Bloem estaban todavia en el mismo sitio, pero Bittle habia dado un paso y aun llevaba en la mano el humeante revolver que recogio del suelo cuando el Tigre se distrajo.

El Santo se irguio y, con el mismo movimiento, "Ana" fue de la vaina a la mano y cruzo la estancia como un rayo, clavandose en la muneca de Bittle hasta asomar la punta por el lado opuesto, porque el Santo sabia tirar cuchillos con infalible punteria.

Bittle dejo caer la mano y al mismo tiempo el revolver; despues se echo atras tratando de arrancarse el cuchillo.

Al instante, el Santo estaba junto al cuerpo exanime del Tigre, apuntando al grupo del rincon con las dos pistolas del muerto.

– Traidor hasta el final, Bittle -dijo el Santo-. Pero por este tiro le ahorcaran de aqui a tres meses en Exeter.?Se lo juro!

En aquel momento se proyecto sobre el barco una luz cegadora. Por encima de los hombros del Santo, los tres bandidos observaron los potentes reflectores de algun barco de guerra.

– Debe de ser Carn -observo Templar sin dejar de prestar atencion a sus prisioneros.

Entonces entraron Horacio y Patricia, atemorizados porque habian oido el disparo.

– Solo me ha causado un rasguno -les aseguro Simon-. Pero, en cambio, mato al Tigre.

Entrego las pistolas a Horacio y salio a cubierta. Los perseguidores aun estaban lejos, pero se acercaban velozmente, y el barco no hubiera podido escapar con aquellos potentes reflectores que convertian la noche en dia.

– Este es el final de la aventura -dijo el Santo rodeando a Patricia con el brazo-. Pero, afortunadamente, tambien es el principio.

Pocos minutos despues recordo un importante detalle que le vino a la memoria al ver que el barco se inclinaba cada vez mas a estribor, amenazando hacerle zozobrar.

El Santo se dirigio rapidamente hacia la popa, sorteando los peligros como pudo, y Patricia le vio desaparecer por una escalera. Agarrandose a la barandilla, espero su regreso. Le resultaba cada vez mas dificil mantenerse en pie. Templar tardo bastante tiempo en volver, y entonces los perseguidores ya estaban apenas a un cuarto de milla.

Templar entro en el salon y encontro a Horacio apoyado contra la mesa para sostenerse, pero seguia cubriendo con las pistolas a los tres, que ahora se morian de miedo. Templar utilizo los restos de las cuerdas que habia alli para atar a los tres bandidos de modo solido y firme. Luego, entre el y Horacio los sacaron a cubierta.

El barco ya no avanzaba; se mecia al embate de las olas. Los dos buques de guerra se acercaban por ambos lados, y el Santo subio a cubierta para colocarse a plena luz de los reflectores. En seguida se oyo la voz de Carn a traves de un megafono:

– ?Que ha pasado??Esta usted bien?

– ?Estupendo! -contesto Templar alegremente-. Tenemos tres prisioneros y un cadaver esperandole aqui.

– Dentro de dos minutos subire a bordo -dijo Carn, y asi lo hizo.

Subio por la escalera de cabo, y el Santo lo recibio en la cubierta.

– Parece que el barco se hunde -fue lo primero que dijo el policia-. Podemos hablar mas tarde… Mas vale que se den prisa para embarcar en las torpederas, antes de que sea tarde.

El Santo sorprendio tanto a Patricia como a Carn con su respuesta:

– No se hunde. Solo lo he dicho a Bittle y compania, pero no es verdad. Horacio y yo fijamos las bombas haciendo que achicasen el agua de los tanques de babor para llenar los de estribor. Acabo de invertir el orden, y dentro de poco el barco volvera a su situacion normal.

Despues explico a Carn todo lo que habia sucedido; el inspector se quedo asombrado ante las noticias.

– ?Quien se iba a figurar que el Tigre era Algy? -dijo.

Tomaron asiento en el salon y cambiaron impresiones. Carn habia tenido la suerte de encontrar en Ilfracombe dos torpederas nuevas que acababan de hacer un viaje de pruebas y estaban a punto de volver a Bristol.

– De todos modos -observo-, hubiera llegado tarde para servirle de algo. Ante usted es preciso quitarse el sombrero, Santo.

– ?Que papel hace Lapping en este asunto? -pregunto Patricia.

Al mismo tiempo les conto la entrevista que habia tenido con sir Michael aquella tarde, y el inspector sonrio.