—¡No me refiero a Zakalwe! —jadeó la unidad—. La Cierto, la gravedad es ínfima acaba de averiguar lo que nuestro maníaco ha estado haciendo aquí.
La UGC seguía en órbita actuando como apoyo invisible del Xenófobo. Los procedimientos y el equipo de Contacto les habían proporcionado casi toda la información de que disponían y seguían recopilando datos a cada momento que pasaba, y su sensor en forma de mosca estaba grabando todo lo que ocurría en la sala de conferencias. Aparte de eso, la UGC continuaba investigando en los ordenadores y bancos de datos de todo el planeta.
—¿Y bien? —preguntó Sma.
Otro transporte de tropas pasó rugiendo por la avenida.
—Ese tipo ha perdido la cabeza. ¡Sufre una auténtica locura provocada por el poder! —murmuró la unidad como si hablara consigo misma—. Olvídate de Voerenhutz. Tenemos que sacarle de aquí aunque sólo sea por estos pobres nativos…
Sma se inclinó y asestó un codazo a la maleta-unidad.
—Maldita sea, ¿de qué estás hablando?
—De acuerdo, ahí va. Zakalwe es todo un jodido magnate, ¿entendido? Nivel megapoderoso con intereses y conexiones por todas partes gracias a lo que trajo consigo después de haber liquidado al proyectil cuchillo…, lo que le pagamos la última vez más intereses y beneficios de sus inversiones. Y ¿cuál es el núcleo del imperio comercial que ha levantado aquí? Pues nada menos que la tecnología genética.
Sma pensó en lo que acababa de oír durante unos momentos.
—Oh, oh —dijo por fin.
Apoyó la espalda en el banco y cruzó los brazos delante del cuerpo.
—No sé lo que te estarás imaginando, pero te aseguro que es mucho peor. Sma… Este planeta cuenta con cinco autócratas de edad bastante avanzada que compiten entre ellos para conseguir la hegemonía. Bien, pues la salud de los cinco está mejorando por momentos… De hecho, están rejuveneciendo, y eso no debería ser posible hasta dentro de veinte o treinta años.
Sma no dijo nada. Estaba empezando a sentir una especie de extraño vacío en el estómago.
—La corporación de Zakalwe está recibiendo montañas de dinero de cada autócrata —se apresuró a seguir diciendo la unidad—. También recibía dinero de un sexto carcamal, pero murió hace veintiún días…, asesinado. El sexto carcamal era el Etnarca Kerian, y controlaba la otra mitad de este continente. Su asesinato es lo que ha provocado toda esta actividad militar. Ah, con excepción del Etnarca Kerian todos esos autócratas tan repentinamente rejuvenecidos están dando señales de un comportamiento benévolo que no es nada natural en ellos, y ese ablandamiento empezó justo después de producirse esa sospechosa mejora de salud.
Sma cerró los ojos y tardó unos momentos en volver a abrirlos.
—¿Y está funcionando? —preguntó.
Tenía la boca seca.
—¡Ni soñarlo! Los cinco autócratas siempre han corrido peligro de ser eliminados por un golpe de estado…, montado por sus propios militares, como regla general. Peor aún, el asesinato de Kerian ha encendido la mecha de una bomba que no tardará en estallar. ¡Este lugar pronto alcanzará el nivel supercrítico! Ah, y puedo asegurarte que lo que asoma por el horizonte eventual no va a ser agradable… Estos chiflados disponen de bombas termonucleares. ¡Zakalwe está loco! —chilló la unidad de repente. Sma siseó para indicarle que no hablara tan alto, aunque sabía que la unidad debía estar protegiendo su conversación con un campo sónico para que sólo ella pudiera oír sus palabras—. Debe de haber descifrado el código genético utilizando sus propias células —siguió diciendo la unidad—. Ha logrado duplicar el tratamiento antivejez que le administramos…, ¡y lo está vendiendo! Vende el tratamiento a cambio de dinero y favores, y está intentando conseguir que esos dictadores monomaniacos se comporten como si fueran personas decentes. ¡Sma! ¡Está intentando crear su sección de Contacto particular! ¡Y te aseguro que la está cagando al cien por cien!
Sma le atizó un puñetazo.
—Cálmate, maldita sea…
—Sma —dijo la unidad en un tono de voz casi lánguido—, no he perdido la calma, pero estoy intentando hacerte comprender la enormidad de la cagada a nivel planetario que Zakalwe ha logrado montar aquí. LaCierto, la gravedad es ínfima ha tenido que enfriar sus circuitos, y mientras hablamos las Mentes de Contacto están despejando sus mesas de trabajo intelectuales en una esfera cada vez más grande que tiene como centro este planeta e intentan decidir qué infiernos pueden hacer para poner algo de orden en este horrendo embrollo. El VGS ya había puesto rumbo hacia aquí, pero si no lo hubiera hecho le habrían ordenado que viniera a toda velocidad. El surtidor de mierda que va a saltar por los aires tendrá el tamaño de un cinturón de asteroides, y todo gracias a los ridículos planes filantrópicos de Zakalwe, y Contacto tendrá que poner manos a la obra para el planeta no acabe sumergido en mierda. —La unidad guardó silencio durante unos momentos—. Eh…, acabo de recibir una transmisión… —Parecía bastante aliviada—. Dispones de un día para convencer a Zakalwe de que debe venir con nosotros, y si no lo consigues nos lo llevaremos por la fuerza. Desplazamiento de emergencia, ¿comprendes? Han anulado todas las restricciones.
Sma tragó aire muy despacio.
—Y aparte de eso…, ¿va todo bien?
—Sma, creo que no es momento de bromear —dijo la unidad en un tono de voz muy serio—. ¡Mierda! —exclamó un segundo después.
—¿Qué ocurre ahora?
—La reunión ha terminado, pero Zakalwe el Loco no va a coger su coche… Se dirige hacia el ascensor que da acceso al sistema de tubos subterráneos. Destino…, base naval. Hay un submarino esperándole.
Sma se puso en pie.
—Un submarino, ¿eh? —Se alisó la tela de los pantalones—. Volvemos al muelle, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
Cogió a la unidad y empezó a caminar buscando un taxi.
—Acabo de hablar con la Cierto, la gravedad es ínfima y le he pedido que envíe un radiograma falso —dijo Skaffen-Amtiskaw—. El taxi debería estar aquí de un momento a otro.
—Y luego dicen que nunca hay uno cerca cuando lo necesitas…
—Estás empezando a preocuparme, Sma. Creo que te tomas este lío con demasiada calma.
—Oh, no te preocupes. Ya me dejaré invadir por el pánico cuando tenga tiempo. —Sma tragó una bocanada de aire y la exhaló lentamente—. Oye, ¿puede ser ese taxi?
—Creo que sí.
—¿Cómo se dice «A los muelles?»
La unidad se lo explicó y Sma pronunció la frase lo mejor posible. El taxi se puso en marcha y se fue abriendo paso entre el tráfico. Cada vez había más vehículos militares.
Seis horas después aún estaban siguiendo al submarino que zumbaba, gorgoteaba y vibraba abriéndose paso por entre las capas del océano en dirección al mar ecuatorial.
—Sesenta kilómetros por hora —gimió la unidad hecha una furia—. ¡Sesenta kilómetros por hora!
—Para ellos eso es ir bastante deprisa. ¿Por qué no intentas ser algo más comprensivo con una pobre máquina que no ha tenido tanta suerte en la vida como tú?
Sma estaba observando la pantalla. El submarino les llevaba un kilómetro de delantera y seguía avanzando por el océano. La llanura abisal quedaba varios kilómetros por debajo de ellos.
—Sma, esa máquina no es pariente mía —dijo la unidad con voz cansina—. No es más que un submarino, ¿comprendes? La inteligencia más sofisticada que lleva dentro es la del capitán humano. Fin de la exposición y doy por ganado el caso.
—¿Sigues sin tener alguna idea de hacia adonde vamos?