La luz se desvaneció mientras seguía pensando en todo aquello y volvió a deslizarse en la oscuridad y la inconsciencia.
Luz. Un poco de luz (ya había estado aquí antes, ¿verdad?), no mucha. Parecía haber salido de la fortaleza que era su mente, y ahora se encontraba en un bote azotado por la tempestad. Las imágenes bailoteaban ante él.
La luz fue aumentando lentamente de intensidad hasta que se hizo casi dolorosa. El terror se adueñó de él, y al principio no entendió el porqué, pero se fue dando cuenta de que la metáfora del bote frágil que no paraba de crujir se había convertido en realidad. El bote se bamboleaba sobre un hirviente océano negro apresado entre los dientes de una galerna que no paraba de aullar, aunque ahora había luz y parecía venir de algún lugar situado sobre su cabeza, pero cada vez que intentaba ver su mano o el bote en el que se encontraba descubría que seguía siendo incapaz de ver nada. Los chorros de luz caían sobre sus ojos, pero parecía como si pudiesen revelar nada de cuanto le rodeaba. La idea le aterrorizó. El bote desapareció en las entrañas de una ola y volvió a quedar sumergido en el océano del dolor que ardía en cada poro de su cuerpo. Alguien fue lo bastante bondadoso para accionar un interruptor perdido en alguna parte y permitir que se fuera deslizando poco a poco hacia el seno de la oscuridad, el silencio y… la ausencia de dolor.
Luz. Un poco de luz. Sí, lo recordaba. La luz le mostró un bote que bailoteaba sobre las olas en un inmenso océano oscuro. Muy lejos, tanto que por ahora resultaba inalcanzable, había una gran ciudadela que se alzaba sobre una islita. Y también había sonidos. Sonidos… Eso era nuevo. Había estado aquí antes, pero sin sonidos. Aguzó el oído al máximo, pero no logró comprender las palabras. Aun así, acabó convenciéndose de que quizá estaba oyendo una voz y de que la voz le hacía preguntas.
Alguien le estaba haciendo preguntas… ¿Quién? Esperó una réplica del exterior o de las mismas profundidades de su ser, pero la réplica no llegó de ninguna parte. Se sintió perdido y abandonado, y lo más terrible de aquella sensación era el convencimiento de que la causa de aquel abandono no estaba en otra persona, sino en él mismo.
Tomó la decisión de entretenerse haciéndose unas cuantas preguntas. ¿Qué era esa ciudadela? La ciudadela era su mente. Se suponía que la ciudadela mandaba sobre una ciudad, que era su cuerpo, pero al parecer había perdido el control de la ciudad, y ahora sólo quedaba el castillo, la fortaleza en la que podía refugiarse… El bote y el océano…, ¿qué eran? El océano era el dolor. Ahora estaba en el bote, pero antes había estado flotando en el océano, sumergido hasta el cuello en el agua con las olas rompiendo sobre su cabeza. El bote era… algo que le habían enseñado, una técnica que le estaba protegiendo del dolor. No le permitía olvidar que estaba allí, pero mantenía sus peores efectos lejos de él para que no le debilitasen y le dejaba en libertad de pensar.
«Ya he averiguado algo —pensó—. Y ahora…, ¿qué es la luz?»
Tendría que dejar esa pregunta para más tarde. ¿Qué son esos sonidos? No, ahora no.
Se hizo otra pregunta. ¿Dónde está ocurriendo todo esto?
Examinó sus ropas empapadas, pero no encontró nada en ninguno de los bolsillos. Buscó la etiquetita que pensaba debía estar cosida en el cuello de su camisa, pero parecía haber sido arrancada. Registró el bote, pero no encontró ninguna respuesta, por lo que intentó imaginarse a sí mismo en la fortaleza lejana que se alzaba sobre las olas, y se imaginó entrando en un gigantesco almacén repleto de cacharros, tonterías y recuerdos enterrados en lo más profundo del castillo…, pero descubrió que todo estaba confuso y que los detalles se le escapaban. Sus ojos se cerraron y lloró de pura frustración mientras el bote temblaba y bailaba debajo de él.
Cuando volvió a abrir los ojos vio que tenía en la mano un trocito de papel sobre el que había escrita la palabra FOHLS. La sorpresa fue tan grande que el papelito se escurrió entre sus dedos. El viento se apoderó de él y se lo llevó hacia el cielo oscuro que parecía flotar sobre las olas negras. Pero la palabra había quedado grabada en su mente. Fohls… Era la respuesta. Un planeta llamado Fohls.
Sintió un alivio muy grande, y hasta un poquito de orgullo. Había descubierto algo.
¿Qué estaba haciendo aquí?
Un funeral. Le pareció que recordaba algo sobre un funeral pero, naturalmente, no podía ser el suyo…, ¿o sí?
¿Estaba muerto? Pensó en aquella pregunta durante un buen rato. Suponía que era posible. Quizá existía otra vida y… Bueno, suponiendo que existiera una vida después de la muerte eso explicaba bastante bien su situación actual. El océano de dolor podía ser un castigo divino. ¿Y la luz? ¿Sería una divinidad? Alargó el brazo por encima de la borda y metió la mano en el dolor. El dolor invadió su cuerpo y se apresuró a retirar la mano. Si la luz era una divinidad no cabía duda de que era bastante cruel. «¿Y todo lo que hice por la Cultura? —quiso preguntar—. ¿Es que esas buenas obras no sirven para compensar parte de las cosas malas que hice? Aunque también cabe la posibilidad de que esos bastardos tan seguros de sí mismos hubieran estado equivocados…» Dios, le encantaría poder volver y decírselo. ¡Ah, casi podía imaginarse la expresión en el rostro de Sma!
Pero no creía estar muerto. No había sido su funeral. Podía recordar la torre de tejado plano que se alzaba en los acantilados dominando el mar, y recordaba haber ayudado a llevar el cuerpo de un viejo guerrero hasta esa torre. Sí, alguien había muerto y la ceremonia tenía como fin disponer de su cuerpo.
Sintió un tirón extraño en lo más profundo de su ser.
Se agarró a los maderos medio podridos del bote y alzó la cabeza hacia el océano que se hinchaba y rugía a su alrededor.
Había un navío. De vez en cuando podía ver un navío que se encontraba muy lejos de allí. Apenas si era más que un puntito, y casi todas las olas se interponían entre él y el navío, pero no le cabía duda de lo que era.
Fue como si un agujero se acabara de abrir en algún lugar de su cuerpo, y sintió que sus entrañas se precipitaban por él.
Creía haberlo reconocido.
El bote se partió en dos y cayó al agua que había debajo. Se debatió durante unos momentos moviéndose frenéticamente en las profundidades y salió del agua. Volvía a haber aire, y vio el océano que se extendía debajo de él y una manchita minúscula que se movía sobre la superficie, y se dio cuenta de que estaba cayendo hacia ella. Era otro bote. Chocó con él, lo atravesó y siguió moviéndose primero a través del agua y luego del aire, y dejó atrás las dos mitades de un bote destrozado, y luego llegó otra capa de agua y otra capa de aire…
«Eh —pensó una parte de su mente mientras seguía cayendo—, esto se parece mucho a la descripción de la Realidad hecha por Sma.»
… atravesó más olas y hendió el agua emergiendo al aire, dirigiéndose hacia una nueva serie de olas…
Aquello no iba a detenerse. Recordó que la Realidad descrita por Sma se hallaba en un continuo proceso de expansión. Podías caer a través de ella durante toda la eternidad, durante un tiempo realmente eterno, no sólo hasta el fin del universo, sino literalmente para siempre…
«No puedo seguir así», pensó. Tendría que enfrentarse con el navío.
Aterrizó sobre los maderos de un bote.
El navío estaba mucho más cerca. Era realmente enorme, una mole oscura erizada de cañones, y venía en línea recta hacia él. La proa creaba una inmensa V de espuma blanca.