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El Santo continuo charlando de este modo insustancial, pero atento al menor detalle. Bittle no se atrevio a levantar la pistola; apuntaba con ella a la alfombra y la sostenia tan solo para que no cayera, porque los ojos de Simon Templar tenian ahora un brillo metalico y una agudeza a la que no se le escapaba nada, y Bittle tenia la desagradable sensacion de que aquellos ojos advertian la menor tension en sus musculos. El Santo estaba haciendo admirablemente el papel del hombre descuidado e indiferente, pero el millonario sabia que el menor movimiento amenazador provocaria la respuesta de la mano que jugueteaba con aquella hoja de fino acero. Ademas, el aspecto del Santo daba a entender que tenia la seguridad de poder realizar todas las habilidades de los tiradores de cuchillos y algunas mas.

– Esta usted muy callado, Bittle -dijo Templar, y el millonario sonrio.

– Tal como estan las cosas, prefiero hablar lo menos que pueda. Digame: si hago un movimiento,?que probabilidades tengo para que no me hiera con ese juguete suyo?

– Depende de lo que haga -repuso el Santo-. Si, por ejemplo, aflojara la mano derecha y dejase caer la pistola, las probabilidades serian, digamos, una contra mil.

Bittle abrio la mano y la pistola cayo al suelo. Luego se aparto, y el Santo, con rapido movimiento, la recogio y se la metio en el bolsillo. Al mismo tiempo guardo su arma.

– Ahora podemos hablar otra vez en buena camaraderia -observo Templar con gran satisfaccion-.?Que nos toca hacer ahora? La verdad es que no veo la inteligencia de los de su pandilla por ninguna parte.?Por que demonios ha tenido usted que meter la pata de ese modo??No sabe usted que, de acuerdo con las reglas de este juego, hubiera tenido que permanecer envuelto en el mayor misterio hasta el capitulo treinta? Ahora me ha estropeado las vacaciones y, francamente, no se si podre perdonarle.

– Es usted un hombre extraordinario, senor Templar.

Este sonrio.

– No lo niego. Pero usted tambien es un tipo muy especial. Para ser un tendero retirado, su vocabulario es asombrosamente refinado.

Bittle no contesto; el Santo echo una mirada en derredor y parecio sorprendido al ver a Patricia. La muchacha no comprendia el alcance de la conversacion, pero ya se habia repuesto del susto. Habia tal seguridad en el Santo, que la joven perdio el miedo. En cambio, aumentaba cada vez mas la ansiedad de Bittle.

– Espero que no se habra aburrido, Patricia -dijo Templar con gran solicitud-.?Quiere irse ya a casa?

Ella asintio, y Simon miro al millonario.

– La senorita quiere irse a casa -dijo con amabilidad.

Esta vez le toco a Bittle sonreir.

– ?Ahora que hablamos como buenos camaradas? -pregunto.

– Estoy seguro de que la senorita Holm no ha querido ofenderle -protesto Templar. Miro a la muchacha, que no sabia que decir, y luego se volvio de nuevo hacia el millonario, con encantadora franqueza-:?No lo ve? Esta muy cansada.

Bittle abrio una caja de habanos, escogio uno, le corto la punta con el aparato que habia en la mesita y encendio el puro con pericia. Luego, mas tranquilo, se encaro con el Santo.

– Pues lo siento, pero no puedo permitirlo -dijo el millonario en tono de excusa-. El caso es que tenemos que discutir un asunto.

– Creo que podra esperar.

– Yo soy de distinta opinion.

Templar miro a Bittle durante un instante. Luego, encogiendose de hombros, saco del bolsillo la pistola del millonario y se dirigio decidido a la vidriera, abriendo una hoja y llamando a la muchacha. Con ella a su lado, dijo:

– En tal caso, me parece, Bittle, que manana se dedicara usted a enterrar algunos perros muy valiosos.

– Me parece que no.

En el tono de su voz habia algo que sorprendio al Santo, por lo que se volvio hacia el.

– ?Que mas? -pregunto en tono burlon.

Bittle estaba escuchando atentamente, con los ojos entornados.

– Es el caso, senor Templar -dijo-, que si tiene usted la bondad de examinar la caja de puros, vera que el fondo cede a la menor presion: es un timbre. Ahora hay tres hombres en el jardin, ademas de cuatro perros sabuesos, y dos hombres mas estan en el pasillo, detras de esa puerta. Y me parece que el unico perro que voy a tener que enterrar manana es un cachorro insolente que ha tenido la osadia de meterse en mis asuntos.

– Bien, bien, bien -exclamo el Santo con las manos en los bolsillos, anadiendo-: Muy bien, muy bien.

Sir John Bittle se sento comodamente en la butaca, se acerco un cenicero y continuo fumando con gran tranquilidad. El Santo, contemplandole con indolencia, admiro el descaro de aquel hombre; luego sonrio. El peso de la mano de Patricia sobre el brazo le devolvio a la realidad. Tomo la mano en la suya, la apreto carinosamente e infundio valor a la muchacha con una placida sonrisa. Sopeso el "argumento" de la automatica de Bittle.

– Continuando la ficcion -sugirio-, supongamos que le apunto con este juguete, me pongo nervioso y aprieto el gatillo.?No seria desagradable estando usted en la trayectoria?

Bittle movio la cabeza.

– Mucho -convino-. Y como es usted ya un personaje tan misterioso en Baycombe, la gente empezaria a hablar. Ya sabe usted lo que son los chismes de vecindad. Serian capaces de decir que lo hizo usted a proposito.

– Es verdad, podria ocurrir -dijo Templar, poniendose el arma en el bolsillo-. Supongamos ahora que sacase mi cuchillito, empezase a jugar con el y se me escapase de las manos. Es muy desagradable tener solo media nariz o una oreja menos. La gente se detiene en la calle y le mira a uno como un bicho raro.

– Acuerdese de mis criados -contesto Bittle-. Me quieren bastante y aun sin razon podrian querer vengarse.

– ?Admitamoslo! -concedio el Santo con voz grave-. Bien, ahora le toca a usted indicar lo que se podria hacer.

Bittle se arrellano aun mas en la butaca, pensando largo rato antes de contestar. Pasaba el tiempo, pero el Santo era demasiado diestro para inmutarse por tan rudimentaria estratagema. Se apoyo impasible en la pared y espero con paciencia a que Bittle comprendiera que asi no iba a lograr nada. Por fin se digno este hablar:

– Me daria por satisfecho, senor Templar, si usted quisiera pasar un dia o dos en mi casa; durante este tiempo podriamos decidir acerca de una adecuada explicacion por su proceder de esta noche. En cuanto a la senorita, terminaremos nuestro asunto y luego la acompanare yo mismo a su casa.

– ?No es demasiado optimista? -pregunto Templar.

– No admito ninguna negativa, entiendalo bien -replico Bittle cordialmente-. Es mas, creo que ya estaran preparando la habitacion.

El Santo sonrio.

– Casi me dan ganas de aceptar. Pero no puede ser. Si la senorita Holm no estuviese con nosotros, bueno…, haria mal en rehusar su amable invitacion. Pero el caso es que prometi a la senorita Girton tomar algo con ella y la senorita Patricia a medianoche, y no puedo faltar a mi palabra.

– La senorita Holm presentara sus excusas -urgio Bittle.

Pero el Santo movio la cabeza.

– Otro dia.

El millonario, que seguia fumando su cigarro, cambio de postura. El Santo empezaba a darse cuenta de que, a pesar de su aficion a las situaciones extranas, la cosa se ponia seria. Habia que tener presente a Patricia, que era un obstaculo. Aun seguia agarrandola de la mano y le sabia mal modificar las circunstancias de una manera violenta. Pero no habia mas remedio.

Dando un suspiro, se irguio, dejando el apoyo de la pared que tanto descanso le habia dado, solto la mano de Patricia no sin antes apretarla para darle animo y empezo a vagar por la estancia, canturreando suavemente y examinandolo todo con gran admiracion.

– Este cuarto esta bajo observacion desde dos puntos -le informo Bittle con amabilidad.

– Lastima que no tengamos una camara de filmar… Seria una magnifica escena para una pelicula truculenta -dijo el Santo por todo comentario.

Habia escuchado la advertencia de Bittle con la mayor indiferencia y sin dejar de pasear, pero la estaba ponderando con relacion al problema que tenia que afrontar y su posible solucion. Bittle, mientras tanto, seguia fumando con una displicencia que expresaba su gran satisfaccion por como estaban las cosas y su nula inquietud por que pasase el tiempo; justo lo que el Santo necesitaba.