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Sma acudió disfrazada de Xenito, Skaffen-Amtiskaw se convirtió en un modelo a escala de la nave y la nave decidió utilizar otro sensor remoto, una criatura acuática también de color marrón y amarillo que parecía un pez más bien gordo y de ojos saltones. El sensor flotaba dentro de una esfera de agua de un metro de diámetro encerrada en un campo de energía que se movía a la deriva por el recinto como si fuera un globo extraviado.

—Ais Disgarve, a quien ya has conocido antes —dijo el sensor presentándole al joven que la había recibido en el hangar el día antes. El agua hacía que su voz sonara un poquito burbujeante—. Y Jetart Hrine.

Sma sonrió, saludó a Disgarve con un asentimiento de cabeza —haciendo una nota mental para intentar acordarse de que se llamaba «Disgarve», y no «Disgarb»*—, y dedicó un segundo asentimiento de cabeza a la joven que tenía al lado.

—Hola otra vez. ¿Qué tal?

—La —dijo Disgarve.

Se había disfrazado de explorador en climas muy fríos, y su cuerpo estaba envuelto en un montón de pieles.

—Hola —dijo Jetart Hrine.

Era bajita, más bien rechoncha y tenía la piel tan negra que casi parecía azul. Daba la impresión de ser muy joven, y vestía una especie de uniforme militar antiguo de colores sorprendentemente chillones completado por el rifle de proyectiles perforantes que colgaba de uno de sus hombros.

—Ya sé que no debemos hablar del trabajo —dijo mientras tomaba un sorbo de su copa—, pero si he de ser franca Ais y yo nos hemos estado preguntando cuál es nuestro dest…

—¡Aaaaah! —gritó el sensor de la nave.

El campo que contenía su esfera de agua se desvaneció y el líquido se desparramó sobre los pies de Sma, Hrine y Disgarve. Los tres retrocedieron de un salto. El sensor en forma de pez se desplomó sobre la madera roja del suelo y empezó a retorcerse.

—¡Agua! —graznó.

Sma lo cogió por la cola.

—¿Qué ha pasado? —le preguntó.

—Una avería en el campo. ¡Agua! ¡Deprisa!

Sma se volvió hacia Disgarve y Hrine, que parecían bastante perplejos. Skaffen-Amtiskaw se abrió paso rápidamente por entre los invitados que iban hacia ellos.

—¡Agua! —repitió el sensor retorciéndose frenéticamente.

El ceño de Sma se fue arrugando muy despacio debajo del traje cubierto de pelos marrones y amarillos, y volvió la cabeza hacia la mujer vestida de soldado.

—¿Qué ibas a decir, Hrine?

—Iba a… ¡Ooof!

El modelo a escala uno/quinientos doce del piquete ultrarrápido Xenófobo debajo del que se ocultaba Skaffen-Amtiskaw chocó con la mujer y la obligó a retroceder tambaleándose. La copa que sostenía en la mano resbaló de entre sus dedos y cayó al suelo.

—¡Eh! —exclamó Disgarve apartando a Skaffen-Amtiskaw de un manotazo.

Hrine parecía bastante irritada y empezó a frotarse el hombro poniendo cara de dolor.

—¡Lo siento! —dijo Skaffen-Amtiskaw en voz muy alta—. ¡Qué torpe soy!

—¡Agua! ¡Agua! —volvió a chillar el sensor debatiéndose en la mano peluda de Sma.

—¡Cállate! —dijo secamente Sma. Se acercó un poco más a Jetart Hrine interponiendo su cuerpo entre la mujer y Skaffen-Amtiskaw—. Hrine, ¿tendrías la bondad de completar la pregunta que ibas a formular hace unos momentos?

—Yo sólo quería saber por qué…

El suelo vibró y el paisaje que les rodeaba se estremeció. Chorros de luz cegadora cayeron sobre ellos, y cuando alzaron la cabeza vieron que las fabulosas ciudades multicolores que coronaban los riscos estaban empezando a quedar envueltas en gigantescas mareas luminosas que fueron desvaneciéndose lentamente para revelar nubes de escombros, torres que se desmoronaban y puentes que caían convertidos en millones de fragmentos. Los riscos se agrietaron y maremotos de lava hirviente y burbujeantes nubes de cenizas negras y grises emergieron de las grietas en un despliegue de olas que medían kilómetros de altura. Las olas chocaron con el tembloroso paisaje que se extendía por debajo de ellas. Las naves hechas de nubes se fueron hundiendo mientras los pájaros de ocho alas revoloteaban a tal velocidad que sus alas salían disparadas del cuerpo. Sma les vio precipitarse hacia el dosel de vegetación azulverdosa y esfumarse entre graznidos y aparatosas explosiones de hojas y plumas.

Jetart Hrine estaba contemplando el espectáculo con expresión de incredulidad. Sma la agarró por el cuello del uniforme con una pata peluda y la sacudió para atraer su atención.

—¡Está intentando distraerte! —gritó, y volvió la cabeza hacia el sensor en forma de pez que colgaba de su otra pata—. ¡Basta ya! —le gritó. Volvió a sacudir a la mujer. Disgarve intentó aflojar la presa de la pata que sujetaba a Hrine, pero Sma le apartó la mano con bastante brusquedad—. ¿Qué ibas a decir?

—¿Por qué no sabemos adonde vamos? —gritó Hrine con la boca casi pegada a la nariz de Sma.

La pregunta fue claramente audible a pesar de que la tierra estaba agrietándose para soltar chorros de llamas. Una inmensa silueta negra de ojos rojizos emergió del abismo que acababa de aparecer ante ellos.

—¡Vamos a Crastalier! —gritó Sma.

Un bebé humano tan grande como una montaña se materializó en el cielo. El bebé les observó con expresión beatífica, les saludó con una sonrisa radiante y empezó a girar sobre sí mismo envuelto en una aureola de líneas y dibujos multicolores.

—¿Y qué? —aulló Hrine. Los relámpagos surcaron el espacio que separaba al bebé celeste de la bestia surgida del abismo y el trueno retumbó en sus oídos—. ¡Crastalier es un Grupo Abierto! ¡Debe de tener medio millón de estrellas como mínimo!

Sma se quedó totalmente inmóvil.

Los hologramas volvieron a mostrar las imágenes anteriores al cataclismo. El estrépito se esfumó para ceder paso a la música, pero las nuevas melodías eran mucho más relajantes y el volumen había bajado mucho. Los tripulantes se observaron los unos a los otros con expresiones de perplejidad y hubo numerosos encogimientos de hombros.

El sensor en forma de pez y Skaffen-Amtiskaw intercambiaron una rápida mirada. El sensor se convirtió en el holograma de una raspa de pescado. Skaffen-Amtiskaw se envolvió en otro holograma que mostraba al modelo a escala de la nave girando locamente sobre sí mismo mientras se desintegraba y empezaba a echar humo. Sma se volvió lentamente hasta quedar de cara a las dos unidades y las observó en silencio. Las dos máquinas volvieron a su forma anterior.

—¿Un… Grupo… Abierto? —preguntó.

Se llevó las manos a la cabeza y se quitó la peluda cabeza marrón y amarilla del disfraz.

Los labios de Sma estaban curvados en lo que parecía una sonrisa. Experiencias anteriores habían hecho que Skaffen-Amtiskaw se pusiera terriblemente nervioso cada vez que veía aquella expresión.