Se llevó el ramo a la cara y aspiró su perfume.
—Ha sido un placer —dijo él.
Se inclinó sobre Shiol y puso la mano sobre el brazo de Beychae para atraer su atención hacia una atracción cuyas cabinas giraban velozmente por el cielo moviéndose sobre los tejados de los cobertizos. El vehículo se detuvo en un cruce controlado por sensores lumínicos.
Volvió a inclinarse sobre el regazo de Shiol, abrió la cremallera sobre la que había puesto la mano antes de que la mujer pudiera darse cuenta de lo que estaba ocurriendo y extrajo la pistola cuya presencia había detectado al inclinarse sobre ella por primera vez. La contempló, se echó a reír como si acabara de cometer un error estúpido, alzó la pistola y disparó contra la pantalla de cristal detrás de la que se encontraba la cabeza de Mollen.
Cuando el cristal se hizo pedazos él ya estaba saltando hacia adelante con una pierna extendida. Su pie atravesó la nube de fragmentos cristalinos y se estrelló contra la cabeza de Mollen.
El vehículo aceleró bruscamente y se detuvo en seco. Mollen se derrumbó sobre el volante.
—¡Cápsula, aquí! —gritó.
El instante de silencio perplejo que siguió a su acción duró lo suficiente para que su grito pareciera más potente de lo que había sido en realidad.
La mujer sentada delante de él se movió. La mano que sostenía el ramo lo dejó caer y fue velozmente hacia su cintura y un pliegue de la tela. Le atizó un puñetazo en la mandíbula. El impacto hizo que la cabeza de la mujer se estrellara contra la parte de la pantalla de cristal aún intacta que tenía detrás. Giró sobre sí mismo y se agazapó junto a la portezuela mientras la mujer inconsciente iba cayendo al suelo hasta quedar inmóvil junto a él y las flores se desparramaban sobre el apoyapiés. Volvió la cabeza hacia Beychae y Shiol, y vio que los dos tenían la boca abierta.
—Cambio de planes —dijo.
Se quitó las gafas y las arrojó al suelo. Les sacó del vehículo casi a rastras. Shiol había empezado a gritar, y le dio un empujón que la hizo chocar contra el flanco del vehículo.
Beychae se había recuperado lo suficiente para hablar.
—Zakalwe, ¿qué infiernos estás…?
—¡Tenía esto, Tsoldrin! —gritó él enseñándole la pistola.
Ubrel Shiol aprovechó el segundo en que el arma dejó de apuntarla para lanzar una patada hacia su cabeza. La esquivó, dejó que el impulso de la patada la hiciera moverse hacia adelante y la golpeó en el cuello con el canto de la mano. Shiol cayó al suelo. El ramo que le había regalado en el Mercado de las Flores rodó hasta desaparecer debajo del vehículo.
—¡Ubrel! —gritó Beychae mientras se arrodillaba junto a ella—. Zakalwe, ¿qué le has…?
—Tsoldrin… —empezó a decir él.
La portezuela del compartimento delantero se abrió de golpe y Mollen saltó sobre él. Sus cuerpos rodaron por encima de la calzada y acabaron en la cuneta. La pistola salió volando por los aires.
La embestida del hombretón le había dejado inmovilizado. Mollen le agarró por las solapas con una mano y alzó el otro brazo. El sintetizador vocal giró al extremo de su correa y el inmenso puño lleno de cicatrices empezó a bajar.
Hizo una finta y desplazó el cuerpo hacia el otro lado lo más deprisa posible. El puño de Mollen se estrelló en las piedras de la cuneta y eso le dio el tiempo suficiente para levantarse de un salto.
El sintetizador vocal de Mollen cayó sobre la calzada.
—Hola —dijo la caja.
Intentó lanzar una patada hacia la cabeza de Mollen, pero aún no había logrado recuperar el equilibrio del todo. Mollen le cogió el pie con la mano buena. Retorció la pierna y logró liberarse, pero la maniobra le exigió girar sobre sí mismo.
Mollen se puso en pie meneando la cabeza y uno de sus pies chocó con el sintetizador.
—Encantado de conocerle —dijo la caja.
Lanzó otra patada hacia la cabeza de Mollen.
—¿Qué desea? —preguntó la caja.
Mollen logró esquivar la patada y se lanzó hacia adelante. Su cuerpo se deslizó por encima de la superficie de cemento, rodó sobre sí mismo y acabó irguiéndose en un solo movimiento.
Mollen tenía el cuello ensangrentado. Dio un par de pasos hacia él, se tambaleó, pareció recordar algo y empezó a meterse la mano derecha dentro de la chaqueta.
—Estoy aquí para ayudarle —dijo la caja.
Saltó hacia adelante y su puño chocó con la cabeza de Mollen cuando el hombretón empezaba a sacar una pistolita de su chaqueta. Estaba demasiado lejos para poder cogerla, por lo que giró sobre sí mismo y alzó una pierna. Su pie entró en contacto con el puño que sostenía el arma y lo hizo subir. El hombre de la cabellera canosa retrocedió poniendo cara de dolor y se frotó la muñeca.
—Me llamo Mollen. No puedo hablar.
Había albergado la esperanza de que su patada resultaría lo bastante fuerte para que Mollen soltara el arma, pero vio que la pistolita seguía entre sus dedos. Sabía que Beychae y Shiol estaban detrás de él, y se quedó inmóvil durante una fracción de segundo que Mollen aprovechó para apuntarle con el arma. Movió rápidamente el cuerpo primero a un lado y luego a otro. Mollen meneó la cabeza y su mano no tuvo más remedio que desplazarse siguiendo sus movimientos.
—Encantado de conocerle.
Saltó hacia adelante. Su objetivo eran las piernas de Mollen, y logró dar en el blanco.
—No, gracias. —Volvieron a caer sobre la cuneta—. Disculpe…
Alzó un puño e intentó asestar un nuevo golpe en la cabeza de Mollen.
—¿Podría decirme dónde estoy?
Pero Mollen rodó sobre sí mismo y el puñetazo sólo encontró el aire. Mollen se retorció y casi logró golpearle con la cabeza. Tuvo que agacharse, y se golpeó una sien contra las piedras de la cuneta.
—Sí, por favor.
Sintió que el interior de su cabeza se llenaba de luz. Desplegó los dedos de una mano, la movió hacia adelante en la dirección donde creía que estaban los ojos de Mollen y sintió que las puntas de sus dedos chocaban con algo blando que cedió enseguida. Mellen gritó.
—No puedo replicar a eso.
Se irguió apoyándose en las manos y los pies y pateó a Mollen con todas sus fuerzas.
—Gracias. —Su pie había dado de lleno en la cabeza de Mollen—. ¿Tendría la bondad de repetir eso?
Mollen rodó lentamente sobre sí mismo hasta caer en la cuneta y se quedó inmóvil.
—¿Qué hora es? ¿Qué hora es? ¿Qué hora es?
Le observó durante unos momentos y fue con paso tambaleante hacia la acera.
—Me llamo Mollen. ¿Puedo ayudarle en algo? No puede entrar ahí. Esto es propiedad privada. ¿Adónde cree que va? Alto o dispararé. El dinero carece de importancia. Tenemos amigos muy poderosos. ¿Podría indicarme dónde está el teléfono más próximo? Está bien, puta, tú lo has querido. ¿Qué te parece esto?
Dejó caer el tacón de una bota sobre el sintetizador vocal de Mollen.
—¡Graaaaap! El interior de esta máquina no contiene partes de interés paraelusu…
Otro taconazo silenció definitivamente a la caja.
Alzó los ojos hacia Beychae y vio que estaba encogido junto al vehículo. El anciano sostenía la cabeza de Ubrel Shiol sobre su regazo.
—¡Zakalwe, maldito loco! —gritó Beychae.
Se pasó las manos por la ropa para quitarse el polvo y volvió la mirada hacia el hotel.
—Tsoldrin —dijo con voz tranquila y firme—, esto es una emergencia.
—¿Qué has hecho? —gritó Beychae.
Tenía las pupilas muy dilatadas y el rostro tenso por una mezcla de emociones. Sus ojos fueron del cuerpo inerte de Shiol al de Mollen y se desviaron hacia los pies de la mujer que yacía inconsciente dentro del vehículo, con las flores del ramo esparcidas a su alrededor, para acabar volviendo a Shiol y posarse en los morados que ya estaban empezando a formarse sobre su cuello.